Balonazos
·12 décembre 2025
Papá, el Director Técnico que nadie contrató

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El fútbol menor en Venezuela sufre un mal constante, silencioso, pero visible: el «Papá Entrenador». Este fenómeno es una escena cotidiana en cada cancha semana tras semana, y lo más preocupante es que parece enquistarse sin solución a la vista.
Hace años, en una conversación con el maestro Lino Alonso, me recordaba la vigencia de un texto que se popularizó en España precisamente sobre la obsesiva intromisión de los padres en el trabajo de los formadores. Hoy, ese lamento es más relevante que nunca, y es crucial recordar por qué esta figura, que debería ser de apoyo, se convierte en un obstáculo.
El «Papá Entrenador» es el que nunca falta, el que graba, grita y corrige sin parar, convencido de que su hijo es la próxima estrella mundial. Pero, ¿es esta la realidad que necesita el niño?
El resultado de esta presión desmedida es desgarrador:
Niños que dejan de disfrutar: Se ponen visiblemente nerviosos al escuchar los gritos paternales desde la banda.
La tristeza pospartido: Llegan los regaños, los reproches, el temido «gasto de dinero y tiempo» echado en cara.
La proyección fallida: El padre busca, a través de su hijo, alcanzar lo que él mismo no pudo lograr en el deporte.
Hay quienes van más allá, amenazando al técnico, al árbitro, o peleando con otros representantes, creando un ambiente tóxico que hace que el niño, la razón de todo, sienta ganas de abandonar el fútbol.
Los motivos de esta pérdida de control son diversos y, a menudo, complejos: Esperar que el hijo «saque a la familia de pobre», convirtiéndose en un profesional de élite Ver las victorias del niño como un triunfo personal, una medalla que portar y presumir ante los demás. Proyectar la carrera que ellos no pudieron llevar a cabo. Una incapacidad para manejar las emociones en un entorno competitivo.

El fútbol base se trata de formar, no de ganar. Para reforzar este principio cada fin de semana, compartimos los puntos esenciales del decálogo del diario El País de España, que todo padre debería enmarcar:
El objetivo no es ganar: Tu hijo juega porque le gusta, para divertirse y estar con sus amigos.
No des órdenes: Tu rol es apoyar. Anímalo, gane o pierda, acierte o se equivoque.
Es un niño, no una estrella: No lo obligues a entrenar más de lo que pide su entrenador. Si tiene talento, déjalo elegir si quiere verlo como un hobbie o una profesión.
Controla tus emociones: No presiones, grites, maldigas o des instrucciones. Tu conducta en la grada es observada y juzgada por tu hijo.
Respeta la autoridad: Guarda respeto a todas las figuras de autoridad en el campo (entrenador, árbitro y compañeros).
Refuerza, no corrijas: Modifica tu manera de animar. En lugar de gritarle un error, refuerza sus habilidades y logros.
Cero expectativas falsas: No le inculques la carga de un futuro que tú has diseñado, no él.
El fútbol debe ser un espacio de crecimiento, alegría y disciplina. El padre debe ser el pilar de apoyo, no el generador de estrés. Dejemos que los entrenadores entrenen, los árbitros arbitren, y que los niños… simplemente jueguen. Volvamos a ser, de verdad, el fan número uno. número uno.









































