Unionistas sorprende al Real Madrid Castilla con una victoria de oficio | OneFootball

La noche cayó fría sobre el Reina Sofía, pero el ambiente no necesitó abrigo: lo calentó cada balón dividido. Unionistas y Castilla se encontraron en un partido que nació áspero, siguió rebelde y terminó con esa sensación tan de Primera Federación: aquí nadie regala nada.

El filial blanco arrancó con ritmo alto, decidido a imponer su salida limpia desde atrás. Palacios y Obrador abrieron el campo; Álex Martín y Carvajal alternaban altura por dentro; Jhonney Piris se ofrecía siempre como primer pase. Pero cada avance del Castilla chocaba con un Unionistas que no entendió el partido: lo leyó. Saltó a presionar cuando tocaba, se replegó cuando hacía falta y convirtió cada recuperación en una amenaza.

El encuentro se movió en ese vaivén hasta que llegó la jugada que cambió el guion. Un balón filtrado a la espalda terminó con un contacto dentro del área y el árbitro no dudó: penalti. El Reina Sofía rugió antes del golpeo y volvió a rugir después, cuando el lanzamiento se coló raso, ajustado, imparable para Cañizares. El Castilla, que ya había tenido el control, se encontró abajo sin haber perdido el hilo.

El gol espoleó al equipo de Arbeloa, que intentó acelerar. Couto, incisivo cada vez que pisó la derecha, obligó al tramo más exigente para la defensa local. Obrador buscó profundidad por el otro costado. Y en el centro, Palacios sostenía cada intento de rebelión. Hubo un remate que se marchó por centímetros, un disparo cruzado que lamió el poste, y un cabezazo que el portero salamantino atrapó con firmeza. El Castilla crecía, pero el empate no llegaba.

Unionistas respondió como suelen hacerlo los equipos que entienden su fortaleza: partidos cortos, duelos largos. Presionó más arriba, ensució la circulación blanca, convirtió cada transición en un zarpazo. Hubo un disparo que obligó a Cañizares a volar y otra llegada que se estrelló en la defensa. El encuentro se volvió eléctrico, como si ambos hubiesen entendido que el segundo gol decidiría todo.

En la recta final, Arbeloa, desde el palco, movió el banquillo. Entraron piernas frescas y, con ellas, un último intento de romper. Pero Unionistas resistió con orden, cerró líneas y quemó los minutos con oficio. El Castilla lo buscó hasta el último centro, hasta la última conducción, hasta la última bola dividida… pero no hubo premio.

El pitido final dejó dos sensaciones opuestas: la celebración de un Unionistas que firmó una victoria trabajada, de identidad; y la frustración de un Castilla que hizo muchas cosas bien, pero al que le faltó lo más caro que tiene el fútbol: convertir. En Salamanca, la noche fue negra y blanca… pero el marcador se quedó solo en blanco y negro.