La Colina de Nervión
·25 November 2024
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Helenio Herrera, el entrenador brujo que entró en Europa por medio de su estancia en el Sevilla Fútbol Club, decía que se jugaba mejor con diez que con once jugadores. Obviamente, esta ocurrencia de Helenio Herrera no pretendía expresar ningún planteamiento táctico, sino que formaba parte de la gran innovación de este entrenador, quien introdujo en el viejo continente la figura del míster más psicólogo que preparador físico o estratega táctico. Helenio Herrera hacía creer a sus jugadores. A un pundonoroso defensa de Coria del Río (Pepillo, «el de las vacas») le convencía de que era mejor que la Saeta Rubia, Alfredo Di Stéfano, y el coriano anulaba al gran jugador argentino cada vez que se enfrentaban el Sevilla Fútbol Club y el Real Madrid.
La frase de Helenio Herrera me vino a la cabeza al terminar el partido con el Rayo: la misma frase, pero al revés. El Sevilla Fútbol Club jugó mucho peor cuando en el césped estaban once hombres contra diez. La superioridad numérica durante casi 50 minutos le sentó fatal al Sevilla Fútbol Club. El Rayo no empató de milagro, aunque a Lukebakio no se le apareció el gol en unos regates de fantasía también en la segunda mitad. ¿Pero por qué se cayó el equipo cuando más fácil parecía la tarea? Volvamos a Helenio Herrera. Estoy seguro de que no es un problema físico ni de disposición táctica. Creo que las causas hay que buscarlas en la ansiedad y falta de confianza de este equipo. Saúl lo ha expresado muy bien esta semana: en el entorno del club hay demasiadas turbulencias. En una de las últimas jugadas, Isaac Romero se adelantó tanto el balón, cuando enfilaba portería solo, que lo acabó perdiendo. Ansiedad. Romero, que hizo un meritorio partido y se fabricó él solo el tanto de Sow, tiene tanta hambre de gol el lebrijano que deriva en anorexia anotadora. El sevillismo lo entendió y coreó su nombre.
La imagen horrible de la segunda mitad no debe tapar la tendencia a la estabilización de un proyecto que sigue en estado de convulsión en el entorno. La proyección hacia la estabilización es negativa en momentos de serenidad ascendente, pero es maravillosa en situaciones de turbulencias frenéticas como las que ahora atraviesa el Sevilla Fútbol Club. El club que revolucionó el fútbol transformando la patada en caricia y la pana en seda con la escuela sevillana Spencer y Kinké no puede convertirse en una bronca permanente tan grosera. El escudo que besaron los que colaron la inteligencia emocional en el vestuario con Helenio Herrera o la inteligencia estratégica del fútbol total de Merkel o Happel no puede fallecer ahogado en las confusas orillas de la ansiedad. Se ganó; mal, pero se ganó. Seguimos. Tranquilidad. Vamos.