Descartado por “bajito”, hoy es un gigante rojiblanco | OneFootball

Seis años en la cantera del Espanyol, títulos en torneos de prestigio, la negativa a cambiar de colores pese a las tentaciones… y un portazo inesperado. La curiosa historia del Marc “Markus” Pubill

Ahora, el fútbol le devuelve la jugada. Su estreno en Primera llega precisamente contra el club donde más creció, el que un día lo dejó marchar porque no cumplía con el físico esperado. Hoy, con 1,90 metros, esa “debilidad” es su mayor virtud.

Hijo y nieto de waterpolistas, la sangre deportiva corre por sus venas. Su padre, Ignasi Pubill, fue internacional con España; su madre, Anna Pagés, y su abuelo, Lluís Pagés, también brillaron en la piscina. Incluso compartió referentes de oro: el inolvidable Jesús Rollán o Manel Estiarte fueron compañeros de club en la era dorada del Natació Catalunya. En casa, el espejo más cercano fue su hermano mayor, Nacho, al que quiso imitar cuando, con apenas cuatro años, pidió jugar al fútbol.

El Centre d’Esports Manresa fue su primer escenario. Con nueve años, el Espanyol lo incorporó a la Dani Jarque. Allí vivió seis temporadas intensas, con títulos en el MIC, presencia en Brunete y el brazalete de capitán. Tanto era su arraigo que, pese a tener ofertas del Barcelona, decidió seguir de blanquiazul. Pero en 2017 llegó el golpe: lo descartaron por “bajito”.

El Nàstic de Manresa lo acogió de nuevo, y allí pegó el estirón. El Levante lo rescató en plena pandemia y, más tarde, el Almería le sirvió de trampolín. Su crecimiento llamó la atención del Atlético de Madrid, que invirtió 16 millones en él, operación que incluso dejó ingresos para Espanyol y Nàstic.

Hoy, Diego Simeone lo reconvierte en central, consciente de que su físico es un arma. Y el fútbol, caprichoso, dicta que su debut oficial como rojiblanco se produzca frente a aquel club que un día le cerró la puerta. El mismo que no lo veía “a la altura”.