
La Galerna
·20 Juni 2025
Despacho de ultramar (I)

In partnership with
Yahoo sportsLa Galerna
·20 Juni 2025
La excursión a los Estados Unidos ha confirmado dos cosas: la epidemia de melancolía instalada en la legión merengue y el pensamiento mágico como rasgo absolutamente innegociable entre sus seguidores. Tal ha sido desde la más remota noche de los tiempos el ethos del club, y en los balances emocionales de todo madridista de bien siempre se han debido computar sollozos y disparates por igual.
Me acordaba, por ejemplo, de las repentinas nostalgias y gimoteos que solían agobiar a un gigante como Cristiano Ronaldo (convertido en Werther) y quien —según sus abogados mediáticos— demandaba “cariño” en papel moneda para enjugar sus más íntimas y transparentes lágrimas; también recuerdo haber escuchado gritos en el tendido, los bramidos de una muchedumbre histérica sacudiendo mandobles a un genio colosal de apellido Benzema porque era más bien de bilis negra y lo que el Bernabéu quería, ya se sabe, era algo… no sé, algo más “eléctrico”. Hoy vemos a jugadores ensimismados como adolescentes enamorados y mal correspondidos y a aficionados que esperan que el agua de los odres se transforme en vino. En fin, nada que me turbe, nada que me espante. En este equipo, pase lo que pase, hemos puesto una a una todas nuestras esperanzas. Sigamos.
Se percibe en esa sutileza del lenguaje corporal, en esos brazos caídos, en esas miradas que se pierden en lontananza mientras Alonso grita o hace aspavientos condenados a disolverse en la nada: la respuesta al parecer no está en el viento
Esto apenas empieza. Esto comienza a rodar y estoy seguro de que en las semanas y meses por venir podremos apreciar versiones más acabadas del planteamiento táctico que la nueva dirección técnica busca establecer como ruta hacia el éxito deportivo. Esto por sabido se calla, es una obviedad que menciono al hilo de las reacciones, nada más, pero que no me impide colocar algunos puntos sobre las íes.
Vaya por delante que, a esa hora del día, con un campo tan cerca del mar y bajo un sol abrasador, la práctica del fútbol resulta fisiológicamente demandante, sobre todo para quienes no se encuentran acostumbrados a ello. En esta competición he visto entre los jugadores de varios equipos la misma tendencia al desgaste prematuro durante los partidos; la sensación térmica en el terreno de juego puede llegar a los cuarenta grados centígrados debido a los elevados niveles de humedad ambiental: simplemente caminar en esas condiciones supone perder el aliento. El aire es tan denso que, como se dice por aquí, podría masticarse. En el caso concreto del Madrid además hay que sumar los ecos de una temporada apenas concluida en donde la extenuación como consecuencia de la sobrecarga excesiva de minutos (tozudez y mala fortuna mediante) fue el duro pan nuestro de cada día. Se nota. Se percibe en esa sutileza del lenguaje corporal, en esos brazos caídos, en esas miradas que se pierden en lontananza mientras Alonso grita o hace aspavientos condenados a disolverse en la nada: la respuesta al parecer no está en el viento.
Vamos a lo particular. El partido de Miami tuvo sus menos y sus muy menos. La primera parte fue un tablazo en la nuca: por momentos cabeceaba y se me cerraban los ojos como a anciano hiperglucémico. Los brasileños en su versión más espectral (salvo la irrupción de ambos en el gol del minuto 34: Trent-Valverde-Vini-Rodrygo-Gonzalo). El pobre de Jude y sus alas rotas aparecía de pronto sin más presupuesto que la voluntad. Fran García en versión logarítmica y Valverde respirando por la boca con la impotencia de un pez fuera del agua. Courtois en un nivel operativo más que aceptable. Tchouamení eficiente, consistente y resistente. Huijsen a mi juicio notable, como Gonzalo, la sorpresa en la alineación. Al minuto 41, un Ascencio nebuloso abrazó inexplicablemente a Marcos Leonardo quien al instante y como es natural se desvaneció cual señorita victoriana: penal a favor del Al-Hilal. Neves se encargaría de pasar por caja a cobrar la factura. El marcador ya no se movería hasta que el árbitro argentino hizo sonar su silbato para indicar el fin de la contienda. La segunda parte, todo hay que decirlo, había mejorado en arrojo, aunque poco en conciencia de juego: el clarísimo penal a Fran García hubiera sido encontrar oro, pero como no, pues no. Antes de que se me olvide: Arda Güler sigue siendo una gotita de luz en las tinieblas.
ahora mismo Alonso se encuentra buscando crear esa chispa de ignición. Lo logrará, no tengo la menor duda. Espero que su ascendencia sea capaz de reencauzar lo más pronto posible la singladura blanca
El Madrid es todavía un equipo invertebrado, proclive a las flacideces, romo, con un medio campo viscoso y de poca claridad en la mollera. Las tendencias de un equipo no concluyen por decreto, más bien se disipan, se diluyen en una suerte de ecos concéntricos. Lo más conveniente en todo caso (en gestión de equipo lo sabemos) es ganar lo que sea, recuperar la sensación de retribución, porque sin esa gratificación no existe el incentivo para la activación estructural del cambio: ahora mismo Alonso se encuentra buscando crear esa chispa de ignición. Lo logrará, no tengo la menor duda. Espero que su ascendencia sea capaz de reencauzar lo más pronto posible la singladura blanca. Reitero lo que he mencionado antes aquí: es un hombre valiente que asume un gran riesgo y no creo que un fracaso en este Mundial de Clubes disminuya su crédito. Hay que ver cuál será su desempeño puntual en situaciones de normalidad y para eso hace falta tiempo y paciencia. Lo veremos.
Concluyo con una nota simpática: los malquerientes gritan desde la otra orilla, se mofan con risas y pedorretas porque según el decir de sus cansinos e insípidos portavoces esta competición es una mera ocurrencia de la FIFA sin mayor finalidad que explotar la candidez de millones de tontos: ahí está la goleada del Bayern al equipo neozelandés para corroborarlo. Señalan a Alonso, denuncian la rendición de los capitostes del vestuario, anticipan el advenimiento de una larga y oscura era. Acostumbrados a la demagogia, creen que la realidad sigue a las palabras y no al revés. Allá ellos y sus heridas. Lo que sé es que seguirán viendo los partidos desde su casa con la esperanza de que caiga el Madrid y así tener algo que llevarse a la boca. “No están maduras”, piensa y sonríe con picardía el bueno de Esopo que, como muy bien lo sabemos todos, era madridista hasta la médula.
Getty Images