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Así lo percibo, la eliminación de Venezuela del Mundial 2026, tras una dolorosa derrota ante Colombia y una sorprendente victoria de Bolivia sobre Brasil, marca un nuevo capítulo de frustración en la historia del fútbol nacional.

El sueño Vinotinto de la clasificación se desvaneció en el último instante, dejando un sabor amargo que resuena en cada rincón del país. Este desenlace no solo revela las deficiencias en el rendimiento del equipo que, a pesar de mostrar destellos de talento y esfuerzo, no logró materializar sus oportunidades en momentos cruciales, sino que también subraya la urgente necesidad de una reestructuración profunda en la FVF.

La persistencia en mantener un cuerpo técnico extranjero ha demostrado ser ineficaz. Es imperativo considerar la opción de reinstaurar un Director Técnico nacional capaz que comprenda a fondo la idiosincrasia y las particularidades del fútbol venezolano.

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En mi opinión, a pesar de algunos avances, la situación actual demanda una reflexión seria y un compromiso renovado para cultivar el talento local. Es fundamental establecer un proyecto a largo plazo que promueva el desarrollo sostenible del deporte en el país, en particular el fútbol.

Cada vez que se marchitan los sueños de asistir a un Mundial, se pierde también una oportunidad invaluable de unir a nuestra nación en torno a la pasión por el fútbol. Solo así podremos aspirar a competir al más alto nivel y recuperar la confianza de una afición que sigue soñando con ver a su selección brillar en el escenario mundial.

La tarea es ardua, pero con determinación, una visión clara y voluntad política, Venezuela puede renacer como una potencia emergente en el fútbol internacional. ¡Por siempre Vinotinto, yo tengo fe!