La «Fe» hizo el gol en La Paz y dejó sin aire a Maturín | OneFootball

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Balonazos

·10 September 2025

La «Fe» hizo el gol en La Paz y dejó sin aire a Maturín

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La noche en Maturín fue más que una goleada. Fue el último acto de una obra que se vendió como epopeya y terminó como tragedia. Venezuela, con las manos llenas de fe y los bolsillos vacíos de fútbol, se despidió del Mundial 2026 con un 3-6 que no dolió por el marcador, sino por lo que reveló: que nunca hubo una idea, nunca hubo un esquema, nunca hubo un estilo que nos permitiera creer que estábamos jugando a algo.

A los jugadores se les puede criticar por sus errores, por sus desconcentraciones, por sus decisiones en el campo. Eso es parte del juego. Pero no se les puede exigir coherencia táctica cuando nunca se les ofreció un mapa. El Bocha Batista, con su tesis inconclusa, dejó a la selección navegando sin brújula. Y aunque el país está dolido, no podemos quedarnos en el lamento. Hay que mirar al 2030 con la claridad de quien ha aprendido, no solo sufrido.


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El Reto Federativo

La Federación Venezolana de Fútbol tiene ante sí un espejo. Y en él no se refleja solo una eliminación, sino una gestión que confundió respaldo con indulgencia, marketing con proyecto, influencers con periodistas. Es momento de hacer autocrítica y confiar en quienes sienten el fútbol desde la A hasta la Z, no en quienes lo usan como trampolín para otros escenarios.

Porque si algo nos diferencia de Chile o Perú, es que en Venezuela el guayabo dura poco. Aquí, algunas voces que ayer se pintaban la cara con la Vinotinto, mañana estarán detrás de un micrófono hablando de baloncesto profesional, de béisbol, de carreras de caballos. El polideportivismo nos da benevolencia, pero también nos roba memoria. Y así, el dolor se disuelve en la rutina, como si nunca hubiéramos soñado.

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El Riesgo del Marketing Intangible

Durante estas eliminatorias, vimos cómo el “manos tengo fe” se convirtió en dogma. Se vendió como estrategia, como escudo, como identidad. Pero la fe sin fútbol es solo superstición. Maturín fue el fortín impuesto, el escenario blindado, el refugio donde la crítica no llegaba y el espectáculo se disfrazaba de análisis. La prensa especializada fue desplazada por figuras que, sin saber de fútbol, opinaban como si lo hubieran jugado.

Y mientras tanto, el pueblo creyó. Porque el pueblo siempre cree. Cree en los colores, en los goles, en las promesas. Cree porque quiere creer. Pero también merece respeto. Merece un proyecto que no se construya sobre slogans, sino sobre ideas. Merece una selección que no se esconda detrás de filtros mediáticos, sino que se exponga con honestidad.

Batista y el Ventilador

Batista será recordado no por su fútbol, sino por su narrativa. Nos hizo soñar con el repechaje, no por lo que jugábamos, sino por lo que nos contaban. Vendió humo con elegancia, algo que ni Páez ni Farías se permitieron cuando el camino era cuesta arriba. En aquellos tiempos, la prensa no era complaciente, y el fútbol era más verdad que espectáculo.

Se cierra el capítulo. Fue atractivo, sí. Se compraron corazones, se regalaron ilusiones. Pero también se hipotecó el futuro. Y aunque esta página se entierre en un mes, el eco de la goleada en Maturín seguirá resonando como advertencia: la fe sin fútbol no clasifica, y el olvido sin aprendizaje solo garantiza que volvamos a tropezar.

Creemos que antes de pensar en el próximo ciclo, la FVF debería hacer un diagnóstico profundo con quienes han estado al lado del fútbol venezolano durante los últimos cuarenta años. No para rendirles homenajes ni para llenar auditorios con placas y discursos, sino para reconectar el fútbol con su gente, con quienes sí creen, con quienes han aprendido a convivir con esta realidad sin perder la pasión. Porque el fútbol no se construye desde los likes ni desde los pasillos del poder, sino desde la memoria colectiva, desde el barro de las canchas olvidadas, desde la voz de quienes han vivido cada fracaso como una herida propia. A veces, es mejor un crítico que te empuje a crecer, que un adulante que te arrulle hasta el fondo del foso.

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El Renacer del Boom Vinotinto

Si algo se rescata de estas eliminatorias es el despertar emocional del país. La generación post pandemia volvió a vivir el fútbol con intensidad, aunque muchos no conocieron a técnicos como Páez o Farías. El monstruo dormido se agitó, pero fue hipnotizado por redes, viajes y promesas que nunca se cumplieron.

No queremos ver más ruedas de prensas con paisanos de Batista preguntándole si ya comió arepa, no queremos que nuestro fútbol se parezca a la Liga Monumental, queremos que Venezuela llegue a un mundial con ideas, con futbol, con esquemas, más allá de las diferencias que puedan existir entre los paises, esto no se acaba, ya en un mes se juegan unas fechas FIFA y allí seremos un sparring, posiblemente con un técnico interino, o con quien posiblemente la FVF tenga en su hoja de posibilidades.

Más allá de tantas realidades nos queda el buen sabor de que el fútbol de selección volvió a paralizar al país, volvió a consolidar marcas, hizo soñar a los venezolanos. Ahora solo queda que la Federación pueda en el menor tiempo posible, diagnosticar los errores, analizar cada situación rocosa, y por qué no, llamar a quienes por una u otra razón dejaron por fuera durante este ciclo, dejando a un lado esa posible soberbia que cobija ciertos pasillos de nuestro balompié. A Batista no debemos decirle que recoja sus cosas, porque nunca vivió en el país, y pese a que no lograr los objetivos, debe agradecer que por una u otra razón, gran parte de los medios fueron complacientes con su gestión.

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