
La Galerna
·21 Oktober 2025
Las enseñanzas madridistas de Julio César

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Confesado o no, un libro encierra siempre un propósito. Y el último de Posteguillo, Los tres mundos, tercero de su saga sobre César, nos deja una doble llamada que merece la pena subrayar y guarda cierto paralelismo con el Madrid y su ADN.
De un lado, el autor de novela histórica más vendida de España repara en un hito no siempre observado en toda su dimensión, la construcción de un puente entre los ríos Mosela y Rin. Sucedió en el contexto de la guerra de las Galias, cuando el general romano, con el doble objetivo de sortear el obstáculo de la naturaleza e infligir un golpe moral a los enemigos germanos, encargó a Vitrubio la quimérica misión no sólo de hacerlo, sino de lograrlo en diez días.
Y lo consiguió. Y los romanos pasaron, intimidaron, y ganaron. Pero no sólo eso, y aquí viene lo más audaz de la operación: dos semanas después del prodigio, César ordenó destruir el puente como demostración de que únicamente ellos podrían volver a levantarlo. Se conocen pocas demostraciones de poder más aplastantes en la historia.
La segunda idea fuerza del libro desmiente una perfectamente anquilosada en el imaginario colectivo. Las Galias, el territorio que encumbró a César, no se circunscribía únicamente a Francia, sino que se extendía por lo que hoy es Bélgica, Holanda, parte de Alemania y el norte de Italia. Así que podemos concluir que el hombre que terminó con la república oligárquica romana y cambió el sino del mundo occidental conquistó Europa (o gran parte) antes de regresar a su origen para celebrar el merecido triunfo.
Por tanto, tenemos Europa y una hazaña que sólo un actor histórico es posible de protagonizar. ¿No les suena? Seguro que si les menciono términos como ‘noches mágicas’ o Bernabéu (a donde mañana retorna la Champions) ya terminan de apuntar el tiro hacia las remontadas del Madrid (Salva Martín: "El Madrid convierte lo paranormal en cotidiano" - La Galerna). Y es que, como en el caso de la osadía de César, lo más asombroso para propios e inquietante para extraños de los milagros blancos -desde el de Derby (1975) hasta el del Bayern (2024)-, no reside en su capacidad de lucha hasta el final. Ni siquiera el desafío a la razón de los goles in extremis. Sino que radica en la conciencia de que sólo el Madrid es capaz de bailar sobre la cuerda, regresar de donde los muertos y desafiar al más incrédulo. Porque remontar no es parte de su vida, sino su vida misma.
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