Grada3
·8 September 2025
Monza 2010 o cuando Alonso fue eterno con Ferrari

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·8 September 2025
Han pasado quince años, pero para los tifosi de Ferrari y para Fernando Alonso el recuerdo sigue intacto. El 12 de septiembre de 2010, Monza rugió como pocas veces lo ha hecho. Ese día, el piloto asturiano logró algo más que una victoria. conquistó el corazón de la grada más apasionada de la Fórmula 1 y se grabó para siempre en la memoria de Ferrari.
Porque no fue solo un triunfo en la Fórmula 1, fue el día en que un piloto español se hizo eterno en el templo de Ferrari, arropado por la pasión de los tifosi.
Hablamos de un 2010 que era el primer año de Alonso en Ferrari. El fichaje había sido anunciado como el inicio de una nueva era, la gran apuesta de la Scuderia para recuperar la gloria perdida desde la marcha de Michael Schumacher. Y en Italia, el reto era mayúsculo.
Monza era la cita señalada en rojo en el calendario, la carrera en la que no valían excusas. Ferrari no ganaba allí desde 2006 y la presión, para un recién llegado como Alonso, era persistente. Más en un año donde las previsiones para el campeonato se estaban borrando. Claro, las matemáticas decían que había opciones aún, pero el F10 era un coche que estaba notablemente por debajo del rendimiento del McLaren de Hamilton y Button -Lewis era el líder del campeonato- y del Red Bull de Webber y Vettel.
Desde los inicios se la conoce como la pista mágica, ya que para los italianos, en los 5793 metros del Autódromo Nazionale Monza, cualquier cosa puede ocurrir. La tradición es ver una gran marea roja apoyando a los hombres de Ferrari en su carrera de casa y lo cierto es que, en el año 2010, vivieron una tarde inolvidable con la victoria de Fernando Alonso. La misma fue la que le hizo creer en una remontada por el Mundial que parecía más posible que nunca. Un Mundial que volvió a nacer aquí para el genio astur.
Y es que en su primer año vestido de rojo, el de Oviedo tuvo la posibilidad de ganar su tercer título mundial. A falta de seis carreras, el gran circo desembarcaba en Italia con Alonso 40 puntos por detrás del líder del campeonato, que en aquel momento era Lewis Hamilton. Su monoplaza no era, ni de lejos, el mejor sobre la pista y tanto el McLaren-Mercedes como el Red Bull le superaban. Sin embargo, el español siempre supo sacar un plus a sus coches.
La temporada estaba siendo tan vibrante como impredecible. Red Bull dominaba en clasificación con Vettel y Webber, McLaren amenazaba con Hamilton y Button, y Ferrari se mantenía en la pelea gracias a la consistencia del asturiano. Monza llegaba con Alonso necesitado de un golpe de efecto en la lucha por el título. Pero también con la obligación moral de regalarle una victoria a la afición más apasionada del mundo.
En la rueda de prensa del Gran Premio de Bélgica 2010, en la carrera anterior, algunos periodistas italianos movían la cabeza con incredulidad mientras Alonso repetía que el título era aún posible, con aquel «nuestras opciones son 50/50». Pero su error en Spa le había hecho perder, de golpe, todos los puntos recuperados desde Gran Bretaña. De los 47 de entonces se había vuelto a los 41 de Bélgica, frente a Hamilton, con seis carreras para terminar. Pero ahí cambió todo.
Pocos escenarios en el automovilismo pueden compararse con Monza. El ‘templo de la velocidad’ respira historia en cada curva, y aquel domingo la atmósfera era irreal. Las gradas, teñidas por banderas de Ferrari, bengalas y cánticos, recordaban más a un estadio de fútbol que a un circuito de Fórmula 1.
La salida fue limpia, con Button defendiendo la primera plaza y Alonso pegado a su alerón trasero. El español lo intentó en varias ocasiones, buscando el rebufo en las rectas interminables de Monza. Pero el inglés resistía con temple británico. Durante más de veinte vueltas, el duelo se mantuvo en un equilibrio tenso, casi agónico.
ERCOLE COLOMBO
«Fernando Alonso maneja la presión mejor que Schumacher«, llegó a declarar su antiguo director deportivo en Renault, Pat Symonds. El propio Alonso ha reconocido que ante retos bajo extrema tensión es cuando mejor rinde. Como en 2007, ante la situación interna en McLaren, también con el título en juego. Como en su último año en Ferrari, en 2014, para salvar las escasas opciones con los de Maranello.
El Ferrari número 8 del español no encontraba el resquicio para superar al McLaren en pista, pero entonces llegó el momento decisivo: la estrategia de boxes. En la vuelta 36, Ferrari movió ficha. La llamada por radio fue clara y el equipo ejecutó con perfección quirúrgica. Alonso entró, cambió neumáticos en 3,4 segundos -todo un hito para aquella época- y volvió al asfalto con la sensación de que algo grande podía pasar. Cuando Button detuvo su McLaren una vuelta después, la magia se desató: el asturiano emergía por delante.
Quedaban quince vueltas, y Button no estaba dispuesto a dejar escapar un triunfo que le pondría con todavía muchas opciones de pescar su segundo Mundial consecutivo en un campeonato que llegó a tener hasta cuatro aspirantes al título. El inglés se mantuvo pegado al Ferrari, buscando cualquier error, pero Alonso resistió. Cada paso por meta era un grito colectivo, cada frenada en la Variante Rettifilo un suspiro contenido. La grada se balanceaba entre la euforia y el miedo, consciente de que cualquier detalle podía cambiarlo todo.
Pero en Monza Alonso no falló. Cuando ondeó la bandera a cuadros, Monza explotó. Miles de tifosi invadieron el circuito, corriendo hacia el podio bajo el tradicional puente de recta. Allí, vestido de rojo, Fernando levantaba el trofeo con una mezcla de alivio y orgullo. A su lado, Massa y Button completaban un podio que parecía secundario: el protagonista absoluto era Ferrari, y el héroe de la jornada se llamaba Alonso.
Alonso logró aquel día de septiembre de 2010 en Monza, Italia, la que fue la victoria número 24 de su carrera, igualando entonces a toda una leyenda como Juan Manuel Fangio, lo que le colocaba, entonces, octavo en el ranking histórico a solo un triunfo de Jim Clark y Niki Lauda. Hoy, 15 años después, Fernando tiene 32 victorias y es el quinto con más victorias en la historia de la F1.
Ansiosos por encontrar al piloto que devolviese la gloria a Ferrari, los tifosi se rindieron pronto a la calidad de Alonso. La victoria en Monza selló ese amor mutuo y provocó un estallido de alegría en el icónico circuito. La ceremonia en el podio fue masiva, con miles de personas en una recta de meta que, con su kilómetro de distancia, se quedó corta.
Aquel triunfo fue mucho más que una victoria. Fue el momento en que Alonso se consagró ante los tifosi, el instante en que pasó convertirse en el ídolo de Ferrari. La comunión fue total para un matrimonio que duró cinco años. «Sabía que Ferrari nunca se rendiría, porque está aquí para ganar cada fin de semana. Pero intenté asegurarme que entendieran que yo tampoco me rendiría nunca«, dijo.
En lo deportivo, aquella victoria también tuvo un peso crucial. Alonso en Monza se reenganchaba a la lucha por el campeonato y dejaba claro que Ferrari seguía viva frente al dominio de Red Bull. Después de aquel día, salía a 21 puntos del liderato. Luego, llegó a ganar dos carreras más, la siguiente quince días después en Singapur en un duelo con Vettel que marcó buena parte de las aspiraciones al Mundial.
Hasta la última carrera en Abu Dhabi, ya como primero en la general, el título estuvo al alcance. O lo que es lo mismo; a falta de seis carreras, Alonso supo darle la vuelta a un campeonato en el que llegó a situarse 41 puntos por detrás. Aunque finalmente se escapó en una noche amarga que todavía duele.
Aquel día para Alonso en Monza fue como remontar una gran goleada y, en el último minuto del partido, echar el balón fuera con la portería casi vacía. Así perdió el título de 2010. Posiblemente, uno de los episodios que más han marcado su vida deportiva. Haber logrado su tercer entorchado habría dado a su carrera del astur otro cariz, menos urgencia y ansiedad deportiva.
De todos modos, para el piloto, esta de Italia -la segunda tras hacerlo en 2007 con McLaren- fue una de esas victorias que definen una carrera. No solo porque sumaba 25 puntos, sino porque lo consagró como parte de la historia de Ferrari. De hecho, tras ese triunfo de Fernando, nadie consiguió ganar en aquel templo hasta nueve años más tarde, que lo hiciera Leclerc en 2019. Monza 2010 es el recuerdo de un día en el que un español, en el coche más deseado del mundo, conquistó a la afición más exigente del planeta.