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·24 Desember 2025
Para crecer, hay que cuidar a nuestros jugadores (por @NachoJOsorio1)

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Por Ignacio Osorio
Durante los últimos años, uno de los variados ítems en los que ha criticado al desarrollo del fútbol chileno post Generación Dorada, es la falta de recambio, de jugadores que, en distintos roles, puedan sumarse a la Selección de modo tal que esta pueda ser competitiva, acercarse en algo a lo que fueron aquellos años de gloria.
Sumar variables a un cuerpo de jugadores permitirá no solo mejores variables táctica – como es sabido-, sino también alimentaría y propiciaría la competencia dentro de un plantel, el famoso “problema positivo que a cualquier técnico le gustaría tener”. Pues, en el caso de Chile no ha sido así desde hace ya años.
En el último tiempo, han aparecido algunos jugadores que impactan de tal manera que el hincha común – y uno mismo como periodista- se pregunta
¿Dónde habían estado antes? Su aparición (y por ende su impacto), se da, desde luego, en diferentes contextos y de manera repentina, eso para quienes de pronto no siguen las divisiones más bajas de la estructura general del fútbol chileno. Quienes han seguido con cierta regularidad escalafones como la Segunda División, o incluso la Tercera A y B, podrán confirmar que en Chile sí hay talentos, sí existen jugadores que puedan hacer de una primera división, un espacio mucho más competitivo, pudiendo estos jugadores sumarse, eventualmente, a la Selección; o bien, hacer de la misma un ecosistema más exigente, en el que los prospectos que sí se perfilan para ser absolutos por Chile, puedan tener mejor roce y llegar mejor preparados.
Esta especie de “fenómeno” tiene varios ejemplos, todos ellos jugadores que han aparecido en nuestro fútbol y han ocasionado un impacto no menor debido a sus características y las posibilidades que brindan dentro de la cancha, llamando la atención de conocedores, público general y por supuesto, de los periodistas. La mayoría de ellos tienen un factor en común:
haber dado la vuelta larga, haber tocado, incluso, las profundidades del fútbol amateur o aficionado; otros, con algo mejor de suerte, han estado un tiempo en la maltratada Segunda División Profesional.
A continuación, algunos ejemplos de estos offsiders o trotamundos del fútbol chileno:
El delantero de 25 años, que comenzara a hacerse un nombre en Deportes Melipilla, tuvo pasos por las divisiones formativas de Colo-Colo, club en el que no pudo hacerse de un espacio, situación que lo llevaría a buscar suerte a Deportes Linares en el 2020, con 20 años de edad. Sus buenas performances lo llevarían a subir otro peldaño, en Segunda Profesional, llegando a San Antonio y Melipilla, casi de manera continua. En Los Potros, Ovalle, de en ese entonces 22 años, sería una de las máximas figuras de la división, llamando la atención un joven pero meteórico equipo, recién ascendido a Primera División, Deportes Limache. En los llamados Tomateros le costaría hacerse un espacio en primera, partiendo a Deportes Concepción, siendo una pieza clave para el ascenso lila.
Ovalle, de características desequilibrantes por banda, encarados y asociativo, es de esos jugadores que de pronto hacen olvidar que el fútbol profesional requiere de tácticas, y que es posible jugarlo, también, como se hace en el barrio.
Oriundo de la profusa cantera de los campos de San Vicente de Tagua-Tagua, Juan Tobar es otro caso de un juvenil con potencial que fue mal manejado, quedando libre de Ohiggins – club que suele recibir la mayoría del talento de la zona-, viéndose obligado a darse una vuelta por General Velásquez, club en el que estando, pensó en dejar el fútbol. Tobar, de
características sumamente técnicas y buena lectura de juego, incluso tuvo la oportunidad de ir a dos microciclos de la Selección encabezada por Eduardo Berizzo.
Probablemente el nombre con mayores luces de este breve listado, tuvo pasos por diversos clubes del ascenso profundo de nuestro fútbol. De características inusuales, con más de 1,90 mts. de estatura, Pino hizo su debut en el fútbol amateur, más precisamente en Deportes La Pintana, donde convertiría 8 goles en 23 partidos, lo que sumado a sus cualidades de juego, lo hicieron acreedor de sumarse a las filas de Deportes Recoleta (con 12 goles en 18 partidos), y seguir escalando en su carrera, pasando por Melipilla, Universidad de Concepción, La Serena e Iquique, entre otros, completando, de momento más 115 participaciones de gol en poco más de 200 partidos jugados, números y cualidades que incluso lo han hecho ser un jugador satélite de la Selección, en imperiosa búsqueda de un 9.
Así como los jugadores aquí listados, hay varios más; hubo varios, muchos sin suerte. La gran pregunta es: ¿Qué pasaría si en el fútbol chileno se trabajara mejor – y a edad adecuada- a estos jugadores que, por azares de la vida y el fútbol deben darse una vuelta un poco más larga?
Como actividad, nos hace falta revisar o tener ciertos protocolos de retención, scouting y detección de jugadores que de pronto “hacen patria” de su talento en espacios poco vistos y valorados, pero que de todas manera pueden ser, en variados contextos, un aporte a la actividad, a mejorar su exigencia y por qué no, a la Selección, tan maltratada últimamente.
El llamado es, precisamente, a mejorar (y a tener) estos protocolos, a darle una oportunidad al talento nacional, a creer que Chile puede tener buenos jugadores y que no todos los recursos y esfuerzos se los lleven futbolistas extranjeros.









































