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La Galerna

·30 Desember 2025

Sólo vale ganar, jugar no toca todavía

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Como corresponde a cada final de año, hay que empezar a hacer la lista de buenos propósitos. Apuntarse al gimnasio, preparar el maratón de abril, no cabrearte más con tu jefe y, como dice TelecoCalvo: no comer nada a partir de las doce de la noche ni jugar al póquer con personas cuyo apellido sea el nombre de una ciudad. Qué grande...

Al Real Madrid ya sólo le pido una cosa: ganar. Miren, puedo vivir con este fútbol raquítico, con el desorden en la presión, con Vini o Mbappé caminando cuando pierden la pelota. Cristiano hacía lo mismo, quedándose tranquilamente en fuera de juego mientras el equipo recuperaba la posesión y él seguía caminando por detrás de los defensas. Me ponía malo. Puedo soportar a un Valverde en slow motion, a Carreras y a Trent regalando balones, a los centrales liándose dentro del área y a Güler perdido mientras Bellingham hace kilómetros en todas las direcciones. Puedo con todo. Ya he visto casi todo.


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Vendrán tiempos mejores, venderemos y ficharemos, recuperaremos a talentos cedidos. Tal vez surja algún crack de la cantera en el mediocentro que vuelva a manejar los partidos, que sepa qué hacer con el balón, que juegue en corto tocando y moviéndose o que le ponga al balón un flight by wire para el juego largo como hacía Kroos, antes Ramos, antes Alonso, antes Beckham.

A estas alturas sólo quiero volver a ganar. Me da igual qué sea de Rodrygo, Camavinga, Brahim, Fran, Mendy, Alaba, Rüdiger y, si me apuran, de Trent y de Huijsen la siguiente temporada. En esta, lo que quiero es ganar como sea, empezando por la Supercopa. Con dos empates y penaltis; o uno a cero cada partido con goles en propia meta de Koke y de Cubarsí. Me sirve cualquier cosa, un gol con el culo, con la mano en un improbabilísimo despiste de González Fuertes en el VAR.

Al Real Madrid ya sólo le pido una cosa: ganar

Sólo eso nos hará volver a competir en liga. Hace falta un shock, una coña, una victoria inesperada. No tenemos un problema de juego, de sistema, de entrenador. Hemos perdido la competitividad. Las ganas. El fútbol. Que Vini esté indolente lo puedo entender: el Vini infantil y confiado que hablaba con devoción filial del "presi" ha desaparecido. El atraco del Balón de Oro de 2024 le ha catapultado a la edad adulta, a la malicia y al lado oscuro del deporte: al egoísmo de la estrella. Nos ha quedado un futbolista diferente, profesional y metódico. Ya no se cabrea. Sólo ríe amargamente. Ahora ve a Florentino como a un jefe y quiere un megacontrato aquí o donde se lo den. El agravio le dejó como a Carrie cuando le arrojaron un cubo de sangre de cerdo sobre el pelo y su vestido azul de princesa en el baile de final de curso. A diferencia de ella, ni Vini, ni nosotros, lamentablemente, tenemos superpoderes para hacer pagar a los culpables de la misma forma que lo hizo Carrie. A mí, ganas no me faltan, ni imaginación.

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Desde entonces, ese virus está contaminando el vestuario. Puedo estar equivocado, por supuesto, pero creo que tanto los más jóvenes como los nuevos no pueden con la tensión. No es normal ver al melancólico Trent, un campeón de Europa, con esas miradas silenciosas con los ojos como platos, que muestran que tiene más miedo que siete viejas. Está flipando, si me permiten una palabra ochentera. Todos han perdido algo en los últimos seis meses. Huijsen está hecho un flan, después de demostrar una frialdad que nos heló la sangre en sus primeros partidos. Brahim está intrascendente y sin chispa en sus minutos. Rüdiger y Asencio raspando el aprobado, despistados. Parecen otros futbolistas. Están tocados. Huelen lío gordo en el horizonte como las golondrinas anticipan el frío a finales de septiembre.

Alonso contribuyó al desorden desatando el fuego del infierno. Sentar a Vini en el minuto 72 del partido contra los corruptos fue como lanzarle plumas de ganso a Carrie después del baño de sangre. Fue enseñarle la puerta de la calle a un hijo después de una bronca familiar. Sabes que si llega a cruzar el umbral algo se habrá roto para siempre. Aún no sabemos si lo ha cruzado ya o no, ni de qué depende. Vini tiene muchas, muchísimas bocas que alimentar, muchos dedos que llenar de sortijones, muchas muñecas que adornar con fantásticos Audemars Piguet con bisel de diamantes y muchos hombros que cargar con bolsos de Louis Vuitton. Y todos los dedos, muñecas y hombros tienen una boca que le susurra que el madridismo quiere más a otro.

Sólo resisten los dos verdaderos pesos pesados del equipo: Courtois y Mbappé

Sólo resisten los dos verdaderos pesos pesados del equipo, a falta de Dani Carvajal. El que para y el que golea. Courtois y Mbappé ven el panorama con distancia. El belga hizo la mili en el Atlético, eso curte a cualquiera, y el francés se pudo escapar del manicomio de París a tiempo, justo cuando el doctor Luis Enrique empezaba a poner orden. Es lo único sano del equipo ahora mismo.

Le intuyo personalidad y determinación a Asencio, a Mastantuono, ambos quieren el puesto y se van a agarrar a él con uñas y dientes. Veo algo parecido en Endrick. Tiene fuego. No le van los lloriqueos. Incomprensible su cesión. Rodrygo tal vez esté barruntando que se puede echar el equipo a la espalda en estas horas bajas y redimirse con la afición, que no olvidará fácilmente los últimos meses de la temporada pasada.  Falta sólo un poco más para ganar partidos, no mucho: Bellingham en su sitio, llegando al área; un Mastantuono peleón, Tchouaméni centrado en lo suyo, Valverde despejando lo que sea que le esté nublando la mente, y un par de canteranos donde hagan falta. Eso debería ser más que suficiente para cortar la hemorragia. Con dos o tres exhibiciones de coraje (no de juego) consecutivas en el Bernabéu, volveremos a pelear la liga.

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Lo hemos visto muchas veces. Los neomadridistas no lo entienden, pero esto también es el Real Madrid. El de los galácticos no está lejos de lo que nos está desesperando. Aquí se ha silbado a Beckham, a Zidane, a los dos Ronaldos. A Míchel. Y las cosas no mejoraron con silbidos, como creen algunos sabios que dictan sentencias semanalmente. Las cosas sólo mejoraron con grandes cambios. La salida de Florentino en 2006 terminó en un seísmo que deshizo el equipo. Lo volveremos a ver en 2026 (el seísmo, no la marcha de Florentino, Dios mediante).

Dos ligas y dos años en blanco después emergió un joven Cristiano que empezó a poner las cosas en su sitio. Tras algún experimento fallido en el banquillo, la reconstrucción quedó en manos de un sargento de hierro que cambió la historia del club. No estamos aún en eso, pero andamos cerca. Alonso está en el Coliseo, bajo el sol, esperando los leones. Ojalá sea diestro con la espada, porque este equipo no funcionará. Puede ganar, pero no funcionará. Los vicios ya duran demasiado. Va a costar, porque lo que pudo ser, lo que imaginamos que sería, ya no será. Pero será otra cosa y esa cosa nos llevará, de nuevo, a los títulos. Es el destino. Tal vez, hasta tengamos suerte y nos toque medirnos solamente a los rivales del césped. Ya queda menos para todo.

Feliz Nochevieja, madridistas.

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