La Galerna
·7 novembre 2024
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Soy socio abonado desde el año 2000, y cuando me refiero al Bernabéu, me incluyo sin reservas. Sí, creo sinceramente que el Santiago Bernabéu está aborregado. Quizá sea el precio de haber ganado tanto, pero la realidad es que hemos perdido nuestro espíritu crítico, y el estadio parece dormido. Permítanme que me explique.
Este proceso de aborregamiento no ocurre de la noche a la mañana. Para mí, la “revelación” llegó en febrero de 2023, con la aparición del caso Barça-Negreira.
Cuando se destapó la presunta corrupción del club catalán —bueno, retiro lo de “presunta”—, pensé que en el primer partido en casa tras el escándalo el Bernabéu sería un clamor. Yo mismo, un poco orgulloso miembro del gremio de “los piperos,” llegué dispuesto a darlo todo. Sin embargo, lo que vi y sentí me decepcionó profundamente. No recuerdo exactamente el partido, pero los cánticos iniciados por la grada de animación apenas se propagaron por el estadio. El Bernabéu permaneció, en su mayor parte, en una inquietante calma.
Una cosa es estar eternamente agradecido a Ancelotti, y otra muy distinta es no criticar el mal juego y sus decisiones cuestionables, así como el bajo rendimiento y en algunos casos bajo compromiso de muchos jugadores
Poco después, el 2 de marzo, el Barça vino al Bernabéu en un partido de Copa del Rey. Y pensé que ese día sí. Estaba convencido de que este sería el momento. Imaginaba al mundo entero contemplando nuestra indignación ante la corrupción arbitral que el FC Barcelona había mantenido durante años. Fui sin pipas, seguro de que esa noche el Santiago Bernabéu sería un rugido incesante. Pero, para mi sorpresa, no se vivió esa atmósfera infernal que, sin duda, ellos habrían generado si los corruptores hubiéramos sido nosotros. Se gritó “corrupción en la Federación” algunas veces, sí, pero no percibí ese fervor en el ambiente. Y desde entonces, mi percepción del Bernabéu cambió. Ese día me quedó claro: el Bernabéu estaba, sin duda, aborregado.
Pocos días después, pudimos ver como San Mamés fue mucho más beligerante cuando el Barça visitó Bilbao. Incluso les lanzaron cientos, si no miles de billetes, en un acto que dejó indignado al club catalán. Pero fueron ellos quienes lanzaron los billetes, no nosotros.
Incluso hace pocos días, en el partido de Copa entre Las Rozas FC y el Sevilla, al que asistí, se escucharon más gritos de “¡Corrupción en la Federación!” que en cualquier encuentro reciente del Bernabéu. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
Es cierto que la grada de animación intenta lanzar cánticos contra la RFEF en cada partido, pero la verdad es que el resto del estadio no se une o lo hace con una intensidad mínima.
Parece que, después de tantas Champions, ya nada nos importa, o por lo menos no lo manifestamos. Este es un error gravísimo, porque una de las claves del éxito de este club ha sido siempre su altísima autoexigencia
Pero el colmo han sido los últimos desastres ante el Barça y el Milan, en donde al final del partido apenas hemos mostrado nuestro malestar con el equipo. Una cosa es estar eternamente agradecido a Ancelotti, y otra muy distinta es no criticar el mal juego y sus decisiones cuestionables, así como el bajo rendimiento y en algunos casos bajo compromiso de muchos jugadores. Los tímidos silbidos al final de ambos partidos me resultaron muy insuficientes.
El Bernabéu se ha vuelto muy conservador. Parece que, después de tantas Champions, ya nada nos importa, o por lo menos no lo manifestamos. Este es un error gravísimo, porque una de las claves del éxito de este club ha sido siempre su altísima autoexigencia.
El Bernabéu está aborregado, y espero que se desaborregue antes o después.
Getty Images.