
La Galerna
·7 settembre 2025
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La Liga ha vuelto a retratarse, y lo ha hecho con la misma paleta de siempre: privilegios para ese club del que usted me habla y rigidez normativa para el resto.
El último episodio del esperpento es de manual: el cliente de Negreira, incapaz de reabrir el estadio de las mil y una irregularidades porque los permisos municipales duermen el sueño de los justos (mejor, porque si despiertan les da un parraque) pedía jugar su partido contra el Valencia en el Estadi Johan Cruyff. Problema: el reglamento de la propia Liga establece que un estadio de Primera División debe contar con un mínimo de 15.000 localidades (u 8.000, según la última reinterpretación chapucera del texto).
Y el Johan Cruyff, coqueto pero diminuto, apenas llega a 6.000 asientos. Conclusión lógica: inadmisible. Conclusión de La Liga mugrienta de Tebas: ¡adelante, adelante, que no decaiga la fiesta! Solo faltaba el ínclito presidente de la institución vestido de payaso inflando globos en la puerta del Johan Cruyff para completar la estampa.
El argumento oficial es que se trata de una “situación excepcional de fuerza mayor”. El Camp Nou está en obras, el Olímpic de Montjuïc ocupado, y la temporada no espera. Como si al resto de clubes no les hubiera tocado nunca lidiar con incomodidades, prórrogas de obra y estadios a medio hacer.
El Johan Cruyff será, durante un día, estadio de Primera. No porque cumpla los requisitos, sino porque conviene al palanquero mayor del Reino y, por ende, conviene a Tebas
Además, el concepto de “fuerza mayor”, tan traído y llevado cada vez que a alguien le interesa, sólo atiende a criterios meteorológicos o de carástrofes, sean o no naturales… un volcán, un terremoto, un avión que se cae, un huracán, pero no un señor de Burgos con gastroenteritis ni unas obras en un estadio. El pagador de Negreira, ya sabemos, vive en un eterno estado de emergencia que exige compasión normativa y, si me lo permiten, impunidad continuada.
Lo llamativo no es que La Liga autorice parches, sino que lo haga a costa de pulverizar su propio reglamento. Porque si las normas son flexibles cuando conviene al de siempre, ¿para qué demonios sirven?
Existe un principio general del Derecho administrativo que es preciso recordar: la inderogabilidad singular de los reglamentos. Me explico para los legos (y para algún que otro “Gañán” que dice saber de lo que no tiene ni pajolera idea) La administración(y no olvidemos que las federaciones deportivas son sujetos de derecho administrativo) no puede hacer que, para un caso o persona concreta, no se aplique una norma determinada. O sea, que las normas reglamentarias son ejecutivas para todos siempre.
El contraste con otros casos históricos resulta sangrante. El mensaje a los modestos fue siempre implacable: o cumples o no juegas.
El dictamen era inequívoco: la ley es la ley, salvo que seas el cliente de Negreira.
Al Numancia se le exigió gradas supletorias. Al Eibar, ampliaciones carísimas. A ese club del que usted me habla le basta con instalar unas cámaras de VAR, un par de cables de fibra óptica y una sonrisa de circunstancia. Para los pobres, el reglamento es una losa; para el club que se está pasando el juego “Código Penal”, un chicle que se estira hasta donde haga falta.
El contraste con otros casos históricos (eibar, Numancia, levante...) resulta sangrante
Imaginemos por un instante a Osasuna o al Cádiz planteando jugar un partido de Liga en un estadio de 6.000 localidades. No habría clemencia: sanción, traslado forzoso y regañina pública por atentar contra “la imagen de la competición”. Pero con el club multidefraudador la imagen de la competición se estira hasta convertirse en un chiste malo. Este episodio no es un lunar aislado, sino otro punto en la línea continua de concesiones. En los últimos años, La Liga se ha convertido en una oficina de excepciones azulgranas: ya sea el calendario, ya sea el VAR, ya sea el control financiero que se aplica como un látigo a unos y como una pluma de faisán a otros.
El Johan Cruyff será, durante un día, estadio de Primera. No porque cumpla los requisitos, sino porque conviene al palanquero mayor del Reino y, por ende, conviene a Tebas. Es la misma ecuación de siempre: cuando las normas estorban, se doblan.
Cuando el agravio es evidente, se camufla con la palabra “excepcionalidad”. Lo del Johan Cruyff no es solo una chapuza logística. Es la enésima prueba de que el reglamento de La Liga es una partitura que solo suena afinada cuando toca el violín blaugrana. Para el resto, metrónomo implacable. Para estos, samba de excepción.
El problema no es que los del seny jueguen un partido en un estadio de 6.000 almas. El problema es que lo hagan con la venia de la misma institución que negó a clubes modestos el derecho a soñar sin hipotecarse en cemento.
Me despido con la indignación diaria, pero con la frase de nuestro amigo Javi: Ser del Real Madrid eslo mejor que una persona puede ser en esta vida.
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