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·22 gennaio 2025
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Lo de anoche en el Metropolitano fue una noche mágica. Una de esas que vertebran la historia, que ayudan a encajar bien las piezas, a enseñar los valores y tantas otras cosas que los rodean. No es la victoria, que también, pero no es sólo la victoria, que no es más que la consecuencia inevitable de todo lo demás. Es lo que subyace de ella, la capacidad de enfrentar la adversidad, la manera de sostenerse cuando todo se derrumba a tu alrededor, las varias vidas en una sola y sobre todo, entender que hay cuestiones que solo pueden resolverse desde la emoción, que hay vidas que solo pueden entenderse desde ahí, desde un sentimiento profundo e inexplicable que mueve todo lo demás, incluso aquello que parece imposible de mover. Todo eso es el Atlético de Madrid. Muchos lo vieron pero tal vez no todos lo entendieron. Ni falta que hace. Pero eso es, algo único, inconcebible, y por supuesto, extraordinario.
Llegaba el Leverkusen con una racha inmaculada de victorias, uno de los equipos más en forma de Europa y lo demostró desde el minuto uno dominando de cabo a rabo la pelota, el juego, el partido. No entró con buen pie el Atleti, se defendía como gato panza arriba muy encajado en su área, no conseguía conectar contragolpes, salir de alguna manera de aquel asedio posicional y cuando tan mal estaban las cosas, se pusieron peor. Barrios cometió un error de infantil y realizó una entrada de estas exageradas, sin maldad, de pura imprudencia, que lo llevó a la caseta con una roja directa avisada al árbitro desde el VAR. Si las cosas estaban mal con once, faltaban setenta minutos para encararlas con diez.
Los de Simeone empezaron ahí a demostrar uno de los preceptos básicos de toda su filosofía, la fortaleza del grupo. Los jugadores entendieron a la perfección que jugar estar con uno menos podía ser una oportunidad de estar más juntos, de demostrarse que el grupo siempre es más importante que el individuo y a fe que lo hicieron. Los de Xabi Alonso no supieron gestionar la ventaja, se vieron tan superiores tal vez, que cuando llegaban al último eslabón defensivo perdían las ideas. El Atleti se defendía cómodo en su bloque bajo. Esperaba el descanso para escuchar las palabras mágicas pero justo antes, en el cuarenta y cinco, en una pelota al segundo palo mal defendida por Giuliano, el conjunto alemán asestó el mazazo del gol y se adelantó en el marcador. Así, todo el mundo cabizbajo a los vestuarios.
Parecía imposible darle la vuelta a ese partido con un jugador menos, pero el Atleti hizo lo simposible, como suele acostumbrar. Entró Reinildo para suplir a un golpeado Galán y todo ele quipo salió con convicción cuando cualquier otro hubiera salido con conmiseración sobre su propio mal. Cda uno de los jugadores que estaban en el campo supo exactamente lo que tenía que hacer en cada momento. Había uno menos, pero también había uno más, porque la grada entendió que era una noche de Atlético de Madrid, y el Atleti no es nada sin su gente, que empujó de una manera que hacía temblar los televisores a cientos de kilómetros de distancia. Entonces, todo eso, generó un torbellino emocional en el que el Bayer no supo manejarse. De repente el equipo más en forma de Europa se vio engullido por una fuerza extraña con la que no contaban, y que se desató con un pase largo de Griezmann que parecía no ir a ningún lado, pero allí apareció al galope Julián, cruzando todo el campo, aguantando el mal despeje de un defensa, acomodando al otro con toque de cabeza y, mientras todos encogían el aliento, ya dentro del área, cruzando de zurda a un portero que se vio de repente tan sorprendido como todo el mundo. El Atleti había empatado el partido, pero había hecho algo mucho más importante, desatar la furia sentimental de todo el estadio.
MADRID, SPAIN – JANUARY 21: Julian Alvarez of Atletico de Madrid celebrates scoring his team’s second goal during the UEFA Champions League 2024/25 League Phase MD7 match between Atletico de Madrid and Bayer 04 Leverkusen at Riyadh Air Metropolitano on January 21, 2025 in Madrid, Spain. (Photo by Angel Martinez/Getty Images)
Desde ese momento, quien pareció estar con diez fue el Leverkusen, que perdió el control del partido y el ánimo, descolocado en las oleadas que venían ora del césped, ora dla grada. Jugadores que ganaban todas las pelotas divididas, que peleaban exhaustos por cada metro de terreno, que buscaban al rival para igualar. Hinchas que sometieron al partido a una locura incomprensible. Hincapie compró el billete que le buscó Giuliano y en el setenta y siete recibió la segunda amarilla y el Leverkusen volvió al punto de partida. El aura del estadio casi explota. Entró Correa, y en el noventa, tocó una pelota que recogió Julián dentro del área. Todos hubiéramos definido de primera, todos esperábamos ese toque de interior pero Julián recortó en una baldosa al portero, nos dejó a todos sin aliento en ese microsegundo que tardó en tocar de nuevo para que la pelota entrara suave en el fondo de la portería.
Corrió y saltó frente a la grada que estaba en éxtasis, entregada a la humildad de ese jugador, súpercrack, que parece haber nacido para jugar aquí. Todo el mundo se volvió loco en aquella esquinita del fondo sur y cuando se trataba de recuperar la compostura, Giuliano Simeone lo resumió todo con una frase sencilla: “Juli, esto es el Atlético de Madrid”