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La Galerna

·17 settembre 2025

Europa, atiende: arranca un nuevo Madrid

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El Real Madrid ya ha debutado en la Champions, la competición fetiche del club y su escenario predilecto. El estreno fue una sofocante montaña rusa para quienes asistimos al espectáculo en el Bernabéu: en los primeros minutos, ocasiones múltiples, ninguna concretada. Con un Olympique de Marsella aturdido por la presión alta y con sentido, el arranque hacía presagiar una goleada blanca. Sin embargo, el encuentro terminó con el Madrid resistiendo el asedio de un Marsella hasta entonces timorato, envalentonado tras una polémica acción de Carvajal sobre el meta argentino, que acabó costando la expulsión y obligó a terminar el partido en inferioridad, con VAR de por medio.

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Vamos por partes. Un comentario común entre los aficionados a mi alrededor durante los primeros compases del juego fue la impresión de que el equipo estaba jugando muy bien. Eso que prometió Xabi Alonso durante el ya lejano Mundial de Clubes de julio se está cumpliendo: el Madrid gusta. “¿Hace cuánto no veías un partido del Madrid con tantas ocasiones en los primeros diez minutos?”, se escuchaba. “Qué diferencia con lo del año pasado, ¿eh? Míralos cómo presionan”, añadían. Y tenían razón: no en vano, Gerónimo Rulli terminó siendo la figura del encuentro para los franceses, pese a sus dudas iniciales. En total firmó 13 paradas, 10 de ellas en la primera parte.


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Todos los jugadores del Madrid salieron enchufadísimos. En la banda, un Xabi Alonso muy activo instaba en cada envite a la línea defensiva a adelantarse. Militao, recién regresado tras superar la doble rotura de cruzados, estuvo imperial. Huijsen, a lo suyo: seguro en el pase, atrevido en la conducción y oteando el horizonte lejano en busca de filtrar balones. Por la derecha, la nota negativa fue la temprana lesión de Trent, que dio paso a Carvajal —del que hablaremos más adelante. En la izquierda, un Carreras que ha caído de pie y que habría sido el mejor del partido si Kylian no hubiera transformado esos dos penales, o si Tchouaméni no siguiera justificando los 80 millones de euros que costó en su día.

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Ya en el medio campo, Valverde atraviesa un pequeño bache, pero se le perdona porque sigue entregándose con esfuerzo y pundonor. La nota más baja fue para Arda, no solo por perder el balón que derivó en el gol francés, sino porque se mostró menos mandón de lo habitual. No preocupa: la suya es una inversión de largo plazo y la confianza en él debe ser irrenunciable, especialmente en las noches adversas. Aun así, tuvo tiempo de filtrar varios buenos balones y se percibió un entendimiento prometedor con Mbappé.

Arriba, el ya mencionado Kylian sigue a lo suyo: en un nivel altísimo y con arrancadas que recuerdan a aquel menudo adolescente que enamoró al mundo del fútbol —y muy en particular a Florentino. Líder y figura, asumió la responsabilidad de lanzar los dos penaltis que significaron la victoria. Ejecutados con la fuerza justa, Mbappé logró batir a un Rulli que adivinó el lado en ambos, pero no alcanzó a detener ninguno. El meta argentino estaba inspirado, pero el francés se impuso en sendos duelos.

La nota más baja fue para Arda, no solo por perder el balón que derivó en el gol francés, sino porque se mostró menos mandón de lo habitual. No preocupa: la suya es una inversión de largo plazo

Completando el tridente, vimos a un Rodrygo que, partiendo desde la izquierda, luce mucho más que en su taciturna versión por la otra banda. Y aporta más. Tres pases clave, una ocasión clara generada, dos de tres regates completados y un penalti provocado figuran en su haber. Por la derecha, gozamos un Mastantuono que, joven y debutante en Champions, no se amilanó: tiró caños en el área y se mostró combinativo, aunque en el debe quedó ese remate a bocajarro que le sirvió el propio Kylian y que no terminó en las redes. Igual entusiasma. Se le ven maneras.

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Este once tuvo tres grandes figuras: Mbappé, por los goles; Carreras, por la seguridad con la que contuvo a los atacantes rivales y, sobre todo, por su entendimiento con Rodrygo primero y con Vinicius después, transmitiendo siempre la sensación de estar concentrado, leyendo el juego y anticipando riesgos u oportunidades para el equipo. Pero, visto el partido, un nombre propio que quizá no acaparó suficientes focos fue el de Aurélien Tchouaméni. Cuando se le permite jugar en su posición natural y con instrucciones claras, se le ve cómodo, imponente. Roba, anticipa, corrige, corre. Y cómo corre. Más que nadie. En total, el francés recorrió 10,7 km según las estadísticas de la competición, con una precisión en el pase superior al 90 %, la más alta del medio campo. “Este sí es mi Aurélien”, podría haber dicho Florentino.

Pero este es solo el relato del primer tiempo. El calor sofocante, las piernas pesadas de septiembre y —digámoslo claro— la dificultad propia de la competición hicieron que el Madrid sufriera. El panorama empeoró de manera decisiva cuando Carvajal perdió los papeles y propinó un leve cabezazo a Rulli, quien se desplomó como si la afrenta hubiese sido mortal. Eso, sumado a la intervención del VAR, dejó al Madrid con diez. Un capitán del Real Madrid no puede permitirse este tipo de lapsus, no solo por condenar al equipo a la inferioridad, sino por lo que representa el brazalete blanco.

Militao, recién regresado tras superar la doble rotura de cruzados, estuvo imperial. Huijsen, a lo suyo: seguro en el pase, atrevido en la conducción y oteando el horizonte lejano en busca de filtrar balones

Ya habían ingresado un laborioso Brahim por la derecha, en lugar de Mastantuono, y un todavía errático Vinicius. El brasileño continúa incómodo en su nuevo rol de segunda espada, aunque su insistencia por la banda, hundiendo al lateral, provocó el segundo penal a favor del Madrid: el que Kylian transformó en la primera victoria europea de la temporada. Será clave, para que la campaña sea tan redonda como se adivina, que vuelva la mejor versión de Vinícius. Xabi, que le dio un buen espaldarazo antes de su ingreso, parece el mejor candidato para conducir esa recuperación.

Por lo demás, el Madrid gustó, presionó y supo resistir cuando no se dieron las circunstancias. Es un equipo renovado, dando sus primeros pasos en un proyecto que se adivina prometedor, cimentado en tres premisas esenciales: presión alta, control del balón y, sobre todo, el esfuerzo colectivo por defender el escudo y los colores del club más laureado de la Copa de Europa.

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