La Galerna
·31 ottobre 2024
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Dentro de la deforme realidad dibujada por el antimadridismo, hay un personaje que tiene un papel fundamental, siendo el origen de toda la maldad conocida. Se trata, como no, de Florentino Pérez, el supervillano que sitúan en la misma galería que Lord Voldemort, Thanos, Darth Vader, Drácula o el Agente Smith. No hay infamia que nuestros incansables ‘fonsis’ no sean capaces de relacionar con el presidente madridista, aunque necesiten para ello de circenses piruetas argumentales.
Reza su siempre grotesco relato que Pérez acciona desde su atalaya todos los resortes del poder para que el Real Madrid sea siempre beneficiado. Es Florentino un dictador moderno, que hace y deshace a su antojo en España y, si me apuran, el mundo entero. En toda esta historia hay un pequeño problemilla, un nimio detallito; y es que la realidad desarticula la veracidad de ese siniestro personaje de ficción. Si Florentino Pérez es un autócrata, este trabajo no se le da muy bien.
Empecemos poniendo a prueba su presunto poder político. Es tanta la influencia del mandamás merengue en las elites gubernamentales españolas que, por ejemplo, la reforma del Bernabéu se ha topado con infinitas trabas y no ha conseguido una edificabilidad ni remotamente cercana a la de su entorno (por cierto, fue el propio estadio el que ‘colonizó’ ese hasta entonces agreste territorio).
Además, el parking que se estaba construyendo y al que solo el propio Real Madrid acudió como potencial adjudicatario (porque hay mucho riesgo y no supondrá un gran negocio), está paralizado por las eternas quejas vecinales, que también han puesto en cuestión la posibilidad de realizar eventos en el coliseo madrileño.
Como ejemplo de su ascendiente político se suele señalar la recalificación de la antigua Ciudad Deportiva, que dejó más dinero en las arcas públicas que en las del propio club, algo que no ocurrió en operaciones similares, más recientes, y con menos eco.
En cambio, otro equipo de la misma ciudad, que sí juega, entrena y pone en marcha saraos sin problemas sobre terrenos públicos recalificados, ha recibido un pequeño empujón en cuanto a suelo de otros 205 mil metros cuadrados sin coste y sin que ningún Fonsi haya puesto el grito en el cielo y le haya dedicado ningún libro-libelo con las comas mal colocadas.
En toda esta historia hay un pequeño problemilla, un nimio detallito; y es que la realidad desarticula la veracidad de ese siniestro personaje de ficción. Si Florentino Pérez es un autócrata, este trabajo no se le da muy bien
Mientras, el club que tiene 24 horas una ruidosa obra de reforma funcionando, con cientos de trabajadores en situación irregular, sigue adelante con su proyecto sin obstáculos políticos. Con el CSD legislando para que prescriban los pagos a un dirigente arbitral o cambiando a la carta la ley del deporte para que favorecer siempre los intereses del mismo equipo, el resultado es sencillo; política 1-FP 0.
Veamos ahora lo que ocurre en los organismos que rigen el fútbol. Aislado completamente de las instituciones, el Madrid está en las antípodas del poder deportivo, tan alejado que ni puede oler lo que en sus pasillos se cuece. La RFEF lleva siendo hostil al Madrid desde los 80, y ha tenido vicepresidentes que han declarado públicamente y sin pudor que se emplearían a fondo en perjudicarle todo lo posible. La única vez que Florentino estuvo cerca de conseguir que un candidato afín ganara las elecciones, el Barcelona de Laporta se desdijo y renovó su confianza en Ángel María Villar, estrechando aún más sus relaciones y haciendo más profunda la trinchera que le separaba del Madrid.
Solo así se explican fenómenos como la expulsión del Madrid de una Copa del Rey por alineación indebida, mientras el Barça se haya librado de sanciones por lo mismo, y también por incomparecencia en un partido o por llegar tarde a otro. Son muchas casualidades, y siempre en la misma dirección.
El estamento arbitral, como organismo dependiente de la Federación, también mantiene una posición que colisiona frontalmente con el quince veces campeón de Europa. Si un presidente del CTA fue capaz de decir que el Madrid caía mal entre los colegiados, y su número dos tuvo durante más de tres lustros (al menos) como únicos ingresos conocidos los millonarios pagos que el Barça intentó torpemente camuflar como informes, la correlación de hechos es inevitable.
Luego están los fríos números, inexplicables sin un condicionante corruptor, que todos vimos durante años mientras nos intentaban silenciar con increíbles excusas estilísticas. Aquello de: “son tan buenos que los rivales no pisan su área y por eso pueden estar dos años sin penaltis”, por ejemplo. Visto con perspectiva, uno no sabe bien si son tan tontos que lo creían realmente, o si sabían lo que ocurría y estaban desesperados por ocultar el lodo en el que retozaban.
Lo de la LFP es aún más flagrante. El Madrid lleva enfrentado a su presidente desde hace 11 años. Es decir, desde la llegada de Tebas a la poltrona. Con la excusa de su supuesto madridismo, el jefe de la patronal se permite el lujo de atacar a todos los niveles al principal activo de la competición que gestiona con cuestionable desempeño. Y de beneficiar a sus rivales. Aquí podemos ubicar también a buena parte del resto de equipos nacionales, capaces incluso de rechazar una oferta de financiación notablemente mejor que la que aceptaron de Tebas y CVC solo porque partía del propio Florentino. Decenas de causas judiciales abiertas entre Real Madrid y LFP son la principal prueba de que las relaciones entre estas dos entidades distan mucho de ser idílicas.
Como presidente de un equipo de fútbol su gestión es difícilmente cuestionable (aunque haya quien se siga esforzando), pero como villano de película está fracasando estrepitosamente
Detengámonos también en el aspecto mediático, supuesto territorio dominado con puño de hierro por el presidente madridista. Para ser así, proliferan opinadores y líneas editoriales especializadas en criticar todos y cada uno de los aspectos que tengan que ver con el Madrid. Es un chiste que haya quien insista en que atacar al club blanco y a su presidente es el preludio del despido de un medio de comunicación, cuando quienes se dedican a ello no pueden abarcar más tertulias o columnas de opinión.
El tenedor de los derechos de TV, que realiza la señal de los partidos y contrata a los narradores, tiene estrechos vínculos con el Barça, en otra casualidad más. Es tal la capacidad de influencia mundial marketiniana del máximo mandatario madridista que al mejor jugador del planeta le han birlado en la cara el premio individual más prestigioso (aunque no debería serlo) para dárselo a un medio centro de los que hemos visto al menos cien en nuestra vida.
El Madrid no tiene a nadie en un puesto de cierto poder dentro de ninguna institución de las que gestionan el fútbol, por lo que se puede concluir que Florentino Pérez es un mal dictador. Como presidente de un equipo de fútbol su gestión es difícilmente cuestionable (aunque haya quien se siga esforzando), pero como villano de película está fracasando estrepitosamente.
Getty Images.