
En un momento dado
·7 settembre 2025
Lamine ya no es un niño

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Yahoo sportsEn un momento dado
·7 settembre 2025
Es fácil aventurar que durante más de una década el Barça pueda y deba explicarse a partir de Lamine Yamal. De su rendimiento, pero también de su evolución y de la influencia cambiante que ésta produzca tanto en sus rivales como en sus compañeros. De qué cosas hace, de qué manera las hace, por qué motivo las hace y en qué zonas del campo las hace. Teniendo en cuenta que se trata todavía de un adolescente, es de prever que esta narración esconda en el futuro numerosos capítulos y giros de guion. Así ha sido ya desde que Lamine irrumpió en el primer equipo. Entonces con un cuerpo de niño que, enfrentado al ritmo, la intensidad y la exigencia de la élite encontró refugio en el cerebro del jovencísimo futbolista. Lamine no podía sostener esfuerzos físicos con la misma continuidad que otros, ni sacar las mismas ventajas de ellos, de modo que orientó su primera versión en el máximo nivel a estructurar el ataque colectivo del equipo. Lamine recibía y decidía, y con sus decisiones ordenaba a unos y otros.
El tramo final de la temporada pasada, sin embargo, ya mostró una evolución del jugador que el nuevo curso no ha hecho más que confirmar. El crecimiento físico de Lamine le ha quitado limitaciones y le está permitiendo ser otro jugador. Ahora sí saca ventajas claras de su cuerpo y, sobre todo, puede hacerlo de forma más constante. Yamal hace las cosas mejor pero, principalmente, más veces, lo que unido a la naturalidad con la que asume el papel de estrella y las responsabilidades que éste conlleva, lo ha convertido todavía más en el centro alrededor del cual gravita el resto. Como explicar a Lamine es y será explicar al Barça, que el canterano haya cambiado supone la necesidad de que el conjunto también se adapte al cambio. A arropar, potenciar, aprovechar y construirse a partir de un Lamine que ha dejado de ser un niño.
El primer y evidente impacto que esto ha provocado es que el equipo mira todavía más hacia él. Su liderazgo futbolístico y su capacidad de generar amenazas en cada contacto con el balón lo han transformado en faro. En objetivo principal. Ocurre que principal no debe significar único, ni llegar a él implicar que la mejor forma de hacerlo sea por el camino más rápido y directo. Y es que, a pesar de esperar en banda, a Lamine se llega mejor si primero se ha llevado el balón dentro. Si el juego interior que exhibió el cuadro de Flick el curso pasado y con el que era capaz de conquistar la espalda del mediocampo rival, fija los ataques en el centro antes de sacarlos hacia la cal, como receta para que Lamine no sólo reciba la pelota, sino para que cuando lo haga sea en mejores condiciones. Más arriba, más liberado y con el equipo más junto. Así Lamine y el Barça atacan mejor y, sobre todo, y como consecuencia, defiende mejor. Más cerca de la pelota, siendo posicionalmente más sólido y habiendo provocado previamente desorden y giro en el adversario.
El segundo impacto del nuevo Lamine es que el propio futbolista ha asimilado sus nuevas posibilidades físicas dándole a su fútbol un matiz más incisivo, directo y decisivo. Mira más al área y a la finalización, encara más y, en resumen, es más vertical en su juego. Busca construir menos y terminar más, como fórmula para que su fútbol y talento no necesite intermediarios para cristalizar. Para que su asistencia no necesite del acierto del compañero en la definición, y sea el propio talento de Lamine el encargado de garantizar el éxito del remate. Si el antiguo Lamine juntaba, este estira, de modo que mientras el catalán encuentra el equilibrio entre ambas facetas, también el equipo deberá buscar responsables o mecanismos para asumir la pausa del canterano y permitir su versión más finalista. Para que un Lamine más delantero y decisivo en los metros finales no signifique un Barça menos junto y más precipitado.
– Foto: Rafa Babot/Getty Images