Diario La Escuadra
·19 marzo 2025
«Papá, ¿por qué somos del Atlético de Madrid?»

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·19 marzo 2025
Una semana después de caer en Europa contra el Real Madrid, todavía sigue abierta una herida que lleva sangrando desde Lisboa. Aquél cabezazo de Sergio Ramos sobre la bocina era el inicio de una auténtica pesadilla rojiblanca a manos de su archienemigo. Un giro de guion que ha terminado dándole la razón a un Thibaut Courtois que, al parecer, sí se encuentra «en el lado bueno de la historia». El belga pasó de encajar el tanto milagroso del camero a ser la placa más pisada del Paseo de Leyendas atléticas.
Puede que por ambición, y seguro que mucho talento, el portero merengue ya ha logrado dos orejonas, siendo protagonista y héroe en ambas finales para su equipo. Un conjunto que además sigue vivo en su torneo fetiche y al que no le bastan las 15 que ya luce en sus vitrinas. Todo ello, gracias al triunfo de los blancos en un Metropolitano que se imaginaba vengándose a lo grande. Cosa lógica, teniendo en cuenta que su entrenador no veía con malos ojos perder en el Santiago Bernabéu, aunque solo fuese por uno de diferencia.
Una desventaja salvable, pero ni mucho menos óptima como terminó por demostrarse. Las cábalas de remontar en la vuelta tomaban forma con el gol de Gallagher, cuando todavía los colchoneros no se habían sentado en su totalidad. En un abrir y cerrar de ojos, el Atlético de Madrid era el favorito para clasificarse, pasar página con el eterno rival e incluso de asestarle un duro revés en forma de goleada en Champions. Todo mejoró con el error de un Vinicius que desató las risas mientras su balón (de oro o de playa) tomaba rumbo al cielo, pero…quien ríe último, ríe mejor.
Aunque quizá la mayor de las sorpresas era ver como los locales, poco a poco retrocedían para no perder. Un mensaje que luego Simeone contrastó en una rueda de prensa para el recuerdo. Al igual que su gesto, con los puños apretados, celebrando llegar a una tanda de penaltis que tampoco olvidará. Tampoco lo hará un Julián Álvarez, que fue elegante felicitando al ganador, dejando atrás su fatídico resbalón y quedar como único señalado, pese al travesaño de Marcos Llorente.
De nuevo en la «lotería» de las penas máximas, nunca mejor dicho, y con otro canterano madridista fallando un lanzamiento contra la madera. Un déjà vu que penetró las mentes de los hinchas rojiblancos rememorando a Juanfran en Milán. Un cúmulo de desgracias demasiado difíciles de asimilar para un Cholo que se mostró contento, literalmente, por haber hecho sufrir a los aficionados del Real Madrid. Los mismos que debieron alucinar cuando el técnico argentino demandaba la opinión de los periodistas, sobre el dichoso doble toque, que luego la UEFA se encargó de silenciar.
Una falta de autocrítica que prosiguió exactamente en la misma sala de prensa el domingo siguiente. Y es que, después del partido contra el FC Barcelona, cuando gran parte de las opciones ligueras estaban en juego, el entrenador del Atlético de Madrid no supo explicar cómo dejó escapar un 2-0 favorable y terminó vapuleado (2-4). El momento de dar entrada a Giménez no parecía tan determinante como para conceder un ‘póker’ en tan solo veinte minutos.
Idéntico al encuentro de ida en Montjuïc, donde tampoco fueron capaces de sacar rédito a dos tantos tempraneros. Por fortuna, aquél día Llorente sí hizo los deberes y Sørloth se reencontró con su víctima favorita. La misma que visitará un Metropolitano herido, sin Champions, lejos en LaLiga y con la única esperanza en la Copa del Rey. Con un empate (4-4) que Simeone también celebró, pero que si deja escapar otra vez, quizá ya no esté tan contento…