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La Galerna

·24 de maio de 2025

2-0: Bota de Oro y llanto sin fondo 

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A cualquier evento en directo que a priori se supone va a ser emotivo convendría pedirle que hubiera un crescendo, pero la magnitud de las dos despedidas en juego en la tarde hoy no dio tregua. La camiseta gigante de Modric en el centro del campo, el público sollozando a la mención de los nombres de Carlo y Luka por los altavoces y el ambiente general de emoción eléctrica. Era imposible no empezar por llorar por adelantado, como quien intenta agilizar el trance. Ingenuamente, claro. El trance duraría todo el partido y más allá, estando como estaban anunciados tributos al término del mismo.

El partido daba igual, como no fuese para engordar los registros goleadores de Mbappé y apuntar su posible Bota de Oro, cosa que ya estuvo a punto de hacer a pase de Güler, pero Marrero salió bien a sus pies en el minuto 6 y su remate se fue fuera en el 12 tras una eléctrica triangulación con el propio Güler y Brahim. El público prorrumpía en cánticos con el nombre de los dos homenajeados de la noche, y la importancia del fútbol naufragaba en el océano de lágrimas. También Lunin tuvo que salvar brillantemente un uno contra uno frente los txuriurdin.


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El Madrid parecía conjurado en pos de la virguería veloz en las cercanías del área contraria, una de las cuales fue resuelta con un disparo de Asencio que Marrero despejó. Se percibían unas ganas preciosistas de honrar a los dos héroes salientes no siempre bien enfocadas pero nobles, agradecibles.

Modric se acercó a tirar un córner allá por el 34, y en esa zona del campo fue como cuando la carroza de Melchor pasa justo por donde están tus niños. Como resultado de la misma jugada, un sombrero de Güler resultó en una mano de Marín que el VAR señaló como penalti. Lo era, pero sabemos que tal cosa no la hubiera hecho ni borracho Figueroa Vázquez de haber habido puntos decisivos en juego. Mbappé lo marró en primera instancia, pero encarriló el rechace en pos de la famosa Bota. La gente había pedido que lo tirara Modric, pero la cosa de los trofeos individuales tiene su aquel en el mundo modestamente egocéntrico de los peloteros (Kylian no es peor que cualquier otro). Con el 1-0 se llegó al descanso. Antes de todos estos acontecimientos, Marrero, suplente habitual, le había hecho otro paradón a Mbappé. Ya se sabe: consagrando porteros desde 1902.

El segundo tiempo comenzó con las mismas sensaciones agridulces y desconcertantes. Nada dulce y bastante agria fue la lesión de Brahim, la enésima en este aciago final de temporada. Cada balón que tocaba Modric era el antepenúltimo, o quizá el penúltimo, o quizá… Menudo nudo en la garganta. En lugar de Brahim entró Vinicius con algún que otro alarmante silbido del piperío. Ingresó también Vallejo, recibido entre aplausos por un público consciente de que se va también aunque nada se haya anunciado. 13 títulos ha ganado Vallejo sin apenas participar en casi ninguno.

Todo el mundo jugaba para el lucimiento del croata y para que asegurara su galardón individual Kylian, que no pudo volver a batir a Marrero en un nuevo balón de Güler. El partido seguía porque tenía que seguir. Eran los actos posteriores lo que importaba. El encuentro no se desarrollaba. Discurría, a lo sumo. La tuvo Vinicius a pase de Mbappé y Güler tiró de lejos sin excesivo peligro. El espectáculo estaba en los córners, allá donde la gente se arremolinaba en torno al mito cada vez que el transcurrir del partido le obligaba a caer por allí.

En el minuto 75, Lucas Vázquez fue sustituido. Nadie había anunciado que fuese su último partido en el Bernabéu, pero se produjo una abrumadora asunción colectiva del hecho. Se marchó llorando y abrazando a todo el mundo, mientras el Bernabéu le tributaba una ovación en pie. Le queda también el Mundial de Clubes, pero aquí se despide otro héroe, de estatura menor a la de Luka o Carlo pero con sus 5 Champions en el zurrón. Las mismas que el club cliente de Negreira y con varios momentos inolvidables en ese devenir. Dios le bendiga siempre.

En el último tramo, Vini se sacó de la manga una gran asistencia a Kylian, que marcó para más o menos asegurar la Bota de Oro.

Y llegó el momento. Imposible de asumir. Con un pasillo por parte de ambos equipos, Modric se marchó al banquillo. Dejen en paz al cronista. Tiene que llorar. El mismísimo Kroos estaba ahí también.

Y así acaba esta crónica que nunca querríamos haber escrito. En otra ventanilla hablaremos del emocionante pospartido.

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