Revista MadridistaReal
·28 de dezembro de 2024
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El 2024 está cerca de poner el punto y final. De decir adiós. Un año que quedará impregnado en la carrera futbolística de Kylian Mbappé por haber firmado con el club de sus amores, el Real Madrid. Ese capítulo inacabable, que se extendió durante más de un lustro y que, además, estuvo lleno de excentricidades, culminó de manera placentera para ambas partes: club y jugador. Si bien es cierto que la otra pata de la mesa, el PSG -con Nasser Al-Khelaifi al frente-, terminó rompiendo relaciones con el de Bondy al declinar la opción de continuar en la entidad parisina.
A modo de antesala de lo que le esperaba al delantero francés, el pasado 1 de enero… éste ya tenía la etiqueta de agente libre. El camino se despejaba. Se alumbraba. Como el contrato expiraba en el mes de junio, Mbappé podía negociar con cualquier equipo. Y, desde ese momento, las aguas del Sena comenzaron a desbordarse. La distancia entre Kylian y Al-Khelaifi cada vez aumentaba. Así las cosas, en febrero, el internacional con Francia se quitó el precinto de la boca y comunicó al PSG que no iba a renovar. Cambiaba de aires. C’est fini.
Pero antes de reunirse con el presidente catarí, el capitán de Les Blues ya había estampado su rúbrica con el Real Madrid, tal y como informó MARCA. No existía la posibilidad de una marcha atrás. Sin embargo, se decidió que ese vínculo no se hiciera oficial hasta que la Champions finalizara. Dicho y hecho. Aunque, primero tocaba anunciar públicamente su adiós del Paris Saint-Germain: «Necesito un nuevo reto después de siete años», escribió Kylian Mbappé en sus redes sociales a principios de mayo.
David Ramos/Getty Images
Habiéndose despedido del equipo en el que se fogueó y se hinchó a marcar goles, ya solo quedaba que saliera a la luz el comunicado oficial del Madrid dando la bienvenida al ariete. Piano piano. Algo que tornó en realidad el 3 de junio, dos días después de la conquista de la Decimoquinta UEFA Champions League en Londres. «El Real Madrid C. F. y Kylian Mbappé han alcanzado un acuerdo por el que será jugador del Real Madrid las próximas cinco temporadas», un escueto mensaje lanzado por el club de Chamartín que proyectaba ilusión a raudales en el madridismo.
En cualquier caso, el aficionado blanco tuvo que seguir en compás de espera unas semanas más para ver la presentación del parisino en el Santiago Bernabéu. Para ello, debía concluir la Eurocopa celebrada en Alemania. Finalmente, se presentó en el coliseo de la Castellana el 16 de julio, acicateado por 75.000 almas madridistas. Kylian, aparte de entonar el «uno, dos, tres, ¡Hala Madrid!», logró cerrar las heridas del pasado. Se ganó a la hinchada merengue.
Después de la puesta de largo, Mbappé se marchó de vacaciones. Una desconexión con los terrenos de juego que fue efímera, puesto que se puso a punto y llegó en buenas condiciones físicas a la final de la Supercopa de Europa. Por fin, el debut. El ansiado estreno. Y mejor guionista no pudo haber existido. El ‘9’ vio puerta y levantó al cielo de Varsovia su primer entorchado como futbolista del Real Madrid. Un llegar y besar el santo de manual que hacía presagiar un inicio rimbombante bajo la elástica capitalina.
Al francés, pronto le asoló la sequía goleadora. De aquella diana ante la Atalanta en agosto hasta su reencuentro con el gol, en Liga, frente al Betis, pasaron 18 días. Demasiado. Porque, tratándose de Kylian Mbappé, un paréntesis tan largo sin convertir… dejaba al mundo del fútbol ojiplático, anonadado. A la aportación irregular del delantero, se sumaba la cara amarga que estaba plasmando el conjunto de Carlo Ancelotti en cada partido. Para más inri, el máximo rival, el FC Barcelona de Flick, no levantaba el pie del acelerador.
Paulatinamente, el de Bondy iba anotando. Pero, desde el país galo no dejaron de maniatarle las feroces críticas por no acudir a la llamada de Deschamps en octubre. Luego, en noviembre, el propio técnico optó por no convocar a la estrella del Real Madrid. Entre medias, también le habían azotado las lesiones. Toda una amalgama de aspectos negativos que le nubló sobre el verde. Aunque, el único medicamento para combatir las penas, era el gol. Algo que conseguía picando piedra partido tras partido.
David Ramos/Getty Images
Pese a verse señalado en encuentros clave, Kylian nunca levantó la bandera blanca. El término rendición no aparecía en su diccionario. Y eso le ha permitido llegar al periodo navideño con un total de 14 dianas en su colección, y con la Copa Intercontinental como colofón a la resiliencia empleada. En Bilbao patinó («el partido de Bilbao me hizo buenas cosas porque yo toqué fondo, fallé un penalti y fue el momento de ver que tengo que dar el máximo por esta camiseta y jugar con personalidad», reconoció tras la victoria ante el Sevilla en el Bernabéu), y aún así ha conseguido recomponerse. El 2025 le espera. La Champions, su obsesión.
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