IAM Noticias
·09 de novembro de 2025
Apareció el «Changuito» Zeballos y Boca Juniors despachurró a River Plate

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·09 de novembro de 2025

Boca Juniors derrotó a River Plate 2-0, en el estadio Alberto J. Armando, en el partido interzonal de la decimoquinta del Torneo Clausura. Y La Bombonera latió y tembló celebrando este triunfo en el superclásico, que además posibilitó la clasificación a la próxima Copa Libertadores, una meta que hace poco tiempo atrás parecía lejana.
Ganó muy bien el Xeneize, ante un River deslucido sin poder de recuperación y con seis derrotas en sus últimos siete partidos en este certamen. Y el principal responsable tiene nombre y apellido: Exequiel Zeballos. El «Changuito», como viene ocurriendo en los últimos cotejos, ratificó que sus sucesivas serias lesiones (rotura de tibia, de menisco externo y de ligamentos cruzados), son sólo malos recuerdos y que su calidad no se resintió para nada. Al contrario, está más vigente que nunca.
En un primer tiempo flojo, peleado, táctico, asumido con cautela por ambos conjuntos, escaseaban las emociones. Apenas dos remates de afuera del área, uno de Maxi Salas y otro de Zeballos que fueron mansos a las manos de Agustín Marchesín y de Franco Armani.
El juego transitaba casi siempre la zona central y las imprecisiones sobraban a la hora de crear y de explotar en ofensiva. Centros y pelotazos para Miguel Merentiel, por el lado del local, y para Maxi Salas, de parte de River, eran caminos que se bloqueaban constantemente.
Hasta que apenas pasado el primer minuto de descuento, Exequiel Zeballos rompió el esquema y desató el festejo azul y amarillo. El volante de 23 años capturó un pase largo, aprovechó la falla de Paulo Díaz, dejó en el camino a Lautaro Rivero y sacó el derechazo en el mano a mano que tapó Franco Armani e inmediatamente tomó el rebote y de volea puso el 1 a 0.
Los futbolistas de River Plate reclamaron una falta en la acción previa, en una disputa entre Paulo Díaz y Milton Gimenez tras el pelotazo del fondo lanzado por Ayrton Costa, pero Nicolás Ramírez -de buen arbitraje- desestimó la inexistente infracción del delantero.
Irse al entretiempo con esa desventaja sacó más del eje al Millonario. Y resultó letal el cachetazo recibido a poco de iniciado el segundo tiempo. Al minuto, Zeballos aprovechó una desincronización -otra muestra del mal presente de River- entre Lucas Martínez Quarta y Kevin Castaño y con velocidad, cambio de ritmo y audacia se escapó por la izquierda y mandó la asistencia al centro del área para que Miguel Merentiel definiese sin problemas.
Fue el golpe de nocaut. Boca, ratificando la gran tarde del Changuito Zeballos y edificando una sólida estructura, tomó el dominio absoluto. Si River mostraba imperfecciones con la pelota y el juego, estos dos goles seguidos lo demolieron anímicamente. La cabeza se fue a otro lado, extiendo lo que venía pasando con los cuerpos.
Si Milton Giménez, un experto en definición, hubiese estado más fino, hubiera sido goleada. Tres chances netas dispuso: desvió dos y Armani le atajó la otra. De todos modos, el equipo de Claudio Ubeda tenía todo bajo estricto control, el de Marcelo Gallardo -de brillante primer ciclo y de oscuro segunda etapa en el Millonario- ofrecía una imagen decepcionante, abatida y deslucida. Boca jugaba con la intensidad y personalidad que exige el superclásico; River era todo lo contrario.
También pudo aumentar Boca con dos acciones puntuales. Otra definición con toque corto de Miguel Merentiel tras el rebote de una tapada de Franco Armani a un cabezazo a Milton Giménez, que fue correctamente anulado por posición adelante. Y luego, cuando el VAR -acertadamente- demostró que no hubo falta de Franco Armani a Milton Gímenez en el penal que cobró Ramírez y que luego de ver las imágenes rectificó.
River recién dispuso de dos situaciones ofensiva en los últimos minutos. Un cabezazo desviado de Matías Galarza (que había ingresado por el lesionado Maxi Meza, a los 31 minutos del primer tiempo), tras recibir en soledad del centro de Maxi Salas y ya en tiempo de descuento un derechazo cruzado de Salas que salió cerca del ángulo.
La nota de color la brindó la cantante inglesa Dua Lipa -el viernes y el sábado llenó el estadio Monumental en sus dos recitales-, observando, desde un palco, uno de los clásicos más importantes del mundo y vistiendo una camiseta de la Selección Argentina.
Seguramente desde el cielo se encendió la eterna sonrisa del inolvidable Miguel Ángel Russo, el padre de esta criatura que superó la turbulencia y hoy lidera la Zona A, extiende su ventaja en el historial del superclásico -ganó 92, empató 84 y perdió 88, con 339 goles a favor y 323 en contra, incluyendo amateurismo y profesionalismo- y abrochó el pasaje a la Copa Libertadores 2026.









































