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·20 de maio de 2025
"Baila Vini, baila": Indignación en Valencia contra Netflix por el documental sobre Vinícius

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·20 de maio de 2025
En el nuevo episodio del eterno conflicto entre narrativa y realidad, el protagonista no es ni un emperador traicionado ni un filósofo envenenado, sino un extremo brasileño del Madridf, una grada de aficionados encendida y una plataforma de streaming.
El documental Baila Vini, baila, recién salido del horno de Netflix, ha sacado a relucir no solo las cicatrices del racismo en el fútbol español, sino también la sensibilidad de los clubes a la hora de gestionar su imagen pública. Y el Valencia CF, en este caso, ha decidido que no va a bailar al ritmo que marca el montaje audiovisual.
La escena polémica es una que los guionistas del escándalo moderno conocen bien: imágenes del partido del 21 de mayo de 2023 entre Valencia y Real Madrid, Vinícius señalando la grada, gritos que vuelan como piedras, y subtítulos que —según denuncia el club valencianista— distorsionan el audio original.
Donde la afición gritaba “tonto, tonto”, el documental inserta “mono, mono”. Así, de un insulto futbolero a otro con connotaciones raciales, hay apenas un cambio de texto, pero una abismal diferencia ética.
El Valencia, con el gesto torcido y la toga judicial ya sobre los hombros, ha declarado que no permitirá que se difame a su afición por los actos de unos pocos. Recordemos: fueron tres los aficionados identificados y sancionados por insultos racistas aquel día. Tres entre cuarenta mil. Y sí, fueron expulsados del estadio en el acto, y posteriormente condenados. Pero eso no evita que las imágenes seleccionadas y subtituladas en el documental dibujen un retrato que el club considera injusto, si no directamente calumnioso.
Aquí aparece una de esas antítesis tan dolorosas como ilustrativas: por un lado, la lucha contra el racismo, que exige visibilización, denuncia y firmeza; por otro, la necesidad de precisión, de no confundir el bosque con el árbol ni la grada con los granujas. Porque en tiempos de relatos virales, la frontera entre testimonio y montaje es más difusa que una línea del VAR en el minuto 90.
Hay algo casi bíblico en esta historia: el castigo colectivo frente al pecado individual, la narrativa totalizante que aplasta matices en nombre del drama. Netflix, como era de esperarse, ha optado por el ritmo, la tensión y el montaje eficaz. La verdad, en cambio, suele ser más tosca, menos brillante… y mucho más incómoda.
Vinícius, por su parte, se ha convertido en símbolo de una causa justa. Pero la justicia, como bien sabían los romanos, requiere también equilibrio: ni minimizar lo ocurrido, ni inflarlo hasta deformarlo.
La denuncia del racismo no puede convertirse en coartada para la simplificación. Porque al final, la lucha por una sociedad mejor se juega también en los detalles. Y en este partido, nadie debería salir goleado por un montaje.
El Valencia exige rectificación. La pelota está ahora en el tejado de Netflix, donde probablemente ya estén calibrando si la edición vale más que la verdad, o si a veces conviene cambiar los subtítulos antes de que lo hagan los jueces.
Porque en este baile entre memoria, justicia y espectáculo, cada paso en falso puede terminar en querella.
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