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·26 de fevereiro de 2025
Bendita locura
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·26 de fevereiro de 2025
El de anoche fue un partido que quedará en la memoria. Dará igual si se alcanza finalmente la final o no, porque será imposible olvidar que el Atleti se plantó en la cancha de un Barcelona estratosférico y le sostuvo la mirada, resistió vivo hasta la extenuación de sus goles, un equipo lleno de coraje, de alma y de corazón. Un equipo que es el reflejo del abrazo que todos ustedes se dieron cuando Sorloth cerró el capítulo y la noche y desterró el sueño y trajo la calma, pero una calma agitada. Así es el Atleti y así son sus recuerdos indelebles.
Era el minuto seis de partido y el Atlético de Madrid ganaba cero a dos. Simeone estaba serio en la banda, en chándal, con su cábala, como enfadado, sin apenas celebrar los goles, que anotaron Julián con un pase magistral de Griezmann nada más arrancar y Griezmann con un pase magistral de Julián al poco de celebrar. Era todo demasiado bonito para ser verdad, la gente celebraba con un poso de incredulidad. Semifinal de Copa, Montjuic, minuto seis, cero a dos. Una cosa extraña. Y efectivamente así fue. Tras el aturdimiento inicial, el Barcelona se acomodó y trajo el guion de partido que todos esperaban, metió al Atleti en su bloque bajo, y se la jugó por la derecha, con la pelota a Lamine, que le hizo un destrozo a Galán, a pesar de que el lateral zurdo se empleó como pudo, muy condicionado por una tarjeta ridícula que el colegiado Hernández Hernández le mostró en la primera falta que cometió.
En el minuto veinte los de Hansi Flick restablecieron el resultado. Primero en un pase atrás de Koundé que había iniciado Lamal, y que sirvió para que Pedri fusilara a Musso. Un minuto después, Cubarsí a la salida de un córner despertó a la defensa del Atleti, que se durmió en la marca con el empate. Con el marcador igualado de nuevo, el Barcelona siguió apretando, una presión desmesurada, alta, que imposibilitaba la conexión con el balón que el Atleti había tenido en los minutos iniciales. Lamine una y otra vez, sobre Galán, que suspiraba, y agradecía cuando Gallagher caía para hacer el dos contra uno. De la peor manera, en un córner clavado al del empate, con un bloqueo sospechoso sobre Llorente, Íñigo Martínez puso por delante al Barcelona.
BARCELONA, SPAIN – FEBRUARY 25: Alexander Sorloth of Atletico de Madrid scores his team’s fourth goal past Wojciech Szczesny of FC Barcelona during the Copa del Rey Semi Final match between FC Barcelona and Atletico de Madrid at Estadi Olimpic Lluis Companys on February 25, 2025 in Barcelona, Spain. (Photo by David Ramos/Getty Images)
En la segunda mitad, Simeone empezó a mover el banquillo, y lo hizo demasiado pronto. Al borde del descanso, entraron Reinildo y Lino por Galán y Giuliano, después Nahuel por Gallagher y en el sesenta y ocho estaban todos los cambios hechos, pues Correa y Sorloth entraron por De Paul y Griezmann. El Atleti trataba de buscar el empate y tuvo una buena ocasión en las botas de Correa pero el Barcelona respondió con el cuarto gol, jugadón de Lamine Yamal, a quien no le importa lo que tenga enfrente, se cargó a Reinildo y sirvió a Lewandowski para que la empujara. Ahí la eliminatoria se estaba sosteniendo en un fino alambre, porque el Barcelona barruntaba que podía liquidarla. Lo hubiera hecho de no ser el Atlético de Madrid quien estaba en frente. Este Atlético de Madrid.
Porque entonces, cuando todo peor se dibujaba, el equipo sacó el alma, que es un intangible, pero que ayer se podía materializar en las carreras incesantes de Correa al espacio, en la omnipresencia de Julián, un jugador descomunal, que aparece, que aguanta, que corre para atrás y sobre todo para delante, que cuando va para arriba, arrolla como una manada de bisontes. El alma también estaba en Barrios, impreciso, pero insuflando aire a un medio campo que tenía que multiplicarse, en Llorente, que desde el medio dio otro aire al equipo, empezó a lanzarlo hacia arriba, y llegó en segunda línea para rematar con furia una pelota que dejó atrás Correa, y poner el tres a dos que fue mucho más que un gol, fue el punto de giro final del partido.
Desde ese momento, el Barcelona se hundió, el Atleti se fue arriba, presionando en los últimos minutos como si fueran los primeros, ahogando la salida blaugrana cerca de su área, atacando, intentado romper el fuera de juego suicida una y otra vez, una y otra vez, hasta que un pase de Lenglet al espacio sirvió para que Lino galopara y asistiera a Sorloth, que, como en la Liga, empujó a la red, hizo el cuarto gol, el empate y trajo la locura, la bendita locura, el abrazo inolvidable, la noche para el recuerdo. La preparación de noventa minutos de Metropolitano que serán otra historia para no perderse. Porque lo que hace este Atlético de Madrid es eso, una sucesión de relatos que conviene no perderse.
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