
La Galerna
·05 de junho de 2025
Iconografía del portanálisis (I)

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·05 de junho de 2025
¿Os habéis preguntado alguna vez quiénes diantres son las personas que aparecen en las imágenes destacadas del portanálisis? Nosotros también. De hecho, a menudo no tenemos ni remota idea, pero nos surte de fotos Alberto Cosín y nos fiamos de él sin rechistar. Porque Cosín es tan docto en el Real Madrid como Arrabal en el milenarismo.
Así pues, he decidido recabar información, explicar algunos de estos frontispicios, comentar lo que sucedía cuando se tomaron las instantáneas o las circunstancias vitales que rodeaban a sus protagonistas. Esto es «Iconografía del portanálisis».
Este frontispicio portanalístico recoge una imagen de Günter Netzer recostado en la habitación de un hotel con círculos de Lucky Strike enmarcados en las paredes. La captura fue tomada por Alan J. Pakula y pertenece a una serie de fotografías realizadas por el director estadounidense al 10 germano del Real Madrid.
Netzer no atravesaba su mejor momento en el club blanco, había debate sobre si debía jugar él o Manolo Velázquez y el teutón decidió explorar otras opciones profesionales. Una mañana, mientras desayunaba salchichas gordas con chucrut, leyó en la Pronto un anuncio: «Se precisa doble de Robert Redford para las escenas peligrosas de un film que se rodará en América sobre el Watergate». Y el bueno de Günter se subió bien los calcetines hasta las rodillas, se calzó las chanclas de vestir, preparó una breve maleta y tomó el vuelo de las cuatro rumbo a los Burbank Studios de California.
—Que vengo por lo del doble de Robert Redford —espetó a un vendedor de perritos nada más aterrizar en el aeropuerto Internacional de Los Ángeles.
—A mí plin —respondiole el de los hot dogs con displicencia castiza.
En ese momento Günter supo que quizá su plan no sería tan sencillo. No obstante, consiguió una cita con Pakula en su hotel, lugar donde se tomó la instantánea que ilustra el portanálisis de los lunes mientras el alemán ojeaba el guion del film. Netzer quedó un tanto decepcionado, esperaba un director con el ego por las nubes, una habitación tomada por el desenfreno y el abuso de sustancias. Sin embargo, Alan parecía más un tecnócrata de la futura UCD.
A la mañana siguiente, Günter acudió al casting, Pakula le había citado a las 9:00 am., pero allí solo estaba Mr. Redford. Conectaron enseguida y Netzer le confesó que atravesaba un momento vital de vacío por culpa del nihilismo que se había apoderado de él. Robert le aconsejó alguna actividad relacionada con los moluscos bivalvos para superar la crisis.
Imagen generada con IA
Netzer olvidó el sueño hollywoodiense y volvió a España. Ganó la liga con el Madrid y se marchó al GrasGrasshopper-Club Zürich, equipo donde colgó las botas. Poco después de colgarlas, también se retiró del fútbol y se dedicó a la cría de la almeja de Carril en las autopistas suizas. Fue feliz.
No, no es Eddie Murphy en un descanso del rodaje de Superdetective en Hollywood. Es el gran Ricky Brown.
Aquel día, Ricky se dirigía a pasar un rato viendo un espectáculo de Pajares y Esteso en la sala Pasapoga y acabó atrapado en un Ikea que aún ni existía. Tal es la capacidad de perdición de los Ikea que las personas se extravían en ellos con independencia de que estén o no construidos.
Brown pronto supo que no iría nadie rescatarlo, por lo que decidió echarse un ratito a ojear el ¡Hola! sobre el diván Hemnes con 3 cajones y 2 colchones blancos Åfjäll firmes de 80x200 cm. Le colgaban los piececillos.
Así pasaron las horas, entre reportajes sobre Chabelita Iglesias y análisis mental del pick and roll de los Celtics de 1986. Porque Ricky, aunque parecía dormido, estaba despierto por dentro.
Tan despierto, que revivía una y otra vez aquella final de la Recopa contra el PAOK en Nantes. Prelevic había enchufado un triple a falta de pocos segundos que empataba el partido a 63. Después, Simpson erraba un tiro libre que parecía condenar el encuentro a la prórroga. Cogió el rebote Fasoulas…
[Transición de cortinilla de estrellas.]
¡Recupera Brown! ¡Tira Brown! ¡Canasta, canasta de Ricky Brown! ¡Campeones! Qué robo de balón, qué robo de balón…
[Transición de cortinilla de estrellas.]
Cuando volvió en sí, Ricky corría con las rodillas in the guánter, a lo Rüdiger, y con los puños cerrados tocando el cielo para abrazarse con Antúnez, Biriukov, Antonio Martín, Joe Llorente, Cargol y Clifford Luyk. Había conseguido escapar de Ikea.
No son Doce hombres sin piedad, sino cinco. Concretamente Ciriaco, Esparza, Eugenio, Bestit y Urretavizcaya (lo afirma Cosín), varios de los hombres que no tuvieron piedad con sus rivales allá por la temporada 1931-32. Gracias a la inmisericorde actitud de aquellos futbolistas, el Madrid ganó su primera liga y acabó el campeonato invicto.
A pesar de lo que muchos pensabais, no sin motivos, ya veis que el daguerrotipo utilizado como primera plana de los portanálisis de los miércoles no es un retrato de los miembros más longevos de La Galerna, los conocidos como «pollaviejas». Además, a principios de los años treinta eran mayores que los señores de la imagen.
La foto está tomada en la pensión “Casa Rufina”, un establecimiento con baño compartido y desayunos frugales que consistían en tostadas de pan duro y el convencimiento de ganar.
En esa época el Madrid no solo vencía, sino que leía. Se rumorea que varios jugadores blancos participaron en una campaña de alfabetización futbolística que consistía en explicar a defensas del Atleti por qué no debían dar patadas por detrás ni morder la cabeza a los rivales. Fracasó.
Ciriaco, Esparza, Eugenio, Bestit y Urretavizcaya parecían leer atentamente un ejemplar de la publicación Ahora que no lleva en su portada ni a Hitler ni a Benito Pérez Galdós antes de trabajar como modelo de Sorolla para los billetes de mil pesetas, sino al dictador argentino José Félix Benito Uriburu, que acababa de fenecer.
Hay quien dice, por cierto, que Galdós era un vinagre que no pasaba una a los suyos.
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Decía que los cinco jugadores blancos parecían leer este periódico porque realmente estaban ojeando una revista de choteras que ocultaban en el interior para que no les regañase Hernández Coronado, quien entre fichaje y fichaje leía a Dostoievski a escondidas.
En el momento de la foto, Alfonso XIII, quien también era muy aficionado, se había quedado en paro, por lo que el club se llamaba Madrid FC. El Madrid no era «Real», pero ya era eterno.
Continuará...
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