La peor derrota | OneFootball

El Atlético de Madrid no es un equipo cualquiera, no es uno de esos que ganan con la camiseta, que ganan con favores, por azar, ni siquiera uno al que bastarían grandes jugadores, el mejor entrenador, para ganar. El Atlético de Madrid es un equipo muy particular, que ha sobrevivido a la sombra de la corrupción más burda y más sofisticada, a la sombra de ese poder que parece inmarcesible, no por tener grandes jugadores, sino por formar una simbiosis perfecta entre el que juega, el que ama, el que va, el que lo entiende como la forma de vertebrar su vida, el que ve en él los valores que lo representan. La unión de todo eso es poderosa, casi tanto como la corrupción o el poder real y ahí reside la verdadera fuerza, la capacidad de seguir combatiendo. Sin eso, la derrota del Atlético de Madrid está garantizada.

Y un poco eso fue lo que sucedió contra el Lille. Una grada de nuevo dividida entre los que protestan con toda la razón pero tal vez equivocan la forma, entre los que no entienden a los que no animan porque en el fondo tal vez no estén valorando en su justa medida el daño por el que protestan y en medio de todo eso, la desunión, el objetivo último de los de fuera, que parecen haber entendido que la forma de derrotar a este Atlético de Madrid no era despojarle de sus mejores jugadores, ni siquiera bombardear por tierra, mar y aire al mejor entrenador de su historia, no tal. La manera es romper la simbiosis, traer la división, y aunque un tótem rojiblanco como Fernando Torres lo advirtió en su día, la gente, unos y otros, parecen haber olvidado, y de resultas viene esto, que se vio reflejado perfectamente en el partido que complica el viaje por la Champions.

Marcó Julián Álvarez en la primera ocasión que tuvo mostrando su solvencia. Falló Sörloth tres ocasiones imperdonables para un nueve de primer nivel y el partido se fue al descanso uno a cero cuando debería haber quedado resuelto. En la segunda mitad, el Atleti jugó bien, pudo de nuevo incrementar la renta, pero los goles no entraron. Si entró el del Lille, en el primer acercamiento, en el que Zhergrova hizo un golazo desde la frontal y ahí el castillo de naipes se empezó a desmoronar. Simeone sacó por fin al noruego del campo para dar entrada a Correa pero al Atleti no le dio tiempo a reaccionar cuando el colegiado se inventó un penalti inexistente que transformó J. David. La retransmisión se detuvo más de tres minutos, se suponía que el VAR iba a mandar revisar al árbitro, porque en las imágenes no había nada, pero nadie revisó nada, el penalti se lanzó y el Atleti entró en colapso. Aun así, con la derrota ya en ciernes, el Atleti reaccionó con la entrada de Lino y Giuliano, tuvo ocasiones a bocajarro que no entraron. Aquello parecía un castigo reflejado en el silencio de una grada que era necesaria, indispensable, para completar la unión. A ese partido se le podría haber dado la vuelta todos juntos, pero era imposible hacerlo por separado. Por eso, ya en el final, el Lille sentenció con el tercero en una contra.

MADRID, SPAIN – OCTOBER 23: Benjamin Andre of LOSC Lille and Nahuel Molina of Atletico de Madrid battle for a header during the UEFA Champions League 2024/25 League Phase MD3 match between Atletico de Madrid and LOSC Lille at Estadio Civitas Metropolitano on October 23, 2024 in Madrid, Spain. (Photo by Florencia Tan Jun/Getty Images)

Así, la noche del Lille dejó la segunda derrota consecutiva en Champions pero dejó también una más, la peor derrota, la que hace romper la simbiosis colectiva que hace de este club algo tan especial. Que cada uno reflexione sobre qué lugar ocupa y sobre cuál quiere ocupar, pero el Atlético de Madrid no es esto, es más bien lo contrario. El Atlético de Madrid es unión.