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La Galerna

·14 de outubro de 2025

Las flores marchitas del futuro (II)

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Hace muy poco, en un vídeo muy interesante, Ramón Álvarez de Mon trata el delicado asunto del futuro societario del Real Madrid. Él lo llama, con razón, el tema más importante de la actualidad madridista. El cambio del modelo de propiedad se entiende como imprescindible para afrontar con garantías un escenario global de hipercompetitividad feroz, donde los rivales no son otros clubes ni sociedades anónimas al uso sino parte de grandes corporaciones, clubes-Estado que disponen del dinero ilimitado de las petromonarquías o que están sostenidos por poderosísimos fondos financieros internacionales.

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Aquí se puede hacer la salvedad de que con el actual modelo el Madrid ha triunfado en la última década sobre todos sus rivales, deportivos y económicos, viejos clubes, SADs y holdings político-financieros mundiales, y que además ha sobrevivido a una pandemia financieramente devastadora. El mismo Florentino decía, en una entrevista en el AS del año 95 que ha rescatado en X Alberto Cosín, que la sociedad anónima haría del Madrid «una mercancía, algo vulgar que se compra y se vende». Está claro que el futuro es siempre algo tan incierto como complejo.


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Dice Ramón que según lo que él sabe, el Madrid «se encamina hacia un modelo Bayern». Es decir, la parte mayoritaria del patrimonio del club permanecería gestionada por los socios a través de una fundación a la vez que el resto se capitalizaría por empresas o fondos privados. Dice Ramón que la idea de Florentino es que alrededor del 50% del club siga siendo de sus actuales dueños. Un consejo de administración al uso sería quien dirigiera el cotarro, ya una sociedad anónima pero, en teoría, con un peso decisivo de la masa social en la toma de decisiones.

Ramón presume que Florentino Pérez se explicará en detalle en la próxima asamblea de socios del mes que viene. Lo que se sabe, de momento, es lo que les dijo hace un año, el día en que especuló con que el Madrid vale entre 7 y 10 mil millones de euros: «les confirmo que traeremos a esta asamblea una propuesta de reorganización societaria del club que, con claridad, asegure nuestro futuro, nos proteja de las amenazas que sufrimos y, ante todo, garantice que los socios seamos propietarios de verdad de nuestro club, propietarios reales de nuestro patrimonio económico y de pleno derecho”.

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Una cosa es inapelable: esta misma masa social lleva mucho tiempo aprobando con abrumadora unanimidad lo que el presidente les pone por delante. Es posible que sea cual sea la fórmula de la que se informe a los socios, éstos la validarán por mayoría, así que nadie podrá decir que no eligen su propio destino.

Es verdad que Florentino Pérez ha sido una bendición para el Real Madrid desde que accedió a la presidencia en el año 2000 pero, también, que más allá de él lo que hay es un páramo. Eso ha favorecido sin duda que sus determinaciones hayan gozado del consenso general entre los socios, a lo que ayuda también el carácter presidencialista que ha tenido el Madrid como club desde su fundación. De la unanimidad a la aceptación acrítica hay sólo un paso y el hecho de que la oposición a Pérez la constituyan frikis, los intereses bastardos del grupo PRISA y demás periodistas a sueldo del antimadridismo universal no contribuye, qué duda cabe, a que exista una sana disidencia en la opinión pública madridista.

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A colación de este tema trascendental, desde hace tiempo viene sonando un nombre exótico y misterioso, el de Anas Laghrari: un businesman de cuarenta años, nacido en Casablanca y licenciado en Matemáticas Financieras en París, que al parecer ejerce de facto como mano derecha de Pérez en asuntos de negocios y capitales. Este hombre es la eminencia gris detrás del proyecto económico de la Superliga, a través de Key Capital Partners, firma de inversión que él mismo fundó en 2013. La prensa lo vende como el posible sucesor de Pérez en un hipotético consejo de administración del Madrid o, en todo caso, como su más claro heredero tecnócrata. De hecho, Laghrari fue el secretario general de la Superliga en su lanzamiento y estuvo al mando en 2021 cuando se creó la European Super League Company, S.L., la sociedad rectora del proyecto. Laghrari trabajó con Florentino en dos grandes operaciones de ACS que según los indicios le valieron la confianza total del presidente, confirmada cuando medió para asegurar los quinientos millones de euros con que el Madrid arrancó las obras del nuevo Bernabéu. Además, fue quien diseñó algunas de las famosas palancas financieras que en el verano de 2022, aquellos truquitos contables que, en medio de la impunidad general, salvaron del colapso al Barcelona de Laporta.

En el último año he podido escuchar y ver algunas cosas que me dan la impresión de estar ante un cambio profundo en la idea de lo que es el Madrid

Lo de las palancas, desde luego, fue un pelotazo, a tenor de los resultados para los interesados. Pero el asunto de la Superliga ha devenido en gran fiasco, sobre todo, como me recuerda un tuitero, por la evaluación tan superficial del posible comportamiento de los clubes ingleses, para los que la Premier ya es un chollazo y, honestamente, eran los socios más rentables del proyecto en vista de la situación en que se encuentra el fútbol español e italiano. Si Laghrari va a ser el nuevo visir del Madrid estaría bien escuchar a Florentino alguna cosa sobre él, en todo caso que al menos nos lo presente.

Es como si el Madrid, como estrategia de supervivencia ante la tercermundización agravada del país, haya decidido emanciparse y adaptarse evolutivamente a un panorama global en que el fútbol ya no es un negocio sentimental pensado para las clases medias y populares

En el último año he podido escuchar y ver algunas cosas que me dan la impresión de estar ante un cambio profundo en la idea de lo que es el Madrid. En una cena pude charlar con un socio veteranísimo que se quejaba amargamente del modo en que cada vez más eran apartados por el club en la gestión y atención de sus necesidades y demandas. También pude ir a un partido en el Bernabéu, contra el Milan, que perdimos 1-3. Aparte que las entradas eran de reventa, de otra forma es imposible ir (y ese, per sé, es un tema: la almoneda semanal a la que muchos abonados someten sus asientos y que como efecto inmediato sobre la atmósfera del estadio lo convierte en un parque temático para turistas) por toda la fila, y estaba bien alto, en el último anfiteatro, había guiris que apenas atendían a lo que ocurría si no era para subirlo a Instagram. La sensación que tengo es que Florentino Pérez, en línea con las élites peperas del MadridyLibertad, han concebido una ciudad y un club para extranjeros con dinero que pasen, gasten, vean y se vayan. Un modelo no apto para los españoles que en general están en vías de subdesarrollo ni para el tipo tradicional de socio, que tiene raíces en la ciudad, que involucra a su familia en la vida del club y que por ello puede criticar su administración. Será, probablemente, un modelo que por obsoleto se esté cayendo solo pero, hasta el momento, es el modelo que ha hecho del Madrid el mejor club de la historia del fútbol.

Es como si el Madrid, como estrategia de supervivencia ante la tercermundización agravada del país, haya decidido emanciparse y adaptarse evolutivamente a un panorama global en que el fútbol ya no es un negocio sentimental pensado para las clases medias y populares de las naciones sino un espectáculo más y dirigido gradualmente hacia un público transnacional, rico y de adhesiones ligeras o indiferentes. Se trata de cambiar al hincha por el consumidor.

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Los cambios, no obstante, afectan al fútbol como tal y de un modo u otro incidirán en todas las aficiones y en todos los clubes. El Bayern, con su modelo «híbrido», sigue siendo puntero en Europa. Por contra, el Manchester United ha sucumbido al marasmo y lleva más de diez años camino de la perdición por más que su gerencia haya gastado ingentes cantidades de libras esterlinas en fichajes y entrenadores. Por hablar de dos clubes que hace veinte años eran los que estaban arriba del todo. De Italia, mejor ni hablar. El futuro dictará sentencia y sin embargo el futuro se parece más al cortijo chapucero tebano, con partidos en Miami no aptos para el bolsillo del españolito medio, que a la promesa florentiniana de la democratización del gran espectáculo universal. Son tiempos muy distintos a los que había a finales de los años 50, cuando Bernabéu y Saporta concibieron una competición que se subiera a la onda del europeísmo y que abrió las ventanas de los Pirineos para que en España entrara algo de aire. Como madridista sin más, español de provincias y no socio sino mero hincha, tengo al menos la ocasión de expresar aquí mi punto de vista, en esta bendita tribuna galernauta nacida sobre todo para amar al Madrid desde todos los ángulos, también desde la melancolía.

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