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Nacional Es Pasión

·11 de outubro de 2025

Nacional resiste y vuelve a ser pueblo

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Por: Juan Felipe Velásquez Echavarría.

Atlético Nacional volvió a imponerse en el Palogrande, ese estadio donde tantas veces se han escrito capítulos intensos de la historia del fútbol colombiano. Esta vez no hubo espectáculo, ni una sinfonía táctica, ni una avalancha ofensiva. Lo que hubo fue algo más primitivo y más valioso: carácter. Un gol de Edwin Cardona desde el punto penal bastó para vencer 0-1 a Once Caldas y tomar ventaja en los cuartos de final de la Copa Colombia. El héroe silencioso fue Luis Marquinez, quien con sus reflejos y coraje sostuvo el resultado cuando el partido se inclinaba en contra.


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Lo cierto es que Nacional no brilla. Y tal vez eso sea lo más honesto que se puede decir. El equipo juega poco, no emociona demasiado, pero aún así gana. En un semestre marcado por la inestabilidad, con un entrenador como Diego Arias, tratando de ordenar el caos heredado, con una plantilla golpeada por lesiones y un camerino que todavía busca su identidad, el simple hecho de imponerse fuera de casa ya es un logro. Este no es el Nacional que asfixia a los rivales con posesión ni el que impone respeto con jerarquía técnica. Es otro tipo de Nacional: uno que resiste, que sufre y que, pese a todo, sigue de pie.

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Foto: Atlético Nacional Oficial.

Hay momentos en los que ganar “jugando mal” también es una forma de sobrevivir. Porque en el fondo, cada triunfo, por más modesto que parezca, es un paso hacia la reconstrucción. Y en ese proceso, lo que mantiene vivo al club no es la táctica ni la estética: es la comunión con su gente. La hinchada ha vuelto a ocupar el lugar que siempre le correspondió: el de sostén moral del equipo. Cuando la dirección deportiva tambalea, cuando las decisiones institucionales se cuestionan, cuando el rumor y la crítica abundan, ahí está el pueblo verdolaga llenando las gradas, cantando en los malos ratos, convirtiendo el caos en resistencia colectiva.

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Foto: Atlético Nacional Oficial

Esa unión no es casualidad. Hay algo casi simbólico en este momento. La hinchada percibe que el enemigo no está adentro, sino afuera. Los ecos mediáticos que amplifican cada penal polémico, cada gesto de Cardona, cada palabra malinterpretada de un jugador, están generando un efecto inesperado: cohesión. Nacional vuelve a ser ese club al que muchos aman odiar, el equipo al que siempre se le exige más, al que se le mide con una vara distinta. Y eso, paradójicamente, está devolviendo al hincha su orgullo. La sensación de que “nos quieren ver caer” se ha convertido en combustible emocional.

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Nacional se alimenta de esas tensiones. Su grandeza nació así: luchando contra el entorno, desafiando narrativas, resistiendo con identidad. No es casual que el equipo haya encontrado en la adversidad un motivo para reencontrarse consigo mismo. Hoy no se trata de jugar bonito; se trata de volver a creer. De recordar que incluso cuando el fútbol no fluye, hay algo que no se negocia: la camiseta, la historia, el peso de los colores.

El 1-0 en Manizales no define la serie, pero sí marca un cambio de tono. Este equipo puede no enamorar, pero empieza a recuperar algo que había perdido: el respeto. Y eso se construye con sudor, con oficio y, sobre todo, con un vestuario que entiende que el apoyo de su hinchada es lo único que no está en crisis.

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El Atanasio Girardot será el escenario para cerrar la llave, con un estadio lleno, con la ciudad expectante y con la obligación de transformar la fe en fútbol. Si Nacional logra conectar su energía con la de su gente, puede no solo clasificar, sino también reconciliarse con su esencia. Porque más allá de los sistemas, los técnicos o los discursos, hay una verdad innegable: el Rey de Copas no desaparece, simplemente hiberna. Y cuando despierta, el país entero lo siente.

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Nacional no está en su mejor momento, pero sigue siendo Nacional. Un club que no necesita aprobación ajena, que sobrevive a sus crisis y que siempre encuentra en su pueblo la fuerza para volver a empezar. Mientras los demás especulan, los hinchas siguen alentando. Y eso, en tiempos como estos, vale más que cualquier táctica: es la demostración de que la grandeza no se discute, se sostiene.

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