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·22 de junho de 2025

Real Madrid 3-1 Pachuca | Xabi Alonso logra su primera victoria

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Los merengues se imponen a un combativo Pachuca en un duelo marcado por la temprana expulsión de Raúl Asencio

Tras un empate amargo frente al Al Hilal y sensaciones que pesaban como el plomo, el Real Madrid llegaba al segundo acto del Mundial de Clubes con la urgencia de redimirse. La victoria se presentaba no sólo como un objetivo, sino como una necesidad para Xabi Alonso, que buscaba su primer triunfo al frente del banquillo merengue. El técnico vasco, fiel a su idea, repetía la fórmula anterior, aunque introducía a Arda Güler por Rodrygo, confiando en el talento del otomano para desatar nudos en la salida de balón.


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El Real Madrid activó el modo supervivencia en la 1.ª parte

El inicio fue eléctrico. El Madrid, con el alma por delante, presionaba alto, queriendo imponer su ley sobre la defensa de Pachuca, ese equipo que guarda en su escudo el eco ancestral de los mayas y la bravura de los aztecas. Pero fue el guerrero Rondón quien tuvo la primera lanza: un disparo desde el corazón del área que pasó silbando junto al poste. Sin embargo, los planes de Xabi se hicieron trizas en apenas seis minutos. Raúl Asencio, último hombre, detuvo a Rondón con un agarrón sin poesía, y el árbitro no dudó en mostrarle la roja. El canterano, que aún no ha encontrado su lugar en este torneo, dejaba a los suyos con uno menos y el alma a la intemperie.

Pachuca no era una amenaza constante, pero el Real Madrid tampoco encontraba la armonía. Las notas del juego blanco se rompían en mitad del pentagrama, entre pases imprecisos y espacios mal cubiertos. En una de esas fugas de los Tuzos, Courtois se erguía como guardián de los viejos tiempos: primero detuvo un disparo cruzado, y en el rebote, con reflejos de felino, evitó el tanto con una estirada milagrosa. Los dirigidos por Jaime Lozano, serenos y valientes, comenzaron a leer el partido como si fuera un códice antiguo.

A punto estuvieron de abrir el marcador tras una pérdida de Tchouaméni que dejó a Rondón solo ante la gloria, aunque la jugada fue anulada por una falta en los albores de la acción. El susto no fue menor cuando, en el minuto 25, Güler chocaba con el extremo derecho de Pachuca dentro del área. El árbitro detuvo el juego y consultó el oráculo del VAR, pero los dioses del fútbol decidieron que no había pena. Aprovechó entonces Xabi Alonso la pausa para el agua como si fuese un alto en la batalla: reunió a los suyos y, con la calma de un general, intentó redibujar la ruta en medio del caos.

Gonzalo brilló como una estrella más

Y las palabras de Xabi no cayeron en saco roto. Como un conjuro bien lanzado, surtieron efecto apenas volvió a rodar el balón. Gonzalo, con la elegancia de quien ve el juego un segundo antes que los demás, abandonó su puesto natural, flotó hacia el centro y, con un taconazo que parecía escrito por un poeta, abrió el campo para Fran García.

El lateral, veloz como una flecha que surca el viento, recorrió la banda con determinación. Su centro, preciso, fue un regalo que Jude Bellingham no desaprovechó. El inglés, siempre en el lugar justo, recibió y se adentró en el área como quien pisa tierra sagrada. Con un disparo cruzado, venció al guardián de los Tuzos y volvió a encender el canto del “Hey Jude” entre los corazones blancos.

Pero no se detuvo ahí el embrujo. Gonzalo, ya convertido en alquimista del mediocampo, volvió a tirar de varita. Esta vez fue un toque sutil, casi imperceptible, el que habilitó a Arda Güler. El joven turco, sereno como un monje en un templo, definió con frialdad para poner tierra de por medio y dibujar en el marcador la superioridad que empezaba a verse en el césped.

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Richard Pelham/Getty Images

Courtois, el mejor del Real Madrid en la 2º parte

Al volver del descanso, los estrategas movieron sus piezas con la precisión de un juego de ajedrez a cielo abierto. Jaime Lozano, en su intento de reescribir la historia, refrescó su ejército con piernas nuevas. Xabi Alonso, por su parte, daba respiro a Gonzalo autor de un primer tiempo de orfebre, y enviaba al campo a Brahim Díaz, en busca de mayor templanza con el balón.

La apuesta surtía efecto. El Real Madrid, cargado de talento en la línea ofensiva, comenzó a hilar con velocidad, buscando sociedades breves pero punzantes, abriendo grietas en la estructura mexicana. Pachuca, fiel a su estilo directo, buscaba el asalto mediante balones largos, como flechas lanzadas desde una ciudadela azteca. No eran inofensivas. Una de ellas obligó a Courtois a enfundarse de nuevo el manto del héroe. Un disparo lejano, envenenado, que se colaba por el palo largo, fue conjurado con una estirada digna de leyenda.

El ritmo del encuentro no convencía a Xabi. Leía el partido con mirada de relojero y movía ficha. Modric y Ceballos al campo, Bellingham y Güler a descansar, tras cumplir su misión con honra. El Madrid necesitaba pausa, sabiduría, control. Y mientras el balón volvía a obedecer, Courtois seguía custodiando su templo, multiplicándose ante cada intento rival. Lo suyo ya era una sinfonía bajo palos.

El tercero de los blancos fue una obra de orfebrería colectiva. Hujdsen, con mirada de francotirador, lanzó un pase preciso a la espalda de la zaga. Vinicius, vivaz, abrió para Valverde; el uruguayo, casi sin mirar, tocó de primera para Brahim. El malagueño no dudó: puso un centro dulce, con peso de milagro, que Valverde, convertido en ariete por un instante, empujó con la punta del pie al fondo de la red.

Pero los Tuzos, herederos del temple de viejos pueblos de piedra y sol, no se rendían. Y encontraron el premio en un golpe de fortuna: Montiel probó desde fuera; el disparo rozó en Tchouaméni y desvió la trayectoria lo justo para descolocar a Courtois. Esta vez, ni siquiera el gigante belga pudo evitar el tanto.

Courtois, firme como un centinela en la última frontera, volvió a decir que no. En una acción inmediata, sacó una mano baja firme, instintiva, felina para desviar un disparo que llevaba veneno y destino de red. Su figura, ya agigantada, se convertía en la razón por la que el Madrid aún respiraba con calma.

En el minuto 86, el estadio reconocía otra gesta. Vinicius Jr dejaba el campo y en su lugar entraba Víctor Muñoz. El brasileño se marchaba entre aplausos, después de firmar una actuación cargada de intención y destellos. Fue un regreso silencioso, pero firme, al sendero de su mejor versión; un reencuentro con el jugador que baila y desequilibra, como si llevara en los pies la música de Maracaná.

Ficha técnica:

Real Madrid: Courtois; Trent (Rudigier 77´), Asencio, Huijsen, Fran García; Tchouaméni, Valverde, Bellingham (Ceballos 59´), Vinicius (Víctor Muñoz 86´), Güller (Luka Modric 59´) y Gonzalo (Brahim Díaz 45´).

Pachuca: Carlos Moreno; ‘Chaka’ Rodríguez (J.López 59´), Bauermann, Pereira, Bryan González; Montiel, Bautista (Jhon Kenedy 45´); Domínguez (Cabral 45´), Palavecino (Guzmán 71´), Robert Kenedy (C. Sánchez 59´); Rondón

Goles: Bellingham (34´) | Arda Güller (42´) | Valverde (69´) | Montiel (79´)

Tarjeta: Raúl Asencio (6´) Roja | Palavecino (17´) Amarilla |

Árbitro: Ramon Abatti

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