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·01 de dezembro de 2024
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Pucela será siempre una ciudad y un estadio de dulce recuerdo, un lugar que evocará el puntín y aquel mano a mano eterno por siempre jamás, los gritos de la gente fuera, un desplazamiento masivo para no ver un partido, una manera de decirle al mundo que el Atleti no es fútbol, es otra cosa. Pero ayer Pucela era el presente, un partido esencial para volver de pleno a la lucha por el campeonato porque previamente, el Barcelona había perdido en casa contra Las Palmas, lo que ofrecía la posibilidad de acercarse a dos puntos de distancia. De diez a dos. De tener todo perdido en octubre a tenerlo todo por ganar. Una motivación irrenunciable que el Atleti no despreció. Ganó, goleó y convenció. Sin peros. Con la contundencia que enamora a Simeone.
El partido fue muy parecido al de Praga, mismos hombres con una única modificación en el once, en el que entró Griezmann en detrimento de Sorloth. Hubo diez minutos de indefinición en los que el Valladolid, un equipo herido de muerte, intentó reponerse, ser intenso, estar ordenado, llevar la iniciativa y en seguida todo pasó a manos del Atleti, que ejerció su rol de favoritísimo y comoenzó a dominar el encuentro, jugando casi con los diez jugadores de campo metidos en campo rival. En el minuto 26 llegó el cero a uno en una jugada en la que Llorente asistió a Lenglet, que ejerció de delantero centro empujando el balón a la red. El Valladolid acusó el golpe y apenas nueve minutos más tarde, ya Julián Álvarez sentenció el partido. Una jugada de Giuliano, que se está mostrando como un pulmón imprescindible de este nuevo Atleti, acabó con un rechace del portero que el instinto de la araña convirtió en gol. Desde ahí fue todo un paseo militar. Una jugada brillante por izquierda al primer toque acabó con el cero a tres de De Paul, que hizo un partido para enmarcar, corriendo, peleando, aprovechando todo el trabajo sucio de Barrios para poder filtrar el ataque, asistió, y marcó. Antes del descanso marcó el cuarto Simeone, pero fue anulado por un exiguo fuera de juego que detectó el semiautomático.
En la segunda mitad entró Reinildo por Galán, que había visto la amarilla, el Cholo no quería sorpresa alguna, y el Atleti salió sin relajación, con la intensidad que su entrenador exige. En cincuenta y dos, una nueva galopada de Simeone por la derecha acabó con una pared de vértigo en la frontal de Griezmann y Julián y con el francés dentro del área, regateando a tres defensas al paso de un reverso de tacón que dejó a todos con la boca abierta, definió a un ladito y puso el José Zorrilla en pie. La afición blanquivioleta, hastiada de su equipo, se tomó la licencia de aplaudir en masa la obra de arte que Antonie Griezmann acababa de dejar sobre el césped.
Entraron Correa, Koke, Sorloth y Lino en el sesenta para refrescar y dar un nuevo empuje, pero esta vez el equipo no estuvo tan ambicioso como en Praga, se notó cierta relajación que no gustó mucho a Simeone, pero con todo, dio para que al final, en una jugada que inició Simeone, Correa pusiera para empujar a Sorloth un tanto con el que se cerró la goleada. El Atleti sacó la manita y advirtió que ya está aquí de nuevo.
Foto: atlético de madrid
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