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Nacional Es Pasión

·09 de junho de 2025

¿Y AHORA QUÉ?

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Por: Juan Felipe Velásquez.

En el Atanasio Girardot, una tarde que comenzó con esperanza terminó envuelta en frustración. Atlético Nacional volvió a decepcionar a su gente, esta vez cayendo 1-2 ante Independiente Santa Fe en la tercera fecha del Grupo B de los cuadrangulares semifinales de la Liga. El resultado no solo duele por la forma en que se dio —una remontada sobre el final— sino por lo que representa: Nacional ya no depende de sí mismo para avanzar, y eso, a esta altura del torneo, es inadmisible.


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El golazo de Edwin Cardona a los 44 minutos fue una joya que iluminó brevemente un partido que ya se veía cuesta arriba. Un tiro libre perfecto, inatajable, que hizo estallar al Atanasio y despertó ilusiones. Pero la ventaja fue fugaz. En el segundo tiempo, Nacional se desmoronó. Rodallega empató al minuto 53 tras una jugada simple, mal defendida, y desde allí el equipo se desdibujó por completo. Físicamente agotado, sin ideas ni claridad en los cambios, Nacional le entregó el control del partido a Santa Fe, que lo intentó hasta el final y fue recompensado con un gol agónico de Yílmar Velásquez.

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Foto: Cortesía El Espectador.

Durante los primeros 45 minutos, el equipo de Gandolfi mostró algo de orden, dominio del balón y personalidad. Incluso el arquero Harlen Castillo fue figura con atajadas determinantes que evitaron una caída temprana. Pero lo que vino después fue un reflejo fiel de las últimas semanas: un equipo sin respuestas, sin energía, sin liderazgo. Y lo más preocupante es que esto no parece un accidente, sino una tendencia.

Hoy, Nacional está a la deriva. No se trata de perder un partido, porque eso puede pasar. Se trata de la forma en que se pierde. Sin rebeldía, sin intensidad, sin esa esencia que tanto ha caracterizado al club a lo largo de su historia. Lo verdaderamente doloroso no es caer, sino parecer resignado a caer.

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El profesor Gandolfi comenzó el 2025 con aplausos merecidos. Su gestión en la Superliga, los buenos resultados iniciales en Liga y Copa parecían señalar el comienzo de una era prometedora. Pero hace ya más de dos meses que el equipo se fue extraviando. La nómina que antes funcionaba, hoy se ve agotada. Las decisiones técnicas se sienten desconectadas de la realidad del partido. El once inicial es muchas veces difícil de entender, y los cambios, lejos de corregir, profundizan los problemas.

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Además, el equipo parece quebrado físicamente. Varios jugadores terminan exhaustos, otros no llegan a los duelos. Las transiciones defensivas son lentas, y las ofensivas, predecibles. Nacional no está preparado para competir al más alto nivel, y eso se nota tanto en lo local como en lo internacional. Por eso, aunque todavía queda media ronda por disputarse, la sensación es amarga: este equipo, así como está, no parece tener cómo levantarse.

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Sobre Harlen Castillo, hay que decirlo claro: no merece ser crucificado. Su intento desesperado por ir al área rival en el último minuto es el reflejo de un jugador que quiere ganar, que arriesga, que cree. Esa actitud, aunque salga mal, es la que debería contagiarse. En Nacional se juega para adelante, se juega con hambre. A veces se pierde arriesgando, sí. Pero también se pierde siendo cauteloso. No existe fórmula infalible. Lo que sí es innegociable es el carácter. Y si algo ha mostrado Harlen es carácter. Gracias a él el partido no se perdió mucho antes.

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Ahora viene la revancha inmediata: el jueves 12 de junio en Bogotá. Pero seamos honestos, no se trata solo de sumar puntos. Se trata de reencontrar una identidad perdida. De volver a ser un equipo que compite, que incomoda, que propone. Nacional está obligado a dar una muestra de dignidad y carácter, no por la tabla, sino por la historia que lo respalda. Porque a este club no lo define un resultado, lo define su forma de enfrentar la adversidad.

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