La Galerna
·3. November 2025
Al diablo nunca le faltan recursos

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Si el diablo está en los detalles, el Madrid anda endemoniado. Contra el Valencia, uno de estas minúsculas claves me cautivó: el movimiento de Mbappé previo al 2-0. A saber: Güler rompe las aguas por la izquierda, levanta la cabeza, ve a su compañero e intuye el desmarque, parecen hablarse durante un microsegundo, un intercambio de ideas como si Esperando a Godot se llamara Esperando a Kylian, y entonces el francés, que amagaba con ir al primer palo, de pronto decide cambiar, alarde de esa inteligencia física que envidiamos los torpes, un rayo atraviesa el área de un Valencia nostálgico, desaparece el delantero y aparece en el sitio donde va a llegar el balón para hacerlo fácil, que es lo más difícil del mundo: poner el pie para que el esférico rebote y, trazando un ángulo perfecto, acabe en la portería rival. Matemática, anatomía, fantasía, casi sexo: fútbol.

El Madrid ganó 4-0, al final, a un Valencia solitario y melancólico. Triste. En México dicen que si te toca, ni aunque te quites, y si no te toca, ni aunque te pongas. A los ches les tocó: por mucho que quisieron, el balón no correspondía, no circulaba, rebotaba, se iba, no llegaba. Es posible que sea parte del embrujo del estadio y que, como insinúa Ray Loriga, sea en el Bernabéu donde todo es redondo, completo, mágico. Y eso, a veces, aturde.
El Valencia, como ese consumidor capitalista que acumula sin razón, comenzó el partido haciendo tres penaltis en la misma jugada. El árbitro no vio ninguno y tuvo que ser el VAR el que ahorrase el sonrojo a todo el estamento, pues había donde elegir: una mano y dos agarrones a Bellingham y a Mbappé, ambos en situación prometedora de remate. Abundancia de nada, debió de pensar el cuadro che, que vio cómo el francés abría el marcador.
Es el 1-0 un resultado ambiguo pues, prolongado demasiado en el transcurso de un partido, puede dar lugar a ponernos filosóficos: podemos perder y podemos remontar, somos perdedores y ganadores al mismo tiempo. Seguro que lo pensó el Valencia: con 70 minutos por jugarse, quién no es capaz de creer un poco en Dios. Sin embargo, apareció el demonio con sus detalles y el 2-0 no se hizo esperar. Se acabó la misa, ni rezando.
La tarea estaba resuelta antes del descanso. El Madrid podía golear y darle al valencianismo una excusa más para seguir odiando a este enemigo que se han fabricado como parte de cierto relato abundante de vacío. Que si Mijatovic, que si Mendieta, que si Vinícius
Se encerró el Valencia a ver si el temporal amainaba y la tormenta se iba a otro sitio, como ocurrió en el Clásico, que el Madrid pareció darlo por ganado demasiado pronto. No era el día. Al filo del descanso, Vinícius encontró un espacio e inició una jugada de peligro que Carreras culminó siendo objeto de penalti. El propio brasileño lo lanzó, quizá en busca de redención, no lo sé, no lo sabía ni él seguramente, pero lo detuvo el portero.
Por un instante, la idea de la trampa del 2-0 recorrió una parte de esta mente colmena que es el madridismo a veces: a ver si ahora, con lo fácil que ha sido, con lo bien que estamos. Se rememoraron viejas imágenes. Sin embargo, el infierno estaba vacío y los demonios estaban en el Bernabéu. Algo así escribió Shakespeare. Bellingham, también inglés, hizo el 3-0 justo después con un soberbio disparo desde la esquina derecha del área tras deshacerse de dos rivales con un paso de baile.

La tarea estaba resuelta antes del descanso. El Madrid podía golear y darle al valencianismo una excusa más para seguir odiando a este enemigo que se han fabricado como parte de cierto relato abundante de vacío. Que si Mijatovic, que si Mendieta, que si Vinícius. Redujo una marcha y, entre eso y la suerte, la victoria sólo fue de 4-0. De nuevo un Madrid misericordioso ante nuestros ojos, un milagro que no entendemos. ¿Y qué milagro se entiende?
Marcó Carreras al final un gol que fue un estruendo, como encontrar un animal albino en medio del monte, un lince blanco. No habrá telarañas en esa escuadra por un tiempo. Otro pormenor endemoniado: hay que fijarse en el pase de Federico Valverde, desde la otra punta de España. De Murcia a Galicia. No cabe dudas: es el mejor no lateral derecho del mundo.
4-0. Suficiente. Ganó el Madrid, goleada contenida, en un Bernabéu con aroma a incienso, a día de Muertos, a noche de Halloween, a un diablo sobrado de recursos: también de pequeños y traviesos detalles.
Getty Images
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