"Las mujeres no lloran" | OneFootball

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La Galerna

·29. Juli 2025

"Las mujeres no lloran"

Artikelbild:"Las mujeres no lloran"

El pasado domingo, ahora sí, los amantes del fútbol (esos que de alguna manera “sufrimos” la ausencia de transmisiones, noticias, alineaciones probables, adrenalina, pronósticos, previas y post-partidos durante el verano) sentimos que no quedaba ya nada a qué aferrarse, una vez se pitó el final de la Eurocopa Femenina en Basilea, Suiza.

Tras las celebraciones de Inglaterra, reeditando el título que habían conquistado en 2023, y las lágrimas amargas de las futbolistas españolas, quienes vivimos el calendario futbolístico europeo (y muchas veces también el mundial) como si fuera un metrónomo de nuestras rutinas y emociones, entendimos que había llegado, ahora sí, el “break”. El momento de la descontaminación forzosa de casi todo lo que huela a fútbol. Porque, si bien esta temporada 2024-25 se extendió inusualmente debido a la Euro Femenina y al reciente Mundial de Clubes, finalizado apenas dos semanas atrás, también es cierto que ya asoma el primer suspiro de la próxima (2025-26), con la mayoría de los equipos dando sus primeros pasos de preparación.


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En este contexto, con la serenidad que me brinda esta tregua inevitable, y mientras veía a las inglesas celebrar su ascenso al Olimpo futbolístico, me encontré, casi sin querer, haciendo balance de la temporada. Y en ese proceso, tuve una revelación que sentí necesario compartir con ustedes, amantes, promotores y críticos del “deporte rey”.

Luego de ver y analizar varios partidos de esta Eurocopa Femenina, llegué a tres conclusiones que, con humildad, quiero poner sobre la mesa. No con ánimo de sentenciar verdades absolutas, sino con el deseo genuino de invitar a la reflexión.

Primera conclusión:

En líneas generales (y con excepciones cada vez más admirables), siento que aún existe una distancia técnica considerable entre el fútbol femenino y el masculino. Y me parece absolutamente normal y razonable. La historia del fútbol femenino es mucho más corta, menos estructurada, y ha contado con mucho menor apoyo económico y organizativo. Eso ha limitado su desarrollo desde edades tempranas, así como las oportunidades de profesionalización. Pero esa brecha se está reduciendo, y lo vivido en este torneo es una prueba de ello.

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Segunda conclusión:

Existe, por naturaleza, una diferencia física entre hombres y mujeres que, aunque a veces se minimice, influye directamente en el ritmo, la potencia y la resistencia del juego. Ante la dificultad de adaptar campos específicos o modificar dimensiones de juego para compensar esa diferencia, me pareció interesante la sugerencia de mi hermano menor: reducir levemente los tiempos de partido en el fútbol femenino. No como medida discriminatoria, sino como ajuste que potencie la competitividad y ayude a nivelar el impacto físico. Una idea, al menos, digna de explorarse.

Y la tercera conclusión, la más poderosa y conmovedora para mí, va totalmente a favor del fútbol femenino. Y es que la diferencia de honorabilidad y señorío entre jugadoras y jugadores es abismal. Durante esta Eurocopa, una y otra vez me encontré admirando el comportamiento de las futbolistas: guerreras valientes, intensas, funcionando a altísimas pulsaciones y entregadas al contacto, pero sin fingimientos, sin simulaciones, sin teatrales dolores tras cada entrada. Sin cuestionar constantemente al árbitro. Sin caer en rifirrafes absurdos con las rivales. Todo ello, tan decepcionante y tan exasperante para la mayoría de los espectadores.

En este punto, pareciera que el fútbol femenino sí está a años luz del masculino. Este último cada vez más ensuciado por lo extradeportivo, por conductas reprochables dentro del campo, que lamentablemente muchos niños y jóvenes tristemente reproducen a la perfección. ¿No sería lógico que, en busca de una reconducción, el fútbol base empiece a mirar hacia el ejemplo de las mujeres? ¿A enseñar respeto, lealtad y nobleza como valores esenciales del juego?

Como primera piedra, propongo precisamente eso: utilizar partidos como la final del pasado domingo entre España e Inglaterra como modelo formativo. Porque más allá de la tensión, la agresividad, la emoción visceral del fútbol... allí, en esa final, así como en la mayoría de los partidos que vi de la Euro Femenina, lo que prevaleció fue la honestidad. La lealtad. El señorío.

Y es que, sin lugar a dudas:

“Las mujeres no lloran”.

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