La Galerna
·4. Januar 2025
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Voy a ser honesto con ustedes: este texto inicialmente iba a ser desarrollado como una sátira con un nivel supremo de ironía en la que instruía a Vinícius acerca de cómo comportarse en el terreno de juego para evitar tarjetas y sanciones como la de Mestalla, y para ello le instaba a amoldar su comportamiento al de jugadores que, según mis investigaciones pasadas, no vieron esas sanciones que sí ve nuestro atacante brasileño, como era el caso de Luis Suárez, el jugador al que más agresiones, protestas vehementes al colegiado y entradas de roja he visto realizar sobre un campo de manera impune; o Mascherano, jugador con carta libre para escapar de tarjetas por protestas, continuas faltas o incluso acordarse de la concha de la hermana o madre de un árbitro, si me disculpan la ordinariez.
Sin embargo, eso sería eludir el germen de todo este desagradable asunto, que no es otro que el hecho de que, le provoquen más o menos los rivales, le insulten desde la grada los “aficionados” a este deporte o le persigan y le traten inequitativamente los miembros del CTA, el castigado siempre va a ser Vinícius, víctima tanto de un sistema que sabe perfectamente cómo aprovecharse de él y de su sangre caliente, como del escarnio público que, mucho me temo, no va a dejar de acecharle desde las sombras de las gradas y las radios en ningún momento.
¿Es posible que Vinícius pueda revertir su actitud sobre el campo para evitar que situaciones como la de Mestalla se traduzcan en sanciones? No es que sea posible, es que es necesario. El brasileño, actualmente The Best y reconocido como mejor futbolista del mundo por cualquiera que sepa verdaderamente de este deporte y que no deje que cualquier fobia le enturbie el juicio, ha llegado a serlo amén de su increíble mentalidad y su afán por mejorar. Resulta imperativo que el atacante carioca enfoque su anhelo de mejora en el control de sus emociones, porque las situaciones que las desencadenan no van a cesar, al menos en gran medida, hasta que este consiga mitigar sus reacciones.
Resulta imperativo que el atacante carioca enfoque su anhelo de mejora en el control de sus emociones, porque las situaciones que las desencadenan no van a cesar, al menos en gran medida, hasta que este consiga mitigar sus reacciones
Escribió George Martin en el primer libro de Canción de hielo y fuego lo siguiente: “permite que te dé un consejo, bastardo. Nunca olvides lo que eres porque, desde luego, el mundo no lo va a olvidar. Conviértelo en tu mejor arma, así nunca será tu punto débil. Úsalo como armadura y nadie podrá utilizarlo para herirte”.
Me parece una cita más que pertinente para recomendarle a nuestro jugador, ya que el caso Vinícius existe porque el brasileño lo permite. Sobre Vinícius siempre se van a verter todo tipo de insultos e improperios desde las gradas, igual que sobre Figo, Cristiano Ronaldo y muchos otros antes que a él, pero será la reacción de Vinícius la que determine su sino en favor o en contra. Sin embargo, los rivales actualmente provocan a Vinícius buscando su reacción, sabedores de que la van a encontrar, y aquí es donde erra gravemente el brasileño, pues en el momento en que empiece a contener la misma, los contrarios dejarán de buscarle de esa manera con tanta frecuencia al no encontrar resquicio en su armadura. Si sus rivales no hallan la ventaja deportiva de una tarjeta al brasileño en sus reacciones, cesarán en sus intentos por pura ineficacia.
Esa armadura de Vinícius puede ser una sonrisa, como la de su compatriota Ronaldinho, que hizo de ella su respuesta para todo y la utilizó como arma para, junto con su incuestionable magia y calidad, conquistar al mundo del fútbol. La sonrisa como respuesta a la adversidad podría ser un motivo de empatía para el aficionado medio con Vinícius, si no fuera porque no viste la camiseta blaugrana, que seguramente sea el verdadero quid de la cuestión que atañe al odio que recibe el brasileño. Quizá la sonrisa de Vinícius como réplica a los reveses no surta el mismo efecto que la de Ronaldinho, pero al menos se lo pondría más difícil a sus odiadores.
Porque Vinícius no es Ronaldinho, ni Suárez, ni Mascherano. No tiene la vía libre de estos dos últimos para ejecutar cualquier acción desprovista de honor deportivo sobre sus rivales, ni tampoco de responder a las mismas que enfrenta prácticamente cada fin de semana. Juega en el lado bueno de la historia en lugar de en el del equipo que tenía contratado al vicepresidente del CTA, y aunque no sabemos si el Barcelona sigue pagando o influyendo en el estamento arbitral actualmente, por lo visto y oído en la reunión de colegiados a Medina Cantalejo, lo que está claro es que el sistema sigue prácticamente igual que cuando el club azulgrana pagaba: los árbitros que perjudican al Barcelona (expulsión de Flick) son rápida y públicamente escarmentados para que el resto de trencillas conozcan inequívocamente adónde apuntan los intereses de su jefe.
Si Vinícius quiere contestar a las provocaciones debe hacerlo con su fútbol, que es el que verdaderamente hace daño y genera el odio de sus rivales
La invariabilidad de la actitud del CTA y de los odiadores oficiales de Vinícius hace que lo único que esté en su mano sea trabajar, como sólo él sabe hacerlo y de la manera que le ha llevado a ser hoy el mejor jugador del mundo, para evitar darle a este rebaño la excusa de balar en su contra. Porque, caiga mejor o peor a sus rivales o al colectivo arbitral, la dura y hosca realidad que tienen que afrontar es que Vini está en la cima del fútbol. Y la realidad que tiene que afrontar el brasileño la plasmó también George Martin en su saga: “el león no debe preocuparse de la opinión de las ovejas”. El rugido de un león puede ser aterrador, aunque esté enjaulado, pero el verdadero terror lo provoca con sus zarpas y colmillos. Si Vinícius quiere contestar a las provocaciones debe hacerlo con su fútbol, que es el que verdaderamente hace daño y genera el odio de sus rivales. Si responde como en Mestalla, el daño se lo estará haciendo a sí mismo y, por ende, al Real Madrid.
Es momento de cerrar filas en torno al brasileño, recurrir su injusta expulsión por la fraudulenta forma de la misma (el balón estaba en juego y de nuevo se escamotearon las imágenes que demostraban que la acción de Vinícius en realidad fue reacción) y buscar en sus compañeros a un Casemiro que lo proteja de los rivales en estas acciones (Rüdiger ayer lo salvó de una sanción mayor), pero también es hora de que Vinícius sea consciente de la responsabilidad que tiene al portar nuestra camiseta y de lo mucho que necesita el club de él sobre el campo.
Getty Images.