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La Galerna

·17 December 2024

Negreira vive

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Todo cambio de régimen implica un biscotto, un pacto, una componenda. Es una historia muy vieja, por otra parte. Más vieja que el mismísimo mundo. Lampedusa le dio el archisabido nombre: gatopardismo, es decir cambiarlo todo para que todo siga igual, etcétera. Yo, hoy, tendría que estar hablando del regreso (algo de mentirijillas, todo hay que decirlo) de la Copa Intercontinental. Pero qué quieren que les diga yo a ustedes: en este mundo perro en el que vivimos, ya te joden hasta la nostalgia. Al Madrid, que jugó fatal en Vallecas el sábado por la noche, un partido malo de solemnidad, sobre todo en defensa, calamitoso, infame, le birlaron sin embargo dos penaltis como dos catedrales góticas. Una cosa no quita la otra.

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Eso, el latrocinio arbitral, impidió que a esta hora el equipo de Ancelotti sea el líder de la Liga y, además, con un partido menos. Fueron unos penaltis tan descarados, el primero de ellos además con el árbitro encima y el segundo con el ominoso y laaaargo silencio de los comentaristas del realizador oficial en España del campeonato mientras Óscar Lago, ese Leni Riefensthal de la propaganda antimadridista desde los tiempos de Canal Plus y las ligas de Tenerife, iba pasando las tomas de la patada a Vinícius en toda la espinilla; fue tan burdo el asunto que, ¿cómo ponerse tierno recordando esta mañana si lo que a uno le pide el cuerpo es quemar el Palacio de Invierno?


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Cómo sería el tema que hasta el Madrid abandonó el rictus hierático del faraón y arqueó las cejas con su crónica habitual de los partidos, en su página web. Es de agradecer que al menos alguien en las alturas institucionales comparta el hartazgo del madridista medio. Pues lo cierto es que nos están haciendo verdadera luz de gas. Los enemigos del Madrid, que suelen serlo también de la verdad y de la decencia, han conseguido invertir los términos de la realidad. Desde que saltó lo de Negreira, hace ya más de un año, a menudo tengo la sensación de que, señalando el semejante montón de mierda que se está acumulando en la causa judicial contra el Barcelona por adulterar la competición por décadas, el madridista asume el ridículo disfraz del bufón conspiranoico. Es decir, que se pone, o le ponen, el gorrito de papel de plata en la cabeza. Y que quienes debían ser los principales denunciantes públicos del escarnio, todas las demás aficiones de España, lo ridiculizan a él y no precisamente al aficionado del Barcelona. Pues, en el fondo, y aquí está la madre del cordero, todos ellos confraternizan con el sospechoso ladrón en agradecimiento por haber jodido tanto al que en buena lid lo ganó casi siempre todo.

Quienes debían ser los principales denunciantes públicos del escarnio del asunto Barça-Negreira, todas las demás aficiones de España, ridiculizan al madridista y no al aficionado del Barcelona. En el fondo, todos ellos confraternizan con el sospechoso ladrón en agradecimiento por haber jodido tanto al que en buena lid lo ganó casi siempre todo

Es enloquecedor, pero así estamos. La cosa es que viendo lo alevoso de los dos penaltis mangados al Madrid en ese Puerto de Arrebatacapas que es cada fin de semana la liga española de fútbol profesional, yo no puedo más que pensar que Negreira, en realidad, sigue mandando. No ya la persona, sino El Sistema. El otro día Villar salió diciendo que Negreira era poco más o menos que un estafermo en el Comité Técnico Arbitral, a pesar de que su “colaboración”, en calidad de vicepresidente del mismo, con el Barcelona empezase con su llegada al estamento arbitral de la Federación y cesase con su marcha. Ya es mala suerte que los sucesivos presidentes barcelonistas sobornasen durante todos esos años a un mindundi.

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Las cosas raras que todos pudimos ver a lo largo de ese tiempo y que tuvieron su clímax a lo poltergeist durante la Era Messi no fueron otra cosa que casualidades. Un cúmulo nuboso de casualidades. Una DANA estocástica. Pensando en la Copa Intercontinental caí en la cuenta de que cuando el Madrid ganó aquella del 98, con el aguanís de Raúl en Yokohama, ¡ya estaba Negreira en plena faena! Aquella misma liga, por ejemplo, que terminó ganando el Deportivo de La Coruña, contempló una de las barbaridades más gordas que uno recuerda: en el Clásico del Camp Nou famoso por el gesto de silencio de Raúl, Sergi Barjuán evitó un gol del Madrid bajo palos realizando un hermoso paradón, evidente para todos menos para el trencilla del encuentro. Que se fumó, como dicen ahora los chavales, un penalty tan obsceno como los del sábado en Vallecas, y aquí paz y después gloria.

Lo que nadie aún no has explicado es por qué el videoarbitraje está sirviendo de herramienta para manipular los partidos al antojo de oscuros realizadores ni cómo es que la tecnología está legitimando la adulteración de los resultados a conveniencia de los adversarios del Madrid

Puede que Negreira ya no esté, pero sin duda han quedado algunos de los resabios de aquella época tan larga. Los regímenes autocráticos de extensa duración sólo terminan, o son desactivados, desde dentro. De la satrapía villaresca en la RFEF se transicionó a otro modelo, el rubialesco, que llevó la emancipación de la mujer a Arabia Saudí y toneladas de dinero a muchos otros lugares, algunos de los cuales están por cierto también siendo investigados. Pero los resortes burocráticos del poder, ¿han cambiado? No lo parece, desde luego.

Vivimos en plena modernidad, lo pensaba mientras nos metían por los ojos la enésima actuación de opereta bufa que Tebas con su idea de las cámaras en el vestuario le brinda cada sábado a los rivales del Madrid en provincias, antes de saltar al terreno de juego. Tenemos Supercopa árabe y Copa Intercontinental emiratí, Mundial de Clubes en verano y hasta podemos verles el jeto a los narradores de la tele cuando en un partido se mete un gol. Lo que nadie aún no has explicado es por qué el videoarbitraje está sirviendo de herramienta para manipular los partidos al antojo de oscuros realizadores ni cómo es que la tecnología está legitimando la adulteración de los resultados a conveniencia de los adversarios del Madrid, para sorpresa de nadie y escándalo tan sólo de nosotros, que somos cuatro gatos.

Getty Images.

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