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·4 de noviembre de 2025

Falleció Daniel Willington, ídolo de Talleres y Vélez, un crack exquisito y distinguido

Imagen del artículo:Falleció Daniel Willington, ídolo de Talleres y Vélez, un crack exquisito y distinguido

«Y ya lo ve, y ya lo ve, es el famoso cordobés», cantaban eufóricos los hinchas de Vélez Sarsfield en la década del 60. Era el reconocimiento a Daniel Alberto Willington, ese 10 exquisito, de toque preciso y distinguido, fino y elegante y de soberbia pegada. Uno de los grandes ídolos del club de Liniers y pieza fundamental en el equipo que en el Campeonato Nacional le otorgó el primer título de su historia a El Fortín.

Ayer, lunes 3 de noviembre, a sus 83 años se extinguió la vida de este «cordobés» que curiosamente nació en Santa Fe, el 1 de septiembre de 1942, pero que se trasladó, con su familia, de chico a Córdoba. Sufrió un infarto en el Hospital Cardiológico, tras sufrir una descompensación cardíaca.


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Sus primeros pasos futbolísticos los dio en Talleres, la otra entidad que lo tiene como ídolo. En la T empezó a mostrar su calidad y colaboró en la conquista de 17 títulos locales entre 1958 -debutó a los 16 años- y 1962 y en su regreso entre 1973 y 76.

Destacarse en su tierra adoptiva lo catapultó al fútbol de Buenos Aires. El legendario Victorio Spinetto, técnico de Vélez, y el histórico presidente José «Pepe» Amalfitani quedaron seducidos por su calidad técnica, la perfección de sus pases, la pegada extraordinaria y su estilística habilidad.

Desembarcó en Liniers y pronto se convirtió en figura. El Cordobés, El Loco o El Daniel de los estadios era atracción, lo disfrutaban los hinchas fortineros, lo admiraban, y sufrían, los rivales. No eran pocos los neutrales que iban exclusivamente a ver jugar a Willington.

Otro sobrenombre que lo identificó fue, nada menos, que El Pelé blanco. El supercrack brasileño, a quien enfrentó en un recordado amistoso en Liniers, en la inauguración de las luces del estadio Amalfitani en 1969, que finalizó empatado 1-1, con goles justamente de Willington y Pelé, le tiró flor de elogio tras finalizar el partido: «Es el mejor jugador del mundo”.

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Su carácter bohemio, divertido y díscolo, su gusto por las salidas nocturnas y su poca predisposición al esfuerzo físico eran otras de sus características. Tanto que solía posicionarse en el sector de las canchas donde daba la sombra, pero cuando la pelota pasaba por sus pies se iluminaba el césped. Esa calidad y distinción suplía la falta de desgaste. No necesita correr, le alcanzaba con tocar y jugar.

Emigró a México para jugar en Veracruz en 1971. Al año siguiente retornó a la Argentina, mediante una curiosa transferencia; su pase fue adquirido por el popular boxeador Oscar «Ringo» Bonavena, para cedérselo al club de sus amores, Huracán. Poco jugó en el equipo de Parque Patricios y regresó a su Córdoba adoptiva para ponerse las camiseta de Instituto y de su querido Talleres. Le puso punto a su carrera en Vélez Sarsfield en 1979, ya veterano pero dando muestras de su eterno talento.

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En la Selección Argentina, en épocas donde la celeste y blanca no contaba con el respaldo y el apoyo que empezaría a gozar tiempo después, disputó 11 partidos y anotó 1 gol, siendo campeón de la Copa de las Naciones, disputada en Brasil en 1972.

Como director técnico desarrolló dos experiencias, en los clubes que lo tienen como emblema: Vélez Sarsfield (jugó 211 partidos y anotó 68 goles) , donde tiene su estatua, y Talleres (jugó 168 partidos y metió 66 goles), donde condujo como entrenador al ascenso a Primera A en 1994 Esos dos sitios siguieron siendo su lugar en el mundo, siempre se mantuvo cerca de El Fortín y la T, donde recibía muestras de cariño y admiración. Esta leyenda del fútbol argentino se fue físicamente, pero su recuerdo perdurará en los corazones futboleros.

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