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La Galerna

·7 de octubre de 2025

Las flores marchitas del futuro

Imagen del artículo:Las flores marchitas del futuro

Decía Bismarck que los planes duran lo que se tarda en entrar en contacto con el enemigo. Podemos imaginar que Florentino Pérez soñó con dejar la presidencia del Real Madrid con el club encarrilado hacia el futuro: con un estadio nuevo y flamante, el mejor recinto de eventos y espectáculos del mundo, y la plantilla preparada para seguir gobernando el fútbol del siglo XXI; al tiempo que se dirigía al mismo fútbol hacia una dimensión comercial desconocida, en teoría acorde a los tiempos. En conseguir todo esto, ciertamente, ha encaminado el presidente Pérez su política general a lo largo del último lustro. Sin embargo, echando un vistazo sosegado al asunto, en el horizonte se distinguen negros nubarrones que amenazan esta singladura ideal del Madrid, más como institución que como equipo.

Que se hayan suspendido sine die los grandes conciertos en el Bernabéu es una circunstancia mucho más grave que cualquier fiasco deportivo. Al fin y al cabo en el fútbol hay años buenos y años malos. Sin embargo, el club acometió la reforma del estadio fiando en ella su propia viabilidad futura. Las noticias al respecto son inquietantes. Parece que una obra de tal magnitud, que ha superado los mil quinientos millones de euros de presupuesto, no contaba con un estudio serio acerca de su impacto medioambiental y social en el vecindario. De ello se deduce que se dieron por hechos, o se subestimaron, aspectos elementales que, a la larga, han terminado poniendo en jaque el objetivo principal de la reforma, que no era ganar más asientos ni tampoco hacer que ir al fútbol fuera más barato, sino multiplicar la recaudación anual transformando el Bernabéu en un espectaculódromo.


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Con el monstruo neobrutalista del Tercer Chamartín ya hecho, se apunta como gran solución estructural adosarle una nueva piel, es decir, ponerle por lo alto otra carcasa gigantesca que puede que lo embellezca, subrayando su perfil sobrenatural, pero que seguramente encarezca el monto total del proyecto. Tanto como para pensar en que se acabaron, en mucho tiempo, los grandes fichajes. Con lo que la obra, pensada bajo el mismo principio con el que Pedro Paragés, primero, y Santiago Bernabéu, después, quisieron convertir el patrimonio del club en el motor de su crecimiento, sería, por mucho más tiempo del que el cortoplacismo del fútbol profesional permite, lo contrario: un lastre que perjudicará seriamente las aspiraciones de éxito del equipo.

Que son, hasta la fecha, la razón de ser de la existencia del club.

Es posible, a estas alturas, sospechar que Florentino Pérez ha subordinado los intereses balompédicos del Madrid a este proyecto faraónico. Se entiende, por supuesto, si no fuera por la insoslayable chapuza que parece no haber cerrado todos los flecos jurídicos y legales necesarios para que nadie pudiera ponerlo en riesgo.

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Hay más cosas. La revolución del fútbol se pretendía hacer de la mano del club más tramposo de la historia del deporte profesional. La alianza llegaba hasta el punto de que el Madrid pareció su gran valedor ante el establishment en cuestiones que perjudican directa y gravemente los propios intereses del primer equipo de fútbol, como la inscripción fraudulenta de futbolistas, las mentiras acerca de las cuentas y el obsceno chalaneo LFP mediante con el fair play financiero. Por no hablar del Caso Negreira-Fútbol Club Barcelona. De todo esto se infiere un terrorífico problema de reputación, no del club implicado en tantos supuestos actos delictivos, sino del Madrid, que parece conforme cuando debiera ser el principal acusador. Por afectado. Si el florentinismo tuvo siempre un empuje de renovación moral y de audacia intelectual, que logró reformar el madridismo recordándole su histórica naturaleza vanguardista, desde luego que el tardoflorentinismo está asentando siniestras dinámicas en el fútbol español que resulta imposible entender como positivas para nadie.

En estas últimas semanas vamos conociendo cosas inquietantes aunque no, la verdad, sorprendentes: que Laporta está cerca de llegar a un acuerdo satisfactorio con la UEFA de Ceferin y, por tanto, abandonar el proyecto de la Superliga a cambio de meter bajo la alfombra toda la mierda que desborda al equipo legal de su club y que la misma Superliga está a punto de fundirse con la Champions League en lo que daría lugar a una nueva Copa de Europa. Cabe inferir que ambas noticias están relacionadas, desde luego. Puritito gatopardismo en el que el aficionado de a pie se pregunta, ¿qué ha ganado el Madrid por el camino? ¿Hacían falta todas estas alforjas?

Son, creo, cosas que ensombrecen el legado del hombre más importante de la historia del Madrid después de Santiago Bernabéu. Hay otra cuestión y es la de la, se supone, inevitable conversión a sociedad anónima deportiva en un futuro próximo. Lo mejor que cabe imaginar es una profesionalización completa del club, pues lo que dicen los que saben de cómo funciona por dentro el Madrid es que es “un ministerio”. Pero este es, sin duda, tema para el siguiente artículo.

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