Fondo Segunda
·3 de noviembre de 2025
Las Palmas puso un muro con nombre propio en El Molinón

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·3 de noviembre de 2025

Hay empates que valen mucho más que un simple número en la clasificación. Puntos que se ganan desde el alma, desde la resistencia, desde la firmeza de quienes no se arrugan ante la presión de un gran escenario. En El Molinón, donde tantas veces tiemblan piernas visitantes, la UD Las Palmas firmó un empate de mérito ante un Sporting de Gijón que compite con ambición y legitimidad por el ascenso.
Y si ese punto viajó a Gran Canaria fue porque hubo una figura que emergió con una autoridad impropia. Se trata de Sergio Barcia. El central canario ofreció una exhibición defensiva que no solo sostuvo al equipo. Contagió seguridad, liderazgo y jerarquía. Fue muro, fue brújula, fue respiro. De esos partidos que ponen nombre propio a una temporada.
No todos los días un central impone su ley con tanta claridad. Barcia jugó como si el área fuese su territorio sagrado, como si cada balón dividido fuese una final y cada intervención, una declaración de intenciones. Su actuación fue una mezcla de sobriedad y contundencia, de lectura de juego y valentía. El tipo de partido que construye reputaciones.
Las cifras no hacen justicia a lo que transmitió, pero ayudan a dimensionarlo. Ante el Sporting, Barcia firmó:
Defensa total. Dominio de área, anticipación, salida limpia y una calma propia del que ya juega como si llevara una década en el equipo. Y hay que recordar que su aterrizaje fue el pasado verano. Fue un recital silencioso, de esos que los entrenadores valoran, los rivales sufren y los aficionados guardan en su memoria.
El plan de Luis García en El Molinón exigía una versión sólida defensivamente, capaz de sobrevivir en un entorno hostil y con fases de repliegue bajo. Las bajas acuciaban. La presión del Sporting, sus transiciones y el empuje de la grada obligaron a Las Palmas a mostrar un partido maduro, paciente y con carácter competitivo. Y ahí Barcia fue piedra angular.

Su rendimiento permitió que el equipo mantuviera la estructura sin verse obligado a refugiarse en excesos de repliegue. Con él controlando el área, Las Palmas se permitió respirar, adelantar líneas por momentos y sostener la compostura incluso cuando el Sporting apretó más fuerte. De esos centrales que hacen mejor a quienes les rodean.
El empate no es un triunfo de marcador, pero sí emocional, competitivo y estratégico. Las Palmas sumó ante un rival que amenazar con ser directo, en un estadio donde los proyectos se examinan. Para aspirar al ascenso no solo hay que ganar, también hay que saber no perder. Y este punto es uno de esos que, en mayo, se mira con orgullo y se subraya como clave en el camino.
La aparición de un central con este nivel en una temporada tan exigente cambia escenarios. Las Palmas necesitaba certezas atrás para equilibrar el talento ofensivo que ya posee. Si Barcia confirma esta versión con continuidad, el equipo gana un pilar para construir un ascenso sostenible, sólido y reconocible.
El desafío ahora no es celebrar, sino reforzar. El camino hacia Primera es largo, sinuoso y caprichoso. Pero partidos como el de El Molinón son los que forjan convicción. Barcia ha encendido una luz. La de creer que este proyecto tiene una base defensiva capaz de acompañar su propuesta futbolística.
El fútbol canario siempre ha brillado por su talento con balón. Pero cuando aparece un central que defiende con alma, con jerarquía y con personalidad, el relato cambia. Deja de ser una ilusión y empieza a ser una posibilidad real. Si Las Palmas quiere volver al lugar al que siente que pertenece, noches como esta deberán multiplicarse.
Y si Sergio Barcia mantiene este nivel, no será solo un protagonista. Será uno de los cimientos sobre los que se escriba la próxima gran historia amarilla.









































