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La Galerna

·12 de diciembre de 2025

Vientos y tempestades

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En lo que podría ser el último mandato de Florentino, el presidente ha estado colocando piezas que ha considerado de alto valor durante sus diferentes etapas, como si estuviese haciendo de su historial un balance y criba, queriendo dejar todo atado antes de su marcha: Scariolo como entrenador en la sección de baloncesto y Chacho en el área deportiva de la misma; José Ángel Sánchez figura por primera vez en casi 25 años como por parte de la junta directiva (lo que le confiere la posibilidad de presidir si se precisase); Xabi Alonso y Arbeloa, (posiblemente, los futbolistas que ha tenido Florentino que más hayan defendido al club dentro y fuera del campo) como entrenadores de primer y segundo equipo, respectivamente… Y es en la figura del vasco en la que, recientemente, se centran opiniones y presuntas informaciones que friccionan con la lógica.

La primera etapa de Florentino se caracterizó por golpes de efecto visualmente rompedores, como traer a Figo (capitán del Barcelona), Zidane (récord de pago por traspaso), Ronaldo (último día de mercado), Beckham (anomalía de la mercadotecnia: aparte de la excelsa calidad del jugador, el citado anteriormente José Ángel Sánchez afirmó que, con el fichaje del inglés, el Madrid había aumentado un 137% sus beneficios de márquetin) … Sin embargo, aunque su segunda etapa comenzó con un verano que recordaba a épocas galácticas, la intención del presidente con los años fue la de asentar un modelo más sostenible y sosegado, no tan caracterizado por las alteraciones, y se ve en lo que concierne a la parcela técnica: en los seis años de la primera etapa de Florentino, hubo hasta seis entrenadores, mientras que en los dieciséis años de la segunda, tan solo siete: uno de ellos Solari, que cogió los mandos de manera interina; y dos de esos siete con dos etapas distintas (Ancelotti y Zidane), lo que reafirma lo anteriormente mencionado respecto a los cambios: se prefiere lo conocido ante el riesgo.


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Siguiendo ese criterio, no hubiese sido muy descabellado pensar que quizá hubiera sido positivo que continuase Carletto pese a la mala temporada en resultados, ya que, siendo el entrenador más laureado de nuestra historia, se tenía certezas de lo que podía ofrecer. Sin embargo, y como se citó al principio de este escrito, parece que Florentino tiene un plan a trazar antes de su marcha, y en lo que atañe al entrenador, ha escogido la apuesta de Xabi, y parece poco razonable que se vaya a abortar ese proyecto a los pocos meses de iniciarlo, porque no ha venido en las mismas condiciones que Benítez o Lopetegui, sino como una apuesta de futuro más que de presente.

Si no le hicieron caso al entrenador más cercano a los jugadores que haya nacido, y, supuestamente, no se lo hacen ahora a Xabi, con total seguridad no se lo harán al que venga, por lo que parece absurdo que la solución sea cambiar al entrenador, puesto que tampoco es él el problema

Los problemas que se le asignan al técnico vasco son los mismos que tenía Carlo el año pasado: falta de creadores de juego en la medular, lesiones y que, aparentemente, la plantilla no le sigue. Si no le hicieron caso al entrenador más cercano a los jugadores que haya nacido, y, supuestamente, no se lo hacen ahora a Xabi, con total seguridad no se lo harán al que venga, por lo que parece absurdo que la solución sea cambiar al entrenador, puesto que tampoco es él el problema. El de Tolosa, estrenándose en un inédito Mundial de Clubes y sin pretemporada, hasta hoy con un juego de calidad intermitente, y con unos ajustados resultados en competiciones nacionales y europeas, no está terminando de convencer al madridismo en su totalidad, pero ¿y quién sí lo consiguió?

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Por poner unos ejemplos: en 2010, al poco de llegar Mourinho, vigente campeón de Europa, se perdió 5-0 en el Camp Nou, y los tres años del portugués fueron clave para los éxitos posteriores; en el primer año de la última etapa de Ancelotti en el club se perdió en fase de grupos de Champions League contra el desconocido Sheriff Tiraspol en el Bernabéu, y esa temporada, el Madrid acabó levantando la Copa de Europa de nuestras vidas. En ambos casos, se hablaba de cesar a los técnicos, y de que había que mirar al palco, aunque el vinagrismo aún no había aprendido a deletrear ‘negligencia’ ni ‘dejación de funciones’.

Pese a que haya veces en que a los aficionados nos cueste entender que ciertas posiciones del campo se dejen en barbecho a la hora de fichar porque queremos plantillas de veinticinco estrellas con puestos doblados, el anteriormente mencionado plan sostenible y sosegado del presidente ha dado los mejores frutos: segunda etapa dorada del club con seis Copas de Europa en una década, balances económicos excelentes y un futuro prometedor. Solo falta que los aficionados apliquemos esa misma idea, y ser conscientes de que esta semilla se riega con paciencia, sin necesidad de echar entrenadores cada quincena y pagarles finiquitos a jugadores por unos malos partidos. Quizás así podamos hasta disfrutar de ser del Madrid.

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