Al FC Andorra se le alarga el apagón en ataque | OneFootball

Hay momentos en el fútbol en los que el relato no coincide con el marcador. En los que los ojos del aficionado ven un equipo valiente, con identidad y propuesta… Pero el resultado devuelve un golpe seco, frío, sin matices. Eso es lo que está viviendo el FC Andorra. Un conjunto que sigue siendo fiel al balón, que continúa hilvanando jugadas como quien borda seda. Pero que ha perdido el gesto final, el gol. Ese que convierte el esfuerzo en victoria y el estilo en puntos.

El equipo de Ibai Gómez atraviesa su momento más gris de la temporada en lo que a eficacia ofensiva se refiere. Solo ha anotado un gol en los últimos cuatro encuentros, un dato que no solo preocupa por su crudeza. También por todo lo que está impidiendo construir. Sin resultados, se evapora la confianza. Y se frena el crecimiento competitivo.

Un patrón de juego reconocible… pero sin mordida

Es importante contextualizar. El Andorra no ha dejado de producir fútbol. No ha renunciado a su esencia ni se ha diluido en la indefinición. De hecho, los datos reflejan que sigue generando ocasiones. Mantiene porcentajes altos de posesión y presencia en campo rival. Según métricas recogidas en plataformas especializadas, el conjunto tricolor se ha movido de forma consistente en registros superiores al 55% de posesión en estos últimos partidos. Con un volumen de tiros aceptable, pero sin precisión.

El problema no es de creación, sino de ejecución. Falta colmillo. Falta ese toque final que antes liberaba partidos y ahora los deja siempre abiertos. El equipo llega, pero no mata. Y en LaLiga Hypermotion perdonar suele pasar una factura inmediata.

Los resultados recientes, un síntoma que enciende alarmas en el Andorra

El FC Andorra no ha ganado ninguno de sus últimos cuatro duelos. Si bien es cierto que ha logrado arañar dos empates sin goles ante rivales de peso como Cádiz y Granada como local, también ha dejado escapar partidos donde mereció más. Ese 0-0 repetido habla de solidez defensiva, sí. Pero también de un atasco preocupante en el último tercio. Ante el Cádiz, Víctor Aznar se hizo enorme para negar la mayor al conjunto tricolor.

Un gol a favor en cuatro encuentros te sitúa, inevitablemente, entre los peores registros del campeonato en ese tramo. Pero más allá de lo numérico, golpea el estado emocional del equipo. Ese goteo constante de ocasiones sin premio va erosionando la confianza del delantero, la decisión del centrocampista y la paciencia de un proyecto que busca consolidarse paso a paso.

Andorra: ¿Crisis o bache natural de crecimiento?

La gran pregunta ahora es si se trata de un simple bache —inevitable a lo largo de un curso tan largo y exigente— o de un problema estructural que Ibai Gómez debe corregir cuanto antes. La propuesta de juego es reconocible, valiente y atractiva, pero el fútbol ofensivo necesita eficiencia. Y en esta categoría nadie regala segundas oportunidades.

El técnico vasco ha demostrado personalidad y convicción en su idea. Ahora, el reto será ajustar detalles. Movimientos más agresivos en el área, con más llegada desde segunda línea, variantes que deformen defensas cerradas. Y, quizá, dar mayor continuidad a perfiles con mayor olfato goleador.

Un futuro que exige transformar sensaciones en puntos

El Andorra tiene algo que no se compra. Tiene identidad. Pero la identidad sin resultados se desgasta. Los aficionados valoran el plan, el estilo, la apuesta por el juego. Pero necesitan celebrar goles, sentir victorias, vivir el estallido emocional que hace creer en algo más grande.

Este tramo debe entenderse como una prueba. Un examen a la madurez del proyecto, de la idea. Si el equipo convierte su buen juego en pegada, volverá a ser ese rival incómodo, brillante y competitivo que parecía capaz de pelear de tú a tú con cualquiera. De lo contrario, corre el riesgo de quedar atrapado en la narrativa del “juega bien, pero no gana”.

No basta con llegar: hay que marcar la diferencia. Y el FC Andorra tiene el juego para hacerlo. Solo necesita recuperar el gol, ese interruptor que enciende todo lo demás.