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·8 Desember 2025

Se buscan herederos: la generación del Madrid que no termina de mandar

Gambar artikel:Se buscan herederos: la generación del Madrid que no termina de mandar

En el fútbol hay frases que sobreviven a los resultados, al ruido y a los años. Marcelo Bielsa dejó una de las más transparentes que existen: “El talento depende de la inspiración y del esfuerzo… pero la actitud no es negociable.”

En el Real Madrid, esa frase debería estar en la puerta del vestuario, en el gimnasio, en Valdebebas y en el teléfono de todos los jugadores que hoy forman parte de un equipo que parece haberse olvidado de ella.


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Pero hay otra sentencia, menos famosa, que retrata incluso mejor la situación actual. Javi García, formado en La Fábrica, dijo en una entrevista que “en el Madrid tienes que sentirte el mejor en el campo, porque si no te lo crees, no puedes competir a ese nivel.” Esa frase era un dogma en la generación anterior: creértelo primero, demostrarlo después, sostenerlo cada día.

Hoy, sin embargo, da la sensación de que algunos solo se han quedado con la primera parte.

Una generación diseñada para dominar… que no domina

Florentino Pérez y su dirección deportiva apostaron por un plan ambicioso y moderno: fichar jugadores jóvenes, físicos, técnicos, con proyección para dominar el fútbol durante una década.

Camavinga. Tchouaméni. Valverde. Bellingham. Rodrygo. Un laboratorio de talento élite, musculatura de élite, motores de élite. Sobre el papel, la idea era impecable. En el campo, el proyecto ha llegado a un punto incómodo: son jugadores enormemente buenos… pero no son líderes. Y el Madrid vive de líderes.

Tchouaméni es quizá el mejor ejemplo. Fue pitado, discutido y superado en gran parte de la temporada pasada. Esta temporada consiguió reconducir su situación, pero sigue sin transmitir jerarquía. Es fiable, sí. Dominante, a veces. Pero líder, líder… aún no.

Camavinga es el más polivalente, el más versátil y el que más alma desprende, pero incluso él sigue atrapado entre posiciones, impulsos y responsabilidades que todavía no le pertenecen.

Rodrygo tocó el cielo en su día, pero lleva demasiado tiempo navegando entre dudas. Bellingham empezó como tornado emocional y futbolístico, pero hoy parece haberse disuelto en un rol que no termina de entender ni de controlar.

Y Valverde… Valverde es el caso más llamativo.

Durante años, Federico Valverde representó exactamente lo que el Madrid necesitaba: piernas sin descanso, compromiso sin excusas, fuego competitivo. Un jugador que no preguntaba dónde jugar, sino a quién tenía que correrle encima.

Hoy, en cambio, es él mismo quien declara dónde se siente más cómodo. Lo que prefiere. Lo que le cuadra más. Lo que no. Eso, en otro club, es normal. En el Madrid es un síntoma. El síntoma de una generación que, en lugar de heredar jerarquía, ha heredado libertad. Y la libertad sin carácter se convierte en indulgencia.

Creérselo no basta si no lo demuestras

El Madrid actual se siente superior. Se cree mejor. Se mira al espejo y ve potencial, talento, futuro. Pero ese reflejo no compite los domingos. El Madrid que ganó todo con Zidane tenía futbolistas que podían fallar un pase, pero no fallaban una responsabilidad. No fallaban un gesto de autoridad. No fallaban un partido grande porque sabían que jugar en este club no es un privilegio: es un estándar.

La plantilla actual tiene todo menos eso. Le falta voz. Le falta actitud. Le falta el “esto lo saco yo” que definió a Ramos, Kroos, Modrić, Benzema, Marcelo, Casemiro, Carvajal, incluso Lucas Vázquez.

Hoy, cuando el partido se complica, el Madrid mira alrededor y no encuentra figuras capaces de sostener al resto. Nadie que absorba la presión. Nadie que ordene. Nadie que imponga respeto. Nadie que conecte con ese ADN del que tanto se habla y tan poco se ejerce.

El club ha sabido fichar talento. Ha sabido fichar físico. Ha sabido fichar futuro. Lo que no ha fichado —y lo que no ha surgido— es jerarquía. Porque la jerarquía no se compra. No viene incluida en el precio. Y, sobre todo, no aparece porque sí.

La jerarquía se demuestra cuando toca correr una carrera que no te apetece. Cuando toca ocupar un lugar que no es el tuyo. Cuando toca jugar con molestias. Cuando toca hacerse cargo del equipo aunque no tengas ganas ni inspiración. Cuando toca competir con disciplina incluso cuando el talento no aparece.

Eso es lo que separaba a la vieja guardia de la nueva: ellos nunca negociaron nada. Demostraban y ganaban antes que todo. Hablaban en el campo.

Hoy, el Madrid vive una paradoja: tiene una generación que debería estar dominando Europa… pero no domina ni sus propios partidos. El talento está. La base está. El futuro está. Lo que falta es lo que Bielsa o Mourinho en su momento han explicado, mejor que nadie y lo que el Madrid siempre tuvo como ADN no escrito: la actitud no se negocia.

Y tampoco se hereda. Se ejerce.

Hasta que alguien dé un paso al frente, hasta que estos jóvenes dejen de ser mas figuras del mainstream, que figuras con verdadera autoridad, el Madrid seguirá siendo un equipo lleno de jugadores buenos, pero vacío de futbolistas que manden.

Y en este club, sin carácter , no hay jerarquía. Y sin jerarquía, no hay Real Madrid.

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