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·10 settembre 2025
Cinco años después, Laporta descubre que echar abajo el Miniestadi fue un error

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El FC Barcelona afronta en la actualidad un dilema que, de haberse tomado otras decisiones en el pasado, no existiría. La demolición del Miniestadi, un recinto que molestaba a Laporta, habría solucionado muchos problemas al Barça.
La demolición del Minisestadi fue una decisión adoptada personalmente por Joan Laporta en su segundo mandato.
La historia arranca en 1982, cuando Josep Lluís Núñez inauguró el Miniestadi con motivo del Mundial de España. Con una capacidad de 15.276 espectadores, el estadio se convirtió en el hogar del filial, del fútbol femenino y de partidos de categorías inferiores. Un campo cómodo, accesible y que cumplía con todos los requisitos exigidos hoy por LaLiga.
La solución estaba en casa, pero Laporta optó por destruirla | Facebook
El 24 de febrero de 2020, Laporta ordenó derribar el Miniestadi. Oficialmente, la intención era liberar el espacio para levantar allí el nuevo Palau Blaugrana.
Sin embargo, cinco años después, no hay ni rastro de ese proyecto. El solar permanece vacío, con obras que nunca comenzaron y un club que sigue sin el pabellón prometido.
En realidad, la decisión tuvo también un trasfondo político. Laporta nunca escondió su enfrentamiento histórico con Núñez y, en buena medida, quiso borrar sus huellas arquitectónicas.
Primero, con la tercera gradería del Camp Nou, que también ha sido demolida con las reformas actuales. Y después con el Miniestadi, símbolo del legado del expresidente.
El barcelonismo aún recuerda su inauguración en septiembre de 1982. Diego Armando Maradona, la estrella del momento, y un niño, Guillermo Amor, la estrella del futuro, plasmaron el simbolismo del acto.
Si el Miniestadi hubiera seguido en pie, hoy el Barça no estaría atrapado entre Montjuïc, el Johan Cruyff y la espera del nuevo Camp Nou. Con sus más de 15.000 localidades, el recinto cumpliría la normativa de LaLiga y sería una solución natural para acoger partidos de Primera División.
El club habría evitado polémicas con rivales, que amenazan con impugnaciones cuando el Barça juega en el Johan Cruyff por su escaso aforo. Y también habría ahorrado un gasto millonario en alquileres, reformas y traslados logísticos. El Miniestadi era un recurso propio y disponible, pero se eliminó antes de tiempo.
Laporta no se atrevió a negociar una solución de emergencia con el Espanyol | Getty Images, Freepik, Madrid-Barcelona
Otro de los caminos no explorados fue el de Cornellà. Pedir al Espanyol su estadio habría sido una opción práctica y sencilla, pero Laporta nunca contempló esa posibilidad por orgullo. Era consciente de la impopularidad de esa medida entre el barcelonismo, aunque lo cierto es que habría evitado buena parte de los problemas actuales.
El resultado es claro: ni Miniestadi, ni Palau Blaugrana, ni una alternativa sólida a corto plazo. Laporta apostó por derribar antes de construir y ahora echa de menos un estadio que pudo salvarle en el momento más crítico de las obras del Camp Nou.