
La Galerna
·2 ottobre 2025
Dejen a Valverde en paz

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·2 ottobre 2025
En el Madrid nadie tiene derecho a eso, ya lo sabemos, pero en el caso hipotético de que alguien tuviera derecho a jugar unos cuantos malos partidos, ese alguien sería Valverde.
En el Madrid nadie debería emitir opiniones sobre nada porque la prensa las retorcerá a su antojo, lo sabemos, pero en la muy remota posibilidad de que alguien pudiera hablar sobre, por ejemplo, su posición favorita en el campo, ese alguien sería Fede Valverde, que además lo hizo con prudencia extrema. (Titularon “No me gusta jugar como lateral” como podían haber titulado “He jugado muy bien de lateral” o “Estoy disponible para jugar donde me digan”. La diferencia la marcan los deseos de crear controversia, esa que el madridismo no aprende a no tragarse aunque la historia sea la misma de siempre).
En el Madrid nadie tiene derecho a no entrenar con extrema intensidad en cada minuto en que se supone que debe hacerlo. Sin embargo, ¿con quién otro sino con Valverde habría que juzgar con indulgencia unos minutos de laxitud en la banda? (Esto último me recuerda a todas las polémicas con Bale, a cuenta de alguien que quiso ganar un Pulitzer por fotografiarlo en un instante de coña en el banquillo con la mascarilla del COVID puesta en los ojos, o por detectar sagazmente que se había marchado del Bernabéu antes del término del partido, como si no se supiera entonces y siempre que el galés debía extremar su seguridad personal por asuntos tocantes a su familia política. Es siempre lo mismo: elevar a la categoría de afrenta al escudo la nimiedad para que la rueda gire, cosa que hace temporada tras temporada por el incauto afán de muchos madridistas de tragar cizaña absurda e hinchar el globo. Nunca aprendemos: es siempre la misma cizaña, aunque la anécdota se vista de seda para salir en El Chiringuito o para que la cuenten aviesamente la COPE o la nueva ciberhisteria blanca).
el único mensaje válido para Valverde en este momento, el que lo encierra todo, tanto el afecto como la exigencia, es recordarle quién es. Aunque, la verdad, no creo que él lo haya perdido de vista ni un minuto
Valverde es responsable de su juego, sus palabras y sus actos. En ninguno de los tres apartados ha vivido sus horas más dulces últimamente. ¿Y qué? Si en alguien puede confiarse, en la certeza de que lo dará todo para enmendar sus faltas, es en el uruguayo. De lo que no es responsable es de la inexistencia de cosas lo suficientemente relevantes como para nutrir la noria de combustible con la inmediatez que demandan los medios y las redes sociales, ávidas de escrutar lo que no importa demasiado para tener algo de lo que hablar. Antes, esto pasaba fundamentalmente en los parones de selecciones. Ahora siempre es parón, al igual que siempre era domingo en aquella españolada sesentera.
Dejen a Valverde en paz. Poca gente representa como él el espíritu madridista. Miren lo que ya ha conseguido. Me sé la respuesta, parafraseando a Jabois: solo importa lo que le queda por hacer. Yo creo que, para enfocarse en la historia por hacer, hay que anclarse en la ya hecha, no con complacencia, sino en el afán invencible de repetir. Por eso, el único mensaje válido para Valverde en este momento, el que lo encierra todo, tanto el afecto como la exigencia, es recordarle quién es. Aunque, la verdad, no creo que él lo haya perdido de vista ni un minuto.
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