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La Galerna

·24 dicembre 2025

Ganador del VI Certamen de Cuentos Madridistas de Navidad

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Un carnet de socio infantil

Me preguntan ahora mis nietos qué era lo que más me gustaba de la Navidad cuando yo era un chiquillo, hace una infinidad de años. No lo dudo: “Esperar la llegada de los Reyes Magos y ver, en la tele en blanco y negro, el torneo de Navidad de baloncesto del Real Madrid”.

Acuden a mi memoria nombres míticos: Sáinz, Emiliano, Sevillano, Luyck, Brabender… “¿En qué canal lo daban?”, me preguntan. “En Televisión Española, el único que entonces había”. Me miran con compasión, como otras veces. Y no les digo que, a pesar de eso, éramos muy felices, cuando ganaba el Real Madrid.


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Ya espero poco la llegada de los Reyes Magos. La Navidad – reflexiono -  es alegre para los niños;  a mi edad, lo que nos trae son recuerdos y nostalgia, algo agridulce. Lo dice el villancico tradicional: “La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va”…

Mientras mi mujer prepara cosas para la cena de Navidad, me dedico yo a cerrar las cuentas, para la declaración trimestral de Hacienda. Es algo casi tan animado como ver que el árbitro no pita un penalty claro que le han hecho a Vinicius…

En estas fechas, todos tenemos más ratos libres. Suelo ocuparlos yo intentando poner un poco de orden en los cajones de mi mesa. A  lo largo del año,  se han ido llenando de cosas inútiles: recibos de la luz y del agua,  cuentas del Banco, ofertas de medir mi audición gratis, alguna felicitación… No es lo más adecuado para traerme la tan pregonada alegría de la Navidad.

Esta vez, sin embargo, me ha dado un vuelco el corazón cuando, debajo de un montón de sobres, he encontrado una carpeta pequeña, de gomillas,  de color marrón,  llena de viejos papeles: el Boletín de Notas del Colegio; una estampita de Primera Comunión;  unos anuncios de viejas películas, “Las cuatro plumas”, “Ivanhoe”, “Quo Vadis”… Y una sorpresa inesperada: un carnet de color burdeos, con los cantos rozados, un escudo dorado y una corona.

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Aunque hace muchos años que no lo veía, lo he reconocido al instante: es mi carnet de Socio Infantil del Real Madrid… Al abrirlo, veo, a la derecha, la foto de carnet, en blanco y negro, de un niño, con jersey y corbata, como entonces llevábamos todos, que parece mirarme, con una expresión seria pero ilusionada; a la izquierda, bajo un plástico, un montoncito de recibos que garantizan haber pagado la cuota mensual de socio. Miro la fecha y casi me da vértigo.

Los recuerdos se amontonan. En el patio del Colegio, jugaba yo entonces  al fútbol con una pelota de corcho y solía volver a casa lleno de mataduras. Los domingos por la mañana, mi hermano mayor me llevaba a ver partidos al campo del Productor, muy cerca de casa: una explanada con dos porterías, sin graderíos ni vallas, donde jugaban equipos de empresas madrileñas.

Años más tarde, los Reyes Magos me trajeron un balón “de Reglamento”, de cuero, con una correa, que se te clavaba, si rematabas de cabeza; también, unas botas de fútbol duras y pesadas, con tacos. Jugábamos contra los equipos de otros Colegios,  en los campos de la Guindalera o del Templo de Debod: como eran de tierra, los golpes y las heridas eran frecuentes.

Mi padre nos educaba con rigor y austeridad. Más de una vez, no entendía yo sus exigencias y me enfadaba… Cuando aprobé con buenas notas Ingreso y Primero de Bachillerato, como premio, nos hizo socios y abonados del Madrid a mi hermano y a mí.

Íbamos los tres al Primer Anfiteatro, una buena entrada. Los vecinos de localidad eran señoras y señores bien vestidos pero eso no les impedía gritar y lanzar juramentos, cuando no le iban bien las cosas al Madrid. Mi padre disimulaba pero no nos dejaba usar esas palabras, por supuesto. A la salida, volvíamos los tres caminando por la Castellana, entre los gritos de los conductores de las camionetas, que indicaban a qué barrio iban.

Fui cumpliendo años, seguí jugando al fútbol y era un hincha apasionado del Madrid: disfrutaba con los pases de Rial, con las galopadas de Gento, con los regates de Marsal; Di Stéfano era mi dios. Y sigue siéndolo, por supuesto.

Me había convertido en un adolescente rebelde. Pronto, me di cuenta de que mi padre iba al fútbol por llevarnos a mi hermano y a mí. Por supuesto, él quería que ganara nuestro equipo, “el de la gente decente”, como decía, pero, durante los partidos,  se aburría bastante: no había jugado al fútbol de chico, ése no era su mundo y no le divertía hablar del Madrid durante horas y horas, como yo hacía.

Con don Santiago Bernabéu y con Alfredo Di Stéfano, ganamos en París la primera Copa de Europa. Yo seguí la final por la radio, como todo el mundo. Al volver a Madrid, los jugadores desfilaron en coches descubiertos, llevando en alto la Copa. Mi hermano y yo fuimos a verlos pasar a la calle María de Molina: fue un rato inolvidable.

Como sabíamos que la final de la segunda Copa de Europa se jugarìa en Chamartín,  toda nuestra ilusión era que el Madrid se clasificara. Al final, lo logró: la gente estaba loca por conseguir una entrada. Mis compañeros de Colegio me envidiaban porque sabían que yo la tenía, como socio y abonado: algunos quisieron comprármela con dinero, cromos u otros favores pero yo me negué, naturalmente.

Me había matriculado mi padre en una Academia de Francés para mejorar lo poco que estaba aprendiendo en el Colegio. (Toda su formación había sido en francés; de inglés, él no sabía ni una palabra). Allí conocí a Javier, un chico algo mayor que yo, y me hice gran amigo suyo: sus padres le dejaban más dinero y más libertad que los míos. Era listo y simpático; me prestaba tebeos y revistas; conocía a algunas chicas… En seguida, fue mi ídolo.

Una semana antes de la final, Javier me propuso que fuera al partido con él, a la entrada de Socios; de pie, naturalmente: “Donde van los auténticos aficionados, los que entienden de verdad, no como los cursis del Primer Anfiteatro”. No le dije que ése era nuestro Abono, naturalmente.

Me hacía muchísima ilusión ir con él a la final pero no sabía cómo decírselo a mi padre. Él ya nos había hablado de lo suertudos que éramos por tener buenas entradas para un acontecimiento así…

Después de varios días de dudas, decidí “coger el toro por los cuernos”, como solía decir mi padre. Le dije que me perdonara pero que me había invitado un amigo y que me encantaría ir con él a Socios.

No se me olvidará su expresión cuando me preguntó: “¿Eso es de pie, verdad?” Le contesté que sí, por supuesto. Reflexionó un poco, puso una cara que yo nunca le había visto antes y me tranquilizó: “No te preocupes, lo entiendo. Puedes ir con tu amigo. Ya encontraré yo a algún amigo que quiera venir conmigo. Espero que lo pases muy bien. Y que gane el Madrid”.

El día del partido, le encargó a mi madre que me preparara un bocadillo de tortilla; me recomendó que estuviera muy atento a las avalanchas; me despidió con un abrazo y con esta frase: “Ten mucho cuidado. Y ya sabes, ganemos o perdamos, ¡hala Madrid!”

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Ganó la Copa de Europa el Madrid, a la Fiorentina, dos a cero,  con goles de Di Stéfano y de Gento. En Socios, de pie, todos nos empujaban y nos abrazaban. Fue una tarde inolvidable.

Unos días después, mi padre me llamó a su despacho: “He pensado que vamos a dejar los abonos del Madrid. Ya sabes que yo no soy tan aficionado como tú. Puedes ir a Socios, con tus amigos. Además, me cansa ir al Estadio, me estoy haciendo mayor”…

Se lo agradecí y así lo hicimos. Él no volvió nunca más al estadio pero me solía preguntar: “¿Cómo va nuestro Madrid?” Hasta el día en que murió, siguió  siempre los partidos del Madrid: primero, por radio; luego, cuando los daban, por televisión.

Siguió siempre preguntándome por nuestro equipo: “Tú eres más aficionado, entiendes mucho más que yo”. El Madrid era algo que nos unía, cuando bastantes cosas ya nos habían separado.

Esta Navidad, al ordenar los cajones de mi mesa y encontrar mi carnet de Socio Infantil del Real Madrid, he recuperado muchos viejos recuerdos. Son cosas que todos  llevamos dentro y que nunca se pierden del todo.

Y me he hecho un propósito firme: en la cena de Navidad, les voy a preguntar a mis nietos cómo ven ellos ahora al Real Madrid…

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