
La Galerna
·31 de outubro de 2025
Florentino 1 – Ceferin 0

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La Galerna
·31 de outubro de 2025

La Audiencia Provincial de Madrid ha hablado. Y, por una vez, la justicia española no ha pitado en contra del Real Madrid ni ha visto penalti en una sombra del área, no estaba González Fuertes ni Cuadra Fernández al chifle claro. Ha visto lo que todos sabíamos desde el minuto uno: que la UEFA ha ejercido durante décadas un monopolio disfrazado de altruismo, un cortijo suizo con reglamento a medida, en el que Ceferin hace de señor feudal y los clubes son sus vasallos.
El fallo no es un matiz. Es un terremoto jurídico con epicentro en Madrid y réplicas en toda Europa. La sentencia declara que UEFA incurrió en abuso de posición dominante, esto es, que actuó como dueño absoluto del negocio, castigando a quienes se atrevían a cuestionar su autoridad. Traducido del latín judicial al idioma del Bernabéu: Florentino tenía razón, y lo sabíamos todos los que no dependemos de la nómina de Ceferin.

La resolución no convierte automáticamente la Superliga en un torneo oficial ni otorga licencia para empezar mañana, pero sí dinamita la muralla legal que impedía siquiera hablar de ella. Por primera vez, un tribunal ha dicho lo que ningún dirigente se atrevía a pronunciar en público: la UEFA no puede ser juez, parte y verdugo del fútbol europeo.
Abril de 2021. Florentino Pérez fue presentado como el Lucifer del balompié. El hombre que pretendía destruir el fútbol, mercantilizar los sueños y arrebatarle al niño pobre de Moldavia la ilusión de perder 6-0 ante el Bayern.
Los mismos que hoy alaban la sostenibilidad lloraban entonces por la pureza del fútbol, mientras firmaban contratos con casas de apuestas y emisoras cataríes. La prensa, fiel como un perrito de aeropuerto, repitió el argumentario de Nyon: “Florentino quiere el dinero para él”, “quieren acabar con las pequeñas ligas”, “esto es el fin del fútbol que amamos”.
La sentencia declara que UEFA incurrió en abuso de posición dominante. Florentino tenía razón, y lo sabíamos todos los que no dependemos de la nómina de Ceferin
Tres años después, resulta que el fin del fútbol era Ceferin, no Florentino. Que los que decían defender la igualdad han sido condenados por abuso de poder. Que los que pontificaban sobre moralidad eran, en realidad, el oligopolio más rentable de Europa.
La sentencia madrileña no hace sino aplicar el sentido común. La UEFA no puede autorizar o prohibir competiciones según su conveniencia, ni amenazar a clubes y jugadores con expulsiones. No puede ser regulador, juez y beneficiario a la vez.

Hasta ahora lo hacía con naturalidad, como si el fútbol fuera Derecho divino. Ceferin de Papa infalible, rodeado de cardenales federativos y periodistas indulgentes. El que se apartaba del credo era excomulgado. Así cayeron los doce apóstoles de la Superliga: seis ingleses arrepentidos en 24 horas, tres italianos que firmaron y se escondieron, y el Real Madrid, que aguantó el chaparrón con dignidad de mártir. Y mientras todos huían del fuego inquisidor, Florentino se mantuvo en el centro del ring, solo, recibiendo golpes y respondiendo con argumentos.
El club cliente de Negreira ha quedado atrapado en su propio laberinto moral. Después de insinuar que abandonaba la Superliga y de abrazarse con entusiasmo casi litúrgico a Ceferin y Al-Khelaïfi en la ECA —la congregación oficial de los obedientes—, la sentencia lo deja en una posición tan incómoda como incoherente. Mientras el Real Madrid emerge como vencedor jurídico y visionario, ese club del que usted me habla aparece como ese alumno que copió en el examen equivocado. Aplaudió al poder cuando el poder era ilegítimo, y ahora el poder está desnudo. No puede volver del todo a la Superliga sin quedar como oportunista, ni quedarse fuera sin admitir que se equivocó. En resumen: el club investigado por corrupción entre particulares en el ámbito deportivo ha pasado de socio fundador a figurante arrepentido, con la bandera de la independencia colgada del perchero de Nyon.
La Liga de Fútbol Profesional, vulgo La Liga de Tebasqueda como un souvenir de un poder que se creía eterno. Su cruzada personal contra la Superliga —y, por extensión, contra Florentino Pérez y el Real Madrid— se ha convertido en un boomerang jurídico de precisión suiza. El modelo Tebas, basado en el control férreo, la homilía populista, la obediencia de sus propios empleadores y su sumisión al amo europeo, ha quedado desautorizado por los tribunales. El discurso de “salvar el fútbol” se revela como lo que siempre fue: una maniobra para conservar el trono y el micrófono. Ahora, con la sentencia en la mano, la Liga pierde autoridad moral y se asoma a un escenario en el que los clubes podrán mirar más allá de su corral. Tebas, por fin, tendrá que gobernar sin látigo o marcharse, pero los más de cinco millones de euros anuales que trinca, harán difícil la salida.

Aleksander Ceferin, ese abogado esloveno con alma de virrey, se ha comportado como un monarca de opereta. Capaz de presentarse como defensor del pueblo mientras viaja en jet privado para denunciar los excesos del capitalismo futbolístico. Su discurso tiene la coherencia de un comité de ética de la RFEF.
El club cliente de Negreira ha quedado atrapado en su propio laberinto moral. Después de insinuar que abandonaba la Superliga y de abrazarse con entusiasmo casi litúrgico a Ceferin y Al-Khelaïfi en la ECA, la sentencia lo deja en una posición tan incómoda como incoherente
Ceferin encarna el poder que se aferra al sillón. No soporta que nadie cuestione su autoridad, porque sabe que su imperio se basa en un contrato tácito de miedo: “o conmigo o contra mí”. Y lo que ha dicho la Audiencia de Madrid es precisamente eso: que el miedo ya no es ley.
La sentencia no aprueba una Superliga concreta, pero valida su principio fundacional. Y ese principio no es el dinero, sino la libertad, valida el derecho de los clubes a organizar competiciones sin pedir permiso al burócrata de turno.
El Real Madrid no buscaba una revolución de mercado, sino una reforma estructural. La UEFA había convertido el fútbol en un casino donde solo gana la banca. Florentino propuso cambiar las reglas: menos intermediarios, más mérito, más previsión económica y más respeto al espectador ya los clubes, y por eso le declararon la guerra.

Hoy muchos callan. Los mismos que tacharon a Florentino de pirómano del fútbol guardan ahora un silencio reverencial. Los que se reían en tertulias de medianoche ahora ponen cara de “no era para tanto”. Los que llamaban codicia a la Superliga hoy llaman sostenibilidad a los nuevos formatos de la competiciones europeas que se vienen, que curiosamente copiarán las ideas de aquella.
Ceferin ha pasado de villano salvador a funcionario acorralado. Tebas, por su parte, sigue en su eterna cruzada contra el Madrid, declarando cada semana que el club blanco es el mal. Ya lo era cuando defendía la Superliga; ahora lo es por tener razón.
Y la prensa, siempre lista para arrodillarse ante el poder, finge neutralidad mientras busca el próximo argumentario que le dicten desde Zúrich.
Mientras otros insultaban, él litigaba, mientras los opinadores gritaban, él redactaba demandas, mientras los influencers de salón de las redes sociales clamaban por un comunicado diario del club, Florentino trabajaba donde había que hacerlo. Durante tres años, el Real Madrid ha peleado en los tribunales con la paciencia de un ajedrecista, sabiendo que el tiempo y la razón estaban de su lado.
Florentino no es solo un presidente: es una mentalidad. El tipo que ve diez jugadas más. Cuando la UEFA creyó que el escándalo mediático había enterrado la Superliga, él siguió cavando túneles judiciales y ahora, desde un tribunal de la calle Santiago de Compostela, ha hecho temblar los cimientos del fútbol europeo.

El impacto del fallo va más allá del Real Madrid. Cualquier club europeo podrá invocarlo para reclamar independencia. Las ligas nacionales tendrán que replantearse sus relaciones con las federaciones y, sobre todo, se abre la puerta a una reconfiguración de los derechos televisivos y comerciales.
Miles de millones en juego. Contratos, patrocinios, licencias, derechos de imagen. El fútbol europeo, por fin, entra en la era del Derecho y sale del feudo.
Ceferin tratará de vender el desastre como “matiz técnico”. Pero ha perdido su poder absoluto. Y un rey que deja de ser absoluto ya no es rey, es un asesor con ego.
Que haya sido la Audiencia Provincial de Madrid la que haya dado el golpe de martillo es casi poético. En el país donde los árbitros expulsan a Bellingham por respirar, la justicia ha devuelto al fútbol algo de equilibrio.
El fútbol europeo, por fin, entra en la era del Derecho y sale del feudo
Desde Madrid, precisamente desde la ciudad del club que Ceferin quiso humillar en aquella gala del Balón de Oro, llega la jurisprudencia que puede cambiar el mapa del fútbol mundial.
El Real Madrid no solo gana Copas de Europa: también gana causas. Donde otros clubes protestan al árbitro, el Real Madrid va al juez y el juez, esta vez, ha dicho: “Florentino, tenías razón.”
La Superliga no nacerá de la noche a la mañana, habrá negociaciones, formatos nuevos, equilibrios políticos, pero el precedente está ahí, firme. El Real Madrid tiene ahora el aval legal para promover un modelo alternativo y lo más importante, la sartén por el mango para negociar.
Los clubes que antes temían las represalias de Ceferin empezarán a mirar a Florentino como a un faro, no como a un hereje. La historia del fútbol europeo va lenta pero segura, volverá a moverse donde siempre ha estado el futuro: en Chamartín.

No es ironía: es la descripción exacta de los hechos. Florentino Pérez, el presidente que lleva veinte años desafiando dogmas, ha conseguido que la justicia reconozca que el emperador iba desnudo y lo ha hecho sin ruido, sin filtraciones, sin victimismo.
Mientras Ceferin pronunciaba sermones sobre la “unidad del fútbol europeo”, Florentino esperaba la sentencia, mientras sus enemigos soñaban con verlo caer, él estaba ganando otra batalla.
Y lo mejor: lo hace sin celebrar. Porque sabe que el partido aún no ha terminado, pero va ganando, y por goleada moral.
La sentencia no aprueba una Superliga concreta, pero valida su principio fundacional. Y ese principio no es el dinero, sino la libertad, valida el derecho de los clubes a organizar competiciones sin pedir permiso al burócrata de turno
Habrá quien repita que la Superliga era codicia, que Florentino quería el fútbol para él, pero la realidad ha demostrado lo contrario: el único que ha defendido el fútbol de todos ha sido el Real Madrid.
Cuando el poder se vuelve absoluto, solo alguien lo bastante libre se atreve a decir “basta”. El Real Madrid lo ha hecho, ha ganado en el único campo donde no se puede comprar al árbitro: un juzgado.
Y desde ese día, Ceferin duerme peor, porque la Superliga, al final, no era un proyecto, era una advertencia. Y ahora, con la ley en la mano, también es una promesa.
Me despido como siempre. Ser del real Madrid es lo mejor que una persona puede ser en esta vida… ¡Hala Madrid!
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