
La Galerna
·06 de setembro de 2025
Los mismos perros con los mismos collares

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·06 de setembro de 2025
Acabó el verano, nos despedimos del gran Manuel de la Calva y del príncipe de la elegancia, Giorgio Armani. También ha terminado la pretemporada futbolística, una pretemporada en la que algunos equipos han gozado de 40 días para prepararse, mientras que el Real Madrid, tras jugar un torneo oficial de la FIFA y llegar hasta las rondas finales, ha tenido apenas dos míseras semanas para tratar de ponerse en forma de cara a lo que se le viene encima.
La temporada de fútbol empieza de verdad ahora, a mediados de septiembre. Concretamente el día 16 en el Santiago Bernabéu ante el Olympique de Marsella en partido de Champions League. Esa es nuestra competición, nuestra verdadera razón para seguir creyendo en el fútbol, sobre todo con el tétrico panorama en el que se encuentra el balompié a nivel nacional.
Es por ello por lo que los tres partidos jugados en la corrupta competición liguera hay que ponerlos como parte de la pretemporada de cara a lo verdaderamente importante. El hecho de haber ganado esos tres partidos sin duda ha de ponernos satisfechos a todos los madridistas, lo mismo que, en tiempos pretéritos, nos alegraba profundamente ganar el trofeo Teresa Herrera al Peñarol o el Ramón de Carranza al Palmeiras paulista. Pero no dejaban de ser competiciones amistosas y no oficiales.
La Liga es una burda charlotada —con mis disculpas al gran Chaplin— y, además, está corrompida hasta el tuétano. Este verano hemos vuelto a asistir a la mascarada infame de las dificultades —falsas— del equipo cliente de Enríquez Negreira para inscribir jugadores, cuando todos conocíamos desde el 1 de julio que todo era humo, filfa, teatro de guiñol más falso que una promesa electoral.
Lo cierto es que, hablando con mucha gente aficionada al fútbol de otros países, de Inglaterra, de Italia, de Francia, todos ven con asombro que una competición, antiguamente prestigiosa como la española, salte a la palestra informativa cada semana con escándalos, incoherencias, irregularidades: las dificultades a la hora de completar inscripciones, los fallos sistemáticos de un sistema de videoarbitraje desprestigiado, manipulado y corrupto, la fuga de talento, la renovación del CTA que nunca se lleva a cabo. En este último caso, ya no es como la expresión “los mismos perros con distintos collares”, es que descaradamente seguimos teniendo a “los mismos perros con los mismos collares”.
La temporada de fútbol empieza de verdad el día 16 en el Santiago Bernabéu ante el Olympique de Marsella en partido de Champions. Los tres partidos jugados en la corrupta competición liguera hay que ponerlos como parte de la pretemporada de cara a lo verdaderamente importante
Por no hablar de la prensa especializada, tan acostumbrada a ser regada de millones de euros por La Liga, que es incapaz de elevar una mínima crítica a un sistema que lleva años agonizando, mientras que la Premier League aumenta su distancia ya no en millones de libras, sino en años luz, y otras ligas que habían sufrido y quedado atrás, como la Bundesliga alemana y, sobre todo, la Serie A italiana, recuperan prestigio y aumentan inversiones y el interés de los aficionados de medio mundo.
Mientras no haya una regeneración seria del sistema, en la que realmente se produzcan cambios radicales en el CTA, destruyendo todo lo que hay actualmente y construyendo desde el primer ladrillo, nadie medianamente coherente puede creer en esta competición. Lo mismo en cuanto a la necesidad perentoria de que sea castigado duramente el club que hizo pagos —demostrados por Hacienda— durante 17 años —y presumiblemente bastantes años más— al vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros. Si eso hubiera pasado en Alemania o en Italia, dicho club estaría automáticamente descendido a tres categorías inferiores y habría sido despojado de los títulos logrados en ese periodo.
Tan solo nos queda la Champions, mientras el sistema no se limpie —y nada indica que se vaya a limpiar, desgraciadamente—. No es que el actual formato de la UEFA Champions League sea para lanzar las campanas al vuelo, pero, al menos, cuando uno ve un partido, no tiene esa sensación desagradable de ver algo corrupto, dañado y perverso: los árbitros UEFA al menos no tienen una predisposición contra un equipo, aunque se equivoquen, como todo ser humano, y el sistema de videoarbitraje no está bajo constante sospecha, con tomas de frames manipuladas como vivimos en España en cada jornada.
Así pues, tomémonos la competición liguera como lo que es, una burla a la inteligencia, un despropósito, un disparate absurdo. En la que, como aficionados merengues que somos, nos alegraremos si ganamos y poco más. El objetivo tiene que ser hacer una gran primera fase en Champions, acabar lo más alto posible entre los 36 competidores, y avanzar ya en primavera hacia por lo menos las semifinales y, si es posible, hacia la gran final de Budapest, para tratar de conquistar la Decimosexta nada menos que en el feudo natalicio de nuestro Ferenc Puskás. La liga, la copa, la supercopa arábiga tienen que ser tan solo medios de entrenamiento para lograr el único fin importante, la gloria en el Puskás Arena.
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