Cinco lobitos | OneFootball

El Atleti le hizo cinco al Madrid. No sucedía desde hacía más de 75 años, un hecho indudablemente extraordinario y difícil de contar, porque no fue a demás una manera lineal de hacerlo, sino que fue todo un carrusel de emociones, de sensaciones, de fútbol, que derivó en un delirio tan grande como el resultado, que confirmó el paso de levantamiento que ya empezó contra el Rayo y que enseñó al mundo que los resultados habían tratado regular a este equipo, dándole menos de lo que merecía.

El Atleti jugó el derbi que se le pide, que se le exige, desde el minuto uno con intensidad, con la furia y la fuerza de los desposeídos, de los marginados, de los que no tienen nada que perder. Así se adelantó con un cabezazo de Le Normand que vino a acallar los pensamientos sobre Sorloth, un noruego frío como un témpano de hielo que parecía estar en otro registro, sin esa sangre que a todos se exige. Con un estadio entregado el Atleti pudo aniquilar al Madrid, pero quiso ser fiel a su patrón de esta temporada y en apenas quince minutos, sin que el rival hiciera nada, le regaló el resultado. Un gol de Mbappé y otro de Guler tras dos fallos estrepitosos en defensa pusieron en jaque el partido. Y ahí fue cuando surgió el espíritu de la revolución.

Al borde del descanso, Koke puso a Sorloth un pase medido para que el nueve cabeceara el empate a la red y en la segunda parte, el Atleti arrasó al Madrid, el tercero lo hizo Julián transformando un penalti hecho sobre Nico, el cuarto de un tiro libre espectacular en la frontal, el quinto Griezmann sobre la hora con un pase de Baena a la contra. El Madrid no tiró a puerta en todo el partido, el estadio enloqueció y todo el mundo celebró como hay que hacerlo, “como si fueran a morir mañana, como si ya no les quedara nada”.

MADRID, SPAIN – SEPTEMBER 27: Julián Álvarez of Atletico de Madrid celebrates after scoring his team’s third goal during the LaLiga EA Sports match between Atletico de Madrid and Real Madrid CF at Riyadh Air Metropolitano on September 27, 2025 in Madrid, Spain. (Photo by Angel Martinez/Getty Images)

Fue un partido mayúsculo de todos los jugadores, uno por uno, sin excepción, y sería injusto resaltar a algunos, pero hay que hablar de Koke, que con su edad fue capaz de poner sombra al lustroso invicto del Madrid, de dirigir el partido a su antojo, de deslizar un fútbol soberbio, rescatarnos del tiempo, pensar que no es ya el jugador de la Historia que es, sino el chico que empezaba y nos deslumbraba a todos. Hay que destacar a Nico, que estuvo perdido por el mundo de manera inexplicable, a todos nos ocurre eso a veces, hasta que de repente pisas un lugar y sabes que es el tuyo, el sitio donde tenías que haber estado siempre y del que nunca te vas a marchar. Hay que destacar a Simeone, un apellido inmortal. Un técnico que es invaluable, que llora y grita y dirige y no cesa en su intento de hacer grande a este club, y también al hijo, que en esa banda derecha revienta su propio gps interno, corre y corre y corre, tal vez no quitándose de la cabeza cuando recogía pelotas por fuera de la banda y soñaba con un día poder agarrarse el escudo y besarlo, como hemos hecho todos. Barrios, la piedra angular del futuro, que tiene días en los que muestra el paso diferente que maneja, sobre el que el Atleti tiene que construir su éxito. Y Julián, claro, el súpercrack que el Atleti necesitaba, un hombre sobre el que sostener toda la pasión, capaz de reflejar en el césped esa diferencia que tanto se nota en la grada.

Y queda la grada, claro, ese pabellón psiquiátrico que abraza una idea, unos pocos valores, y se entrega a ellos sin discusión en días como el de ayer, en el que enfrente está la némesis, y las cámaras, y es preciso mostrar al mundo lo que es el Atlético de Madrid dentro de esa ciudad que durante tanto tiempo trató de colonizar su rival. Resistencia y revolución, un dolor de muelas, un grano en el zapato del poder. El Atlético de Madrid es una voluntad irredenta que recuerda a todos que hay otra manera de conducirse, que se puede vivir en los márgenes siendo tremendamente feliz, porque la felicidad esta en ser, no en tener. Cinco goles al Madrid, ¿qué importa ya todo lo demás?