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La Galerna

·14 settembre 2025

Historia general de la infamia

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Volvió a pasar, como si fuera muy difícil imaginarlo, pero aquí estoy de nuevo, con la boca amarga, el día medio arruinado y la esperanza deshecha tras una nueva acometida de los gatilleros a sueldo en una liga que ha perdido ya hace tiempo cualquier asomo, por remoto que este fuera, de profesionalismo. El Madrid debe sobrevivir día a día hundido hasta el cuello en un estercolero. La perversión de los ejecutores solo puede ser comprendida a la luz de la impunidad, una impunidad que es posible por el odio incurable que millones sienten por el club más noble de cuantos hayan existido hasta el día de hoy en la historia de nuestro planeta. Esa es toda la verdad.

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Volvió a pasar frente a nuestra cara, a plena luz del día, sin el disimulo mínimo que se le supondría al ejecutor de la canallada de turno (a los delincuentes ya nos los hacen como antes, mire usted). Sucedió para regocijo de millones, hay que decirlo, que avalan una nueva cuchillada porque desean que al causante de sus propias frustraciones le vaya mal, lo sufra todo, viva en una constante agonía por no merecer la justicia y tener que salir a boxear con una mano amarrada. Es así y lo peor del caso es que, seamos realistas, nada puede hacerse; los aspavientos de los madridistas que desean que el Real Madrid abandone el campo o se mude a otra liga no son sino mecanismos sicológicos que buscan atenuar el trauma, pero poco más, poquísimo más.


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No tenemos más armas que la retórica. Nuestras balas son de lírica y babas. Los de enfrente lo saben, por eso se mueren de la risa y se bajan los pantalones para mostrarnos su bien cebado y pestilente culo en señal de mofa

Tú y yo sabemos muy bien que, en el fútbol, el tipo del pito en la boca es dios y lo que él diga va a misa (negra). No es un juez, como se suele decir, es un inquisidor. Lo sabemos tú y yo, y ellos también lo saben porque ante las andanadas de críticas puntuales venidas desde el Real Madrid a través de su canal de televisión, se hacen los indignados y dan el consabido acuse de recibo un fin de semana y el otro también. Han entrado en modo kamikaze apalancados en la impunidad que les otorga el beneficio de la envidia popular, así como el espaldarazo diario de sus mafiosos y novelescos dirigentes

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Volvió a pasar y aquí estamos tú y yo, con cara de tontos, burlados por enésima ocasión y con una victoria más que no podemos disfrutar como se debe porque a nosotros el niño siempre nos nace muerto. Nos reunimos en torno al miserable consuelo de la injuria, buscando en algo o en alguien un poco de empatía para nuestra causa perdida, muerta y sepultada desde hace muchos años. Nos gustaría imaginar que algún poder cósmico encarnará alguna vez para resarcir el inmenso daño que la malignidad de estos mequetrefes nos ha ocasionado a nosotros, pero también al deporte en general, ensuciado por la mezquindad de los intereses más infectos. Es esta y no otra la naturaleza de la infamia que habitamos.

seamos realistas, nada puede hacerse; los aspavientos de los madridistas que desean que el Real Madrid abandone el campo o se mude a otra liga no son sino mecanismos sicológicos que buscan atenuar el trauma

Volvió a pasar porque nos encontramos en medio de una guerra y no hay asomo de resolución; es una guerra desigual, por supuesto, porque el Real Madrid poco puede hacer más allá de ejercer su derecho al pataleo. No tenemos más armas que la retórica. Nuestras balas son de lírica y babas. Los de enfrente lo saben, por eso se mueren de la risa y se bajan los pantalones para mostrarnos su bien cebado y pestilente culo en señal de mofa sabiendo que el león permanece enjaulado y encadenado. Es más, me atrevo a hacer una profecía: no hemos sido testigo de las canalladas más grotescas. Las embestidas más gordas, mis queridos amigos, aún están por llegar.

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Ayer pude tolerar el fuera de juego de Mbappé, apretando las muelas y los puños, es verdad, pero decidí continuar viendo el partido. Con lo de la roja a Huijsen no pude más; había quedado meridianamente claro que Gil Manzano (dilecto hijo adoptivo de Valencia) iba a pecho descubierto y haría todo lo posible por arrebatarnos un triunfo que bien pudo haberse encaminado desde el minuto dos del encuentro. Mi eterno interlocutor (vía WhatsApp) se llevaba las manos a la cabeza, pero yo no pude más: “me voy”, le dije. Y lo cumplí. Preferí irme a correr al bosque porque afuera el día del septentrión americano estaba esplendoroso, porque necesitaba sacar los espíritus inmundos del odio visceral que me envenena cuando veo lo que hemos visto y, sobre todo, cuando entiendo que nos toman una y otra vez por tarados.

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El martes viene el fútbol de verdad. Eso me reconcilia con este deporte. El martes podré sentarme a ver un partido en el que ─pase lo que pase, repito, pase lo que pase,─ no habré de sentirme estafado, incluso si el colegiado comete algún error flagrante que perjudique nuestros intereses. No sé cómo lo veas y entiendas tú, pero en los partidos de la Champions, los árbitros, más allá de sus comprensibles equivocaciones, poseen un carácter profesional que se demuestra en sus formas al tratar a los jugadores, pero sobre todo en su capacidad para intervenir puntualmente en algunos momentos del partido sin reclamar protagonismo alguno: su invisibilidad es de agradecerse. El martes veré el partido con el corazón en paz, cosa que he perdido cuando se trata de tener que pringarse con la inmundicia de la competición doméstica. “No es fútbol, es la liga”, nos lo advertían desde hace tiempo y aquello, más que un slogan publicitario, era una amenaza en toda regla. Algunos, maldita sea, no supimos entenderlo.

Nota Bene: Visto lo visto, pensé abandonar la escritura periódica sobre el Real Madrid, cosa que disfruto enormemente. Tuve de pronto la sensación de que escribir estas páginas se trata de una actividad sin sentido alguno, una mera glosa de la permanente injusticia a la que el más importante club deportivo de todos los tiempos debe someterse como si de una maldición bíblica se tratara, pero luego, después de correr doce kilómetros y serenarme un poco, llegué a la conclusión de que señalar la herida es ayudar un poco a construir la memoria de una era oscura como esta. Abrigo la esperanza de que estos humildes testimonios de la ignominia puedan resultar de interés para los madridistas que vendrán cuando tú y yo estemos criando malvas. No soy optimista y creo que en ese futuro que será, esas personas de corazón tan blanco estarán tal cual nos encontramos ahora mismo nosotros, maldiciendo y tirándose de los pelos porque un fin de semana más hemos sido expoliados por el mismo gremio de sinvergüenzas con silbato.

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